El centro en Elche de la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED) acogió ayer la apertura del seminario de verano "Violencia de género". Al frente del mismo, y durante toda esta semana, se encuentran el sociólogo José Manuel López y el psicólogo Carmelo Hernández. Este último destaca las bondades de la intervención directa con los maltratadores y la importancia de la formación para generar una sociedad más tolerante.

¿Cómo es su trabajo en la Audiencia Provincial?

Tiene la virtud de que no sólo se circunscribe a intervenir con una parte, sino con las dos: víctima y agresor; pero eso sí, con este último se trabaja desde la perspectiva de reparar a la víctima, es decir, no es una intervención dual. Vemos a todas las víctimas que vienen y nos piden ayuda, y vemos a los acusados que nos envía el juzgado. También vemos a hombres que no han sido denunciados pero casi. En este caso vienen voluntariamente dentro del programa de condenados, pero sin estarlo. Luego, en mediación, atendemos a matrimonios que cuando se han separado, y entonces el marido, o eventualmente la mujer, queda obligado al pago de pensiones, puede haber habido o no una violencia de género. La última parte es a nivel de consultoría, pero siempre a través del Consejo General del Poder Judicial.

Pero su tarea incluso le lleva fuera de nuestras fronteras...

Sí, por ejemplo, en esta segunda quincena de julio y por tercera vez, vamos a hacer un taller de masculinidad en Panamá. Allí, y aquí también, no se termina de entender y comprender que ser hombre no es sinónimo de ser violento y y no se es superior a la mujer.

¿Entonces es una cuestión crítica la formación y la sensibilización?

Por supuesto, aquí hacen falta más talleres, es necesaria una mayor sensibilización por parte de la sociedad, la gente debe saber que éste es un problema real, no es un problema hinchado. Hay muchas mujeres hoy en día en pre violencia y sufriendo la violencia y no denuncian, por miedo, por vergüenza...

¿Y esto se paliaría en gran medida si desde los primeros pasos se educara al niño en igualdad?

Efectivamente, hay que empezarlo desde el colegio e incidir en cómo mostramos a los niños el modelo de sociedad que queremos. No hay que parcelar la sociedad en plan: niña-muñeca, niño-pelota de fútbol. Esta manera de pensar es negativa para todos. El grupo de hombres violentos es minoritario con respecto al grupo de hombres normales que, sin ser conscientes de ello, son precursores de que sus hijas tiren adelante, les inculquen ellos el reparto de tareas, les apoyen en ideas como que la mujer puede perfectamente tutelar al hombre, etcétera.

¿Pero por qué seguimos arrastrando y perpetuando esa sensación de que el hombre es el que debe mandar?

Ha habido una visión estereotipada del macho ibérico y ése era el español de Franco, que es cuando se acuña el cliché del machismo. Era una forma de entender la sociedad y las relaciones entre las personas. Hoy en día hay hombres que se siguen poniendo en una situación de defensa frente a la mujer.

¿Cómo valora las medidas judiciales y administrativas que se han puesto en marcha en los últimos años en nuestro país?

Ha habido algunas decisiones políticas con el consenso de todos, pero lo cierto es que se han puesto en marcha sin la suficiente dotación económica e infraestructuras necesarias para que esa actuación cristalice. Diría que vamos lentos pero seguros, y lo que falta es que se produzca el cambio social. La ley integral contra la violencia de género parece una ley de punto y final. En este caso la ley va por delante de la sociedad, y al mismo tiempo no ha habido una traslación de todo eso a la sociedad.

Para que nos quede claro ¿el maltratador es un delincuente o un enfermo?

Desde el punto de vista legal es un delincuente, porque si fuera un enfermo contaría con eximentes y se le estaría tratando en un centro de salud mental por ser inimputable. Pero en el inconsciente colectivo los ciudadanos que leemos una noticia del tipo: ha matado de un hachazo a su mujer o ha envenado a su marido, decimos que eso es un acto de locura, pero en el sentido de rechazo, no en sentido clínico. Por tanto, el maltratador es un delincuente porque comete un delito.