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Nuria Javaloyes Bernácer

«El tiempo no lo cura todo, en el duelo no hay atajos»

«En Navidad el choque entre el escenario exterior y cómo me encuentro por dentro es mayor»

«El tiempo no lo cura todo, en el duelo no hay atajos»

¿Por qué el duelo puede ser especialmente duro en Navidad?

Durante todo el año se echa de menos al ser querido, pero en Navidad predomina la alegría, los regalos, la familia... La sensación de añoranza, de tristeza o de vacío aún se hace más grande por el choque entre el escenario exterior y cómo me encuentro por dentro. Todo el mundo te desea Feliz Navidad y no tienes nada que celebrar, incluso resulta ofensivo. Las personas en duelo pueden llegar a enfadarse por tanto deseo de felicidad.

El duelo es para cada uno único. ¿Cómo se puede aconsejar?

El duelo es al mismo tiempo individual y universal. Los miembros de una familia tienen duelos diferentes aunque sea una misma pérdida, porque el dolor por un duelo es directamente proporcional a la intensidad del vínculo. Hay duelos únicos, especiales, porque no hay dos relaciones iguales; pero es universal porque sabemos que hay tareas y momentos que todos tenemos que ir haciendo.

¿Hay un proceso común que tenemos que atravesar?

Me gusta verlo como un camino. Antes se hablaba de etapas (la etapa de shock, negación, entrega al dolor...). Hoy sabemos que no son estancas ni van siempre en el mismo orden, y se complementan con un modelo de tareas que tenemos que hacer. Por ejemplo manejar el sistema defensivo. Como mecanismo de defensa aparece la negación (no quiero verlo, no quiero sentirlo...) y no podemos llevarlo al extremo y huir. Solemos optar por la huida: Actuar como si no hubiera pasado nada, ponernos una careta.

¿En qué errores solemos caer?

Con toda la buena intención chantajeamos un poco a la persona que está en duelo. «Hazlo por tus otros hijos», «hazlo por tu marido», «no llores que lo pasaremos mal»... Solemos empujarla a que finja. Aunque la aproximación al dolor tiene que ser de forma progresiva, no funciona alejarnos por completo. Hay que coger algo que te gusta y quitar lo otro. Por ejemplo, si ha fallecido mamá, «me gustaría juntarme con mis hermanos pero no que fuera en casa de mamá».

¿Y qué podemos hacer bien?

Es desde la «interconexión profunda con el otro» que el duelo se resuelve, no desde el fingimiento de que aquí no ha pasado nada. Por eso la Navidad puede servir para conectar con los demás. Podemos hacer un brindis, decir unas palabras, darnos un abrazo pensando en esa persona... Seguro que lloramos, pero es menos aconsejable la familia que no dice nada, en la que uno se levanta y va al baño o se pone a fregar para que los demás no vean que está llorando. La vida no va a ser igual porque hay una gran pérdida, por eso la Navidad tampoco puede ser igual, así que hay que ver qué cojo y qué dejo. Es recomendable hacer una reunión familiar y que cada uno diga «yo no soportaría que cenáramos en casa de mamá», o «yo no quiero villancicos»...

Más allá de la primera Navidad, la ausencia es para siempre. ¿Los siguientes años serán tan duros?

Como es un camino que hay que recorrer, cada uno tiene un tiempo. Puede que la primera Navidad estemos aún en una nube o que optemos por la evitación y que la segunda sea peor. Decimos que el tiempo lo cura todo, eso es mentira. El tiempo ayuda, pero depende de lo que hagas con él. La conexión con el dolor y la interconexión con los demás hay que hacerlas, y si no lo hemos hecho al principio habrá que hacerlo después. En el duelo no hay atajos, hay que pasar por ahí.

¿Hay que implicar a los niños?

Hay dos cosas importantes respecto de los niños. Les podemos entre comillas usar. Ellos lo normalizan todo. Por ejemplo, si ha muerto el abuelito, podemos proponerles hacerle un dibujo. Los niños nos ayudan a crear ese juego, a tener a esa persona presente y a que los adultos podamos hacer la interconexión. Pero también es importantísimo saber que somos sus modelos y están aprendiendo a gestionar emociones. Si somos una familia de las de aquí no ha pasado nada, eso es lo que aprenden. Es fundamental que vean una forma adecuada de gestionar la pérdida.

¿Es bueno hacer un esfuerzo por no dejarse llevar por el dolor?

En el duelo tiene que haber un equilibrio. Imaginemos que es una herida: Si la tapo y no la abro en dos meses, se pudre; pero si estoy todo el día tocándola, no puedo resistirlo. Hay que quitar la venda, curarla, llorar... Y luego taparla. No hay recetas, cada uno sabe cuándo abrir y cuándo cerrar.

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