La propia venta de la almendra es toda una tradición en Elche, pues el corredor o el intermediario siguen haciendo «la mostra»: Seleccionan medio kilo de almendras mezcladas de aquí y allá del montón que ha recolectado el agricultor, las pesan, las pelan y las vuelven a pesar, de modo que se calcula su calidad, se sabe cuantos «fallons», cuántas cáscaras vacías o cerradas, y en base a ello se pagan mejor o peor. La propia infraestructura del «trencaor» se va perdiendo también, y con todo ello parte de la historia y la tradición del campo ilicitano, que tiene sus propios dichos y costumbres, como comenzar a «collir l'almela» el día de la patrona, 15 de agosto.

De ahí la demanda del presidente del sindicato La Unió, Santiago Pascual, que considera que Elche podría utilizar la floración de los almendros como un atractivo turístico, como se hace en Extremadura con los cerezos, e implicar a los consumidores particulares y artesanos del turrón, dulce o helado para que pidan almendra de España, de Alicante y de Elche. No solo por solidaridad, sino también por calidad, porque los agricultores defienden que la almendra de California que les ha ganado terreno no es comparable a la suya y por eso, porque no tiene grasa ni aceite, hay que añadirle otros productos, dice Antonio Valero. Pascual reta a una cata con almendra «marcona», a ver quién se resiste. e. g. b.