El caso de José Luis Gil define a la perfección la lucha por la supervivencia del comercio tradicional, y el golpe que ha supuesto para estos establecimientos la crisis económica. Regenta una de las ferreterías más antiguas de Orihuela, ubicada en la Calle Mayor. Se trata de un negocio que data de 1951, y en el «empecé cuando tenía apenas 15 años». Ahora, a sus 67, asegura que está aguantando «hasta que pueda jubilarme, aunque seguramente acabe antes». Y es que, aunque no ha hecho cuentas de lo que cuesta levantar la persiana cada día «estoy perdiendo dinero, cuando uno tiene que recurrir a sus ahorros de toda la vida para poder sacar el negocio adelante, es que algo no va bien, pero aun así resistimos, han sido años de mucho bajón».
Entre las causas de este declive del comercio tradicional y los pequeños establecimientos se encuentra la proliferación «de grandes superficies, donde la oferta está más concentrada y es mucho más amplia, por lo que los clientes ya no tienen que ir aquí o allí para hacer sus compras, está todos concentrado», señala. Su volumen de ventas «ha bajado casi a la mitad», y en ello también influyen las empresas especializadas que «se van quedando con las labores de comercio. Antes me encargaba de servir productos de limpieza al Ayuntamiento, al seminario, a colegios, a comunidades de vecinos? Ahora todos ellos contratan empresas de limpieza, que antes no las había. Y eso se nota».
