Soler llegó a la Ciudad de la Justicia ayer un cuarto de hora antes del juicio, señalado para las 11, cuando ya le esperaban en el interior concejales socialistas y familiares, que observaron con tristeza y con algún que otro resoplido desde el ventanal del primer piso cómo le devoraba una marabunta de cámaras y periodistas. Le saludaron con besos y algún abrazo que parecían de pésame. Se presentaron para arroparle los concejales socialistas de Elche Francisco Rubio, Antonio Rodes o Emilio Domenech, María Luisa Caballero (responsable de comunicación en la Diputación) y Joaquín Martínez (portavoz de la ejecutiva local). Su exmujer, Manuela Gonzálvez, llegó a las 10 pero entró por una puerta trasera, tal y como salió hace dos semanas tras declarar en el Juzgado de Violencia Sobre la Mujer, mientras su abogado y acompañantes accedían por la puerta principal. Esperó en otra zona de la planta y no se acercó a la sala de vistas hasta que llegó la hora del juicio, que arrancó puntual. A la salida sí que se dejó fotografiar e incluso hizo a los periodistas un gesto con el pulgar en alto.

En la misma sala tenían que juzgarse otros ocho asuntos relacionados con maltrato familiar, quebrantamientos de condena y robos con fuerza y, aunque estaban programados para media hora, este se llevó dos y media. No cabía una persona más cuando se anunció «audiencia pública» e incluso el juez pidió a una periodista que saliera porque no tenía silla, aunque después se le proporcionó una. La expectación se trasladó a la puerta y el resto del juzgado, donde todo el mundo conocía que se estaba juzgando al último exalcalde de Elche.