Europa vive una de las situaciones más complejas desde su constitución como comunidad. La crisis de asilo a los refugiados de la guerra siria y la amenaza del terrorismo yihadista obligan a tomar decisiones de peso en materia de políticas sociales.
Dice que es la hora de Europa...
Tiene que ser consciente de que no puede quedarse quieta. Si no damos un salto importante en políticas de integración no vamos a dar respuesta a nada de lo que tenemos planteado, que son desafíos muy grandes y graves.
Por ejemplo, ¿la llegada de refugiados de guerra?
Se va a poner en evidencia cuál es la capacidad de integración de nuestras sociedades. Hay que evitar la creación de guetos y problemas a largo plazo. Sobre todo porque Europa tiene grandes problemas demográficos y de mercado de trabajo. Quizá esto en España no es tan visible por el paro, pero las tasas de natalidad están muy por debajo de las necesidades del estado de bienestar.
Los atentados de París fueron obrados por personas con pasaporte francés. ¿Hay que combatir la marginación para frenar la radicalización?
El fenómeno de la radicalización tiene que ver con la pobreza y con la marginación, pero hay más cosas que lo generan. Otros factores se encargan de movilizar esa oferta, que sí se genera desde ahí, para convertirlo en activismo.
Con España en pleno proceso electoral, ¿es peligroso supeditar decisiones así a los votos?
La situación no es ideal para nuestros aliados, pero lo entienden que España no está en el mejor momento para tomar decisiones de este calado. Por ejemplo, un tema tan crucial como la participación en Siria debe ser discutido por un cuerpo plenamente legitimado, como se hizo recientemente en el parlamento británico, y en España no existen esas condiciones ahora para llevar a cabo un debate. Además, hay una memoria del pasado que no ayuda mucho a que nadie quiera hacer esto antes de las elecciones del 20 de diciembre.
