Información

Información

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Una vida reconquistada

«Paloma» lleva siempre en su bolso un terminal que controla que su expareja no acorte la distancia que les separa, por orden judicial, durante 25 años

«Paloma» en Comisaría con su terminal de localización. antonio amorós

«Paloma» es el nombre ficticio que escoge para sí misma (porque le sugiere libertad) la única mujer que en los últimos años ha estado valorada como de riesgo extremo por violencia de género en Elche. Su expareja la maltrató durante años, tardó una década en conseguir marcharse de casa para esconderse en un centro de acogida con cuatro niñas colgando de las faldas, la más pequeña con sólo dos semanas de vida. Él le quemó la casa, juró que iba a matarla, cumplió condena por violencia de género y cuando salió se negó a ponerse la pulsera de localización, cogió el coche y desató la alarma.

Una semana estuvieron montando guardia 24 horas agentes de Policía Nacional ante la casa y el trabajo de «Paloma», acompañándola a todas partes, incluso al supermercado, seguros de que en cualquier momento iría a por ella. Le detuvieron una semana después en la carretera de Aspe. Desde entonces, hace más de un año, Paloma lleva en el bolso sin excepción el terminal que la localiza por GPS y que la avisa si el que lleva él pierde la cobertura, se manipula o se acerca e ella. «Le cargo la batería todas las noches, no se me olvida nunca». Alguna vez él ha cortado la pulsera. El terminal de ella suena a cualquier hora. De madrugada, a veces varias veces. Una voz al teléfono le pregunta si está bien, le dicen a qué distancia está él, la avisan después cuando le detienen para que siga durmiendo tranquila. Si es que puede. Y puede, cada vez más, pero solo si está lejos.

Libre

Con su policía de referencia -porque así tiene grabado su teléfono en el móvil («Mi Policía»)-, ese dispositivo en el bolso y una orden de alejamiento de 500 metros que estará en vigor la friolera de 25 años; con 42 años y nueva pareja, ya con tres nietos; «Paloma» se siente libre. Eso es, ni más ni menos, el trabajo de la Unidad de Prevención, Asistencia, y Protección (UPAP) y del Servicio de Atención Familiar (SAF) del Cuerpo Nacional de Policía: La vida en libertad de «Paloma». Una mujer que ni por asomo imaginaba hace años salir tranquila a la calle y que ha vuelto a conquistar su vida. Con precauciones, porque no se mete en un sitio en el que se pueda ver acorralada y no se quita el miedo de encima si salta la alarma.

Aún así, con todo lo vivido, si alguien se pregunta si hay que denunciar la violencia de género, si sirven de algo las órdenes de alejamiento, por mucho que se puedan quebrantar -y que se quebranten-, su respuesta es «sí, siempre». Coinciden con ella los responsables de la Comisaría de Elche, que siguen de cerca a cientos de mujeres protegidas por órdenes de alejamiento cautelares previas a los juicios y prohibiciones de aproximación y comunicación resueltas por el juez de Violencia Sobre la Mujer, para que esos que les hicieron la vida imposible las dejen, de ahora en adelante, vivir en paz.

Lo último en INF+

Compartir el artículo

stats