Tras la última de las representaciones, sobre todo en el calor de la tarde festiva del 15 de agosto, la gente, aún conmocionada por esa mezcla de fervor y sentimiento compartido, busca llevarse como recuerdo de unos momentos vividos inolvidables una de las palmitas vestidas de oropel para la escenificación. La cercanía con los instantes del drama asuncionista o con los espacios vinculados a la vida del Misteri hacen de ese pequeño trozo de la palma dorada un referente vital para muchos de los espectadores anónimos que acaban de asistir a la coronación de la Mare de Déu.

Pero, días antes de llegar hasta ese instante singular, en la Casa de La Festa se inicia un laborioso trabajo que se ha convertido en una tradición familiar "desde hace más de 40 años. Recuerdo que mi padre, Antonio Antón Asencio, por aquel entonces era el maestro de Ceremonias y ya nos involucró en esta tarea a mis hermanas Mercedes y Carmen, y a mí", explica Luis Antón, cantor y patrono del Misteri, al tiempo que detalla que "desde hace unos cinco años, me ayuda mi hija Ana, que es una manera de que ella también esté vinculada a La Festa, ya que como mujer no puede cantar en las representaciones". La familia Antón vive con intensidad el drama asuncionista ilicitano, pues, además, "mi hermano Antonio es el maestro de ceremonias, mi hijo Luis hasta el año pasado cantaba en la representación y ahora forma parte del coro juvenil; y junto a ellos, dos sobrinos, Juan Muñoz y Pepe Guilabert, también han estado vinculados a la Escolanía".

Blanca y rígida

La elección de las palmas para el Misteri "se inicia con la selección que se hace en el Huerto de la Rinconà, de propiedad municipal. De allí esta misma mañana -por ayer- me he traído doce palmas, que deben ser blancas, rígidas y que se abran poco. La palma que se utiliza en las representaciones no debe de blandear, porque es utilizada en momentos intensos como en la Mangrana o en las manos del Ángel y San Juan, la pelea de la Judiada o el bautizo de los judíos... De ahí se eligen las cinco palmas a las que les colocamos el oropel para las escenficaciones, y ninguna de ellas debe sobrepasar los tres metros y medio, porque si es una palma alta perdemos estética y porque también tendríamos problemas con las puertas del cielo", comenta.

El proceso de trabajo con coordenadas artesanales, se inicia "pelando la parte inferior para configurar la empuñadura. Después se van colocando a mano las pequeñas láminas doradas, en cada una de las 200 ó 225 pequeñas hojas que tiene cada palma", continúa Luis Antón. A esta tradición que, como reconoce el cantor y patrono de La Festa, "antiguamente realizaban las monjas del convento de las Clarisas", se le añade "la elaboración de unas 800 palmitas pequeñas, también con oropel, que se entregan al público y miembros de la familia de La Festa tras la última de las representaciones". Tanto Luis Antón, como su hija Ana, reconocen "sentirse orgullosos de realizar esta labor, sencilla pero importante, como todas las que hacen posible las representaciones del Misteri".