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Fernando Vargas, jefe del servicio de Pediatría del Hospital General de Elche

«Creo que hay que cambiar el modelo de sanidad, el público y el privado, y acabar con el funcionariado vitalicio»

Fernando Vargas ha sido el jefe de servicio de Pediatría del Hospital General durante 37 años. ANTONIO AMORÓS

Está a punto de llegar a la edad de jubilación después de haber pasado gran parte de su vida dedicado a la Medicina, su gran pasión. Confiesa que dejar su puesto como jefe del servicio de Pediatría del Hospital General de Elche le va a suponer cierta «morriña», pero se muestra decidido a volcar todo su esfuerzo y dedicación en su otra gran debilidad: la Fundación Salud Infantil.

Mucho ha llovido desde que llegó por vez primera a Elche para convertirse en uno de los «padres» de la entonces Residencia Sanitaria de la Seguridad Social

Me dieron la plaza en Madrid en el año 77. Yo entonces estaba en Zaragoza, pero el jefe de servicio tenía poca iniciativa y me apetecía buscar nuevos aires, aprovechando además que en el país había un momento de expansión y de creación de nuevos hospitales. Vine a Elche casi por casualidad: tenía claro que quería una zona de costa. Pensé en San Sebastián, pero sufrí un incidente relacionado con ETA en un bar cuando estaba con mi mujer y mi hijo y eso me hizo desistir. Recuerdo que cuando llegué a Alicante no encontré ni un sólo cartel que indicara dónde estaba Elche, sólo señalizaba la dirección a Murcia. Aquellos fueron meses de mucho bullicio con la selección del personal y la organización del servicio. Al principio fue difícil porque el primer director pretendía reducir el hospital a una sucursal del hospital de Alicante, aunque chocó frontalmente con las ideas del grupo fundador (Martín Hidalgo, Medrano, Saura, Martí Viaño, Acién) que era gente bien formada que tenía ganas de conseguir que éste fuera un hospital de primer nivel.

Y eso se consiguió...

Tuvimos que pelear mucho con Madrid y con Alicante, que entendían que éste era un hospital secundario. De hecho, una de las cosas que más costó fue que nos concedieran la docencia, algo que indudablemente logró Martín Hidalgo. Empezamos a trabajar y nosotros, por ejemplo, instauramos las especialidades dentro del servicio. Eso levantó ampollas y, de hecho, nos llamaban irónicamente «la clínica junio» en referencia a la prestigiosa Clínica Mayo americana.

¿Se ha percibido desde dentro el prestigio que ha logrado alcanzar este hospital?

Nuestra ilusión era situarlo entre los mejores de España, pero nunca conseguimos que fuera realmente así por los obstáculos a los que nos hemos ido enfrentando en distintos momentos y por la continua limitación de personal y de material. La concepción de un hospital secundario siempre ha planeado sobre el centro y hemos tenido que «pelear» con Alicante, que siempre ha barrido para casa. Éste es un buen hospital, un excelente hospital, pero no ese centro clínico, formativo y de investigación de gran nivel que todos teníamos en mente cuando se abrió.

Uno de los grandes lastres de este centro ha sido siempre la saturación. ¿La apertura del Vinalopó ha sido beneficiosa?

No, sobre todo porque nos ha «quitado» la mitad de la población. Es cierto que este centro ha sido durante mucho tiempo casi un hospital de campaña y que el personal no podía trabajar constantemente a un ritmo frenético. De hecho, había veces que los diagnósticos los afinábamos como podíamos porque había que ir a lo elemental. A cambio de ese estrés, teníamos una amplia y variada patología muy interesante desde el punto de vista clínico y de investigación. Desde que se abrió el Vinalopó se han ido reduciendo lentamente las plantillas y este hospital nunca volverá a tener el nivel que tenía ni, por supuesto, el que pensábamos hace 37 años.

Parece que se están dando pasos que hacen temer un desmantelamiento de la sanidad pública

La Conselleria de Sanidad apostó por Alzira como si aquello fuera el futuro. Luego se relajó ese afán por la gestión privada y ahora mismo, la verdad, es que tengo dudas de que se esté apostando por la privada.

¿La gestión privada de la sanidad pública es la solución a los problemas del sistema?

Creo que ni la gestión privada ni la pública funcionan. Estoy convencido de que hay que cambiar el modelo de sanidad: el antiguo modelo no es rentable y no va a poder disponer de los recursos suficientes. ¿Eso significa que hay que ir al modelo de sanidad privada? Tampoco. En mi opinión hay que acabar con las plazas de funcionario vitalicio en la sanidad pública: que un profesional consiga un puesto de trabajo de por vida es una aberración y eso lo llevo defendiendo yo, que soy funcionario de ese sistema, desde hace 40 años. Si hay que cambiar el modelo laboral, pues habrá que hacerlo, y eso depende de los sindicatos, que todavía están en el siglo XVIII. Tanto el PP como el PSOE han desaprovechado sus posibilidades políticas para acometer esas reformas y cada vez son más difíciles las mayorías absolutas. No sé si Europa nos impondrá un modelo diferente. Es cierto que el nuestro nos ha permitido una excelente asistencia, pero está claro que cuando la ilusión de los profesionales decae hay que buscar fórmulas para reactivar la sanidad.

¿Pero ese «control» no debería corresponder a las direcciones?

Es cierto, pero ahora no se asumen responsabilidades de forma jerarquizada en ningún nivel. Yo creo que las responsabilidades las debería asumir por completo el director de un hospital (o un grupo de personas que formaran la dirección), teniendo el control de los recursos económicos, de las especialidades, de la plantilla, de los medios, y que a final de año dieran cuentas a Valencia. Eso permitiría que a su vez los jefes de servicio, los jefes de sección, los adjuntos... y todos y cada uno de los profesionales aceptaran sus compromisos. Es hora de apostar por una cadena de responsabilidad, y no por una serie de incompetencias.

¿Y qué piensa del modelo de gestión privado?

Que es economicista. La sanidad cuesta dinero y hay que hacer una buena gestión económica, pero ésta no debe ser la cuestión prioritaria. En un sistema de gestión privado ahorran, sobre todo, en personal y por ello no cuentan con los mejores profesionales, porque son más caros y sólo contratan a los que encajan en su sistema económico. Yo creo que si no disponemos de dinero para mantener el sistema, es posible que haya que dar entrada al capital privado como patrocinadores o a las fundaciones, tal y como ocurre en EE UU. La calidad hay que pagarla y en un sistema como el Vinalopó lo primero que miran es la economía y dudo que lleguen a la excelencia desde el punto de vista asistencial. Es indudable que los socios del Vinalopó quieren rentabilidad.

Pero de eso se echa la culpa al a crisis, a la falta de recursos...

El problema no es la falta de recursos, sino el desaprovechamiento de los que tenemos. Si hay un buen recurso en La Fe, ¿porqué hay que crear otros infradotados en cada uno de los hospitales? Lo que hay que hacer es tener sentido común y hacer un uso racional de los recursos de que disponemos. Una de las cosas de las que más satisfecho me siento es de la operación que se hizo en este hospital a un recién nacido gracias al traslado de una unidad quirúrgica cardiaca de Madrid y que causó un gran revuelo. Gracias a eso ahora tenemos en la Comunidad Valenciana una unidad itinerante de estas características, porque lo que no es de recibo es que tengamos todas las especialidades y todas las técnicas en todos los hospitales, entre otras cosas porque no lo podemos pagar. Lo malo de aquella situación es que no se trasmitió con transparencia y pareció que era un trato de favor.

¿Se puede permitir la sanidad pública perder la experiencia de los profesionales a los que ahora obliga a jubilarse?

Personalmente creo que es un desperdicio. En mi opinión habría que buscar una fórmula de «fidelización», aunque no sé la fórmula. Yo no creo que haya que ampliar por encima de los 65 años la edad de jubilación, pero sí contar con estos profesionales como eméritos, colaboradores o asesores para mantenerlos unidos de forma voluntaria, claro, a los hospitales en grupos de investigación, docencia y técnicas aprovechando su formación y su experiencia. Me parece un lujo dejar que estas personas se vayan a sus fincas a cultivar patatas.

¿Y usted se va a ir a cultivar patatas?

Tengo mucho trabajo fuera. Tengo una fundación que fue una iniciativa muy bonita que se creó hace 20 años -aunque funciona efectivamente desde hace 15- porque pensábamos que la calidad asistencial que exigían los grandes prematuros no era la correcta. Entonces éramos «pepe pérez y su guitarra» y hemos ido creciendo hasta las 35 personas que ahora mismo están trabajando en la Fundación Salud Infantil. Ésta ha sido una de mis grandes ilusiones, aunque la primera siempre ha sido el hospital, mi unidad. Cuando yo llegué a la ciudad daba un poco de pena porque era esencialmente un pueblo y en este tiempo ha crecido sobremanera en todos los aspectos, aunque debería contar con los mimbres necesarios para conseguir llegar hasta donde se merece. La fundación ha sido un hijo mio que hace una gran labor que no ha reconocido casi nadie, ni el hospital, ni el Ayuntamiento, ni Valencia..., pero que sigue trabajando con más ilusión que el primer día por lograr que los recién nacidos prematuros reciban una atención que les permita mejorar sus capacidades de cara al futuro. De eso estoy muy orgulloso y ahora voy a dedicar gran parte de mi tiempo a esa labor.

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