Los propietarios e inquilinos de las diez viviendas que han quedado clausuradas pudieron entrar ayer, por turnos, a recoger sus pertenencias más valiosas acompañados de un agente de Policía Local. Documentos de identidad, cartillas bancarias, dinero... Eran algunas de las cosas que todo el mundo recogía, pero también optaban por rescatar del desastre recuerdos personales como retratos enmarcados y cosas para los niños, desde comida de las neveras a mobiliario de bebés. Una vecina salió de casa apenas conteniendo las lágrimas con el vestido para bautizar a su hija de meses la próxima semana. Para todos lo importante era estar a salvo, pero la impotencia era palpable.