Desde hace décadas, el agua ha introducido a estados y regiones en debates en los que la ideología y la propaganda sustituyen al razonamiento y la lógica. Sin embargo, expertos como Millán M. Millán insisten en la necesidad de alcanzar acuerdos para hallar una solución a un problema como la sequía que, por sí mismo, no remitirá. Por eso, el director del Centro de Estudios Ambientales del Mediterráneo (CEAM) lleva más de 30 años trabajando como asesor de la Comisión Europea para encontrar una salida a este "círculo vicioso". Y ayer, con el fin de difundir estas ideas, presentó en la UMH un libro en el que recoge algunas de las claves de este dilema que podría afectar a todo el continente europeo.

¿Cuáles son las causas de una situación como la sequía?

El agua se mueve en un ciclo continuo de decenas de kilómetros que se rompe si falla alguna de sus partes. Cuando se elimina vegetación, se evapora menos agua y la brisa que llega del mar no alcanza la temperatura necesaria, por lo que se reducen las precipitaciones. Este hecho impide el crecimiento de plantas y se entra en un proceso que, al final, llega a un punto de no retorno.

Sin embargo, no es un problema exclusivo de nuestra era.

La primera civilización que provocó esta situación fue el Imperio Romano cuando comenzó a desecar los humedales por la presencia de mosquitos. No obstante, este problema se fue agravando con el crecimiento de las ciudades y la deforestación con fines industriales. Por eso, la revolución industrial y el crecimiento de la población aceleraron un proceso que todavía continúa.

¿A qué zonas de España y de Europa podría afectar?

La desertificación se traslada de sur a norte. Hace décadas, comenzó en Almería y, en poco tiempo, podría llegar a Murcia y Alicante. Sin embargo, si no se frena esta situación, podría afectar en no demasiado tiempo a lugares como la cuenca del Ebro o, incluso, a países del centro de Europa como Austria.

Sin embargo, esto no ha ocurrido en otros territorios del norte

En las zonas bañadas por el Atlántico, el 90% del agua se evapora del océano. En estos lugares, a diferencia de lo que ocurre en el Mediterráneo, aunque el efecto del hombre dañe el suelo, tienen las lluvias garantizadas.

Entonces, ¿cuál es la solución?

La única solución posible es reforestar aquellas zonas que presentan síntomas de desertificación antes de que se convierta en algo casi irreversible. Pero, para ello, hay que tener claro que es necesario llevar agua a las zonas que la necesitan.

Sin embargo, ya se han comprobado las disputas que estas cuestiones suscitan.

Para evitar este tipo de enfrentamientos, los grandes organismos deben atreverse a dictar soluciones que beneficen al mayor número de personas sin hacer caso de los argumentos egoístas. Por eso, deben convencer a las regiones de que un trasvase es como una hipoteca que se devolverá cuando se repare el ciclo del agua.