Aunque su agenda repleta de conferencias apenas le deja tiempo para conversar, Javier Urra es uno de esos hombres cuyo compromiso con la sociedad le impulsan a difundir sus ideas casi sin respirar. Defensor del Menor de la Comunidad de Madrid hasta 2001 y psicólogo forense en la Fiscalía del Tribunal Superior de Justicia y juzgados de menores de esta comunidad desde 1985, este navarro habla con claridad y sin miedo de asuntos tan espinosos como la Ley del Menor o la función de la familia. Pero, sobre todo, aprovecha cualquier ocasión para expresar sus ideas sobre la responsabilidad de los padres en la educación de los adultos del mañana. Y ayer, su intervención en el Aula de la CAM para cerrar el ciclo de conferencias "Menores. Nuestro futuro", no fue una excepción.

Su conferencia se titula "Educar con sentido común". ¿En qué consiste este sentido, que para algunos es el menos común de todos, en la formación de los pequeños?

En primer lugar, se consigue con una preparación previa al hecho de ser padre y con una toma de decisiones conjunta por parte de los progenitores. Después, es imprescindible que los niños se vean rodeados de la seguridad y la firmeza que transmite la familia. Además, es importante que los menores entren en contacto con la naturaleza para comprobar la existencia de otros seres vivos, visitar a los ancianos y a los enfermos para infundir respeto y fomentar la trascendencia y el autoconocimiento. Pero, sobre todo, hay que insistir en la comunicación a través de actividades y viajes en común.

¿No cree que este tipo de actividades requiere un tiempo del que algunos aseguran no disponer?

Estas afirmaciones y el descenso de la natalidad muestran que, para muchos, los niños no son más que una carga. Es evidente que el tiempo es cada vez más escaso, pero lo importante es aprovechar los pequeños momentos y mostrar una implicación real con la educación de los hijos.

En ocasiones, ha criticado la sobreprotección que, desde hace tiempo, ejercen los padres sobre sus hijos.

La urna de cristal que muchos adultos crean para sus hijos los convierte en seres duros en la superficie, pero frágiles en el interior. Estos jóvenes se olvidan de que no se puede tener todo, de que vivimos en una sociedad de conflictos y de que hay que afrontar situaciones difíciles.

¿Cómo se puede invertir esta tendencia?

Para educar a niños flexibles y capaces de superar situaciones dramáticas, es necesario transmitir habilidades como la empatía o la comprensión, así como el gusto por el esfuerzo, la vida sencilla y las cosas bien hechas. En este sentido, no viene mal la actual situación de crisis económica en la que la humildad y la austeridad cada vez son más necesarias.

¿Este hecho tiene relación con los comportamientos violentos de este sector social?

Este aislamiento puede acentuar la gravedad de algunos casos, pero no hay que olvidar que el ser humano es un animal y, como tal, tiende a defender su territorio y sus intereses. Además, cuando es joven, suelen olvidar los riesgos y las consecuencias de sus actos, por lo que resulta difícil cambiar su conducta con acciones como el castigo.

¿Cree, por lo tanto, que este tipo de problemas no se solucionarían con un endurecimiento de la Ley del Menor?

Salvo en algunos casos graves, la ley actual está dando buenos resultados, y las ocho modificaciones que ha experimentado la han hecho más eficaz. A pesar de eso, reconozco que la norma actual se debe endurecer, pero todavía creo más en la sensibilización de los jóvenes a través de la importancia del tú, de la relativización de los problemas y del sentido del humor.