Con el antecedente de las primeras Escuelas Graduadas proyectadas en Elche por el ilustre Marcelino Coquillat a principios del siglo pasado, una tesis doctoral pone en valor los trabajos realizados en materia de arquitectura escolar en el período posterior de cuatro décadas de franquismo, desde el año 1939 hasta el 1979. Un conjunto de proyectos que el autor del estudio, el arquitecto ilicitano Ricardo Irles, define como un «patrimonio arquitectónico de primer orden» porque «alcanza a ser reflejo de buena parte de la evolución y transformación de la arquitectura española».

La memoria, presentada en la Universidad Politécnica de Valencia, analiza también la escasa oferta de plazas para los jóvenes ilicitanos, el contexto legislativo en el que se enmarcaron los trabajos y reseña a los responsables de las obras. Hasta el final de la década de los sesenta, la práctica totalidad de la arquitectura escolar de la ciudad la llevó a cabo el arquitecto Serrano Peral y el por entonces encargado municipal Pérez Aracil, a los que sucedió el hijo del primero, Serrano Bru. Asimismo, Ricardo Irles destaca la figura del último alcalde de la dictadura, Vicente Quiles, de quien sostiene que aportó un «impulso decidido y continuado».

Las construcciones que Irles pone de manifiesto se organizan en cuatro grandes bloques temporales. En primer lugar, una etapa contextual que abarca la segunda República y la Guerra Civil, entre 1931 y 1939. Este tramo se inicia con las ya levantadas Escuelas Graduadas, definitivamente terminadas por Pedro Sánchez Sepúlveda en 1928. El otro hito descrito es la inauguración del primer instituto de enseñanza secundaria instalado entre amplios jardines en la casa Gómez, aunque tuvo una corta vida. «La segunda República se caracterizó por unos logros que no estuvieron a la altura de las expectativas», resume Irles sin dejar de recordar que sí se produjeron «notables avances», como el proyecto de Escuelas Nacionales del arquitecto Miguel López en Alzabares Bajo.

Aún así, la inactividad fue aún mayor -«total», relata Irles- en el siguiente capítulo, el conocido como autarquía económica. «Se han podido documentar cinco proyectos de escuelas unitarias muy elementales resueltos con criterios de máxima economía y sencillez», aparece en la tesis. En esta etapa, al principio de los 50, se alza el colegio de la congregación religiosa Hijas de Jesús en la casa de la Condesa Luna con una particularidad que compartirían después muchos centros: se construyó en torno a un huerto de palmeras. Del tramo autárquico también es el instituto laboral Rafael Aburto -hoy Sixto Marco-.

Despegue

Es a partir de 1957 cuando la localidad empieza a vivir cierto esplendor. De hecho, Ricardo Irles establece el espacio hasta 1969 como «desarrollismo». «Se generalizó la firma de convenios del Estado con Ayuntamientos y diputaciones», asegura. La consecuencia, 21 proyectos en el casco urbano y 44 de escuelas unitarias en el Camp d'Elx (Ferrández Cruz, Salesianos, Donoso Cortés, Hispanidad, Víctor Pradera y un largo etcétera). «Una hazaña histórica», considera Irles. De la veintena, 17 siguieron un mismo modelo tipo y otros, como el de La Asunción o el posterior José Antonio Primo de Rivera, presentaron singularidades por ser concebidos como edificios conmemorativos. En la última fase investigada -«El final del franquismo»-, a partir de 1970, se aprobaron otros 20 grupos escolares más (La Vírgen de la Luz, Miguel de Cervantes o Sanchis Guarner) y cinco guarderías. Y por fin se da el trasfondo crítico de la tesis: a mediados de los setenta cada niño tuvo una plaza pública.