Los herederos del matrimonio que vivió toda la vida en la casa que ha quedado vacía, donde ellos mismos crecieron, ven incalculable el valor económico de los recuerdos de toda una vida de sus padres. La cartas que se escribieron durante la guerra, las fotos antiguas, la vajilla, el ajuar de sus bisabuelos, los bordados que su madre elaboró durante toda la vida y que quería regalar a sus nietas, los diarios en los que escribió minuciosamente su historia desde que tenía cinco años e iba a trabajar para que le dieran de comer, los muebles, los maceteros, los portarretratos... Todo ha ido a la basura, dicen mirando el contenedor de la esquina de la calle, y algunas cosas las repartió el personal de limpieza entre la gente que pasaba por la puerta de la vivienda (sillas, maceteros y una tele están en casa de otros vecinos), aseguran. «Me gustaría preguntarle a un alto directivo del banco cuánto pagaría por recuperar toda la historia de su familia, si me daría todos los recuerdos de sus padres a cambio de los que a nosotros nos han quitado», plantea Jesús Fernández.
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