Desde hace seis meses, Rafael Ramos Molina, restaurador de la Fundación Universitaria de Investigación Arqueológica La Alcudia, se ha entregado a la recuperación de una parte de la historia de Elche. La dedicación y la disciplina de trabajo han ido conviviendo entre los silencios de lo desconocido y los guiños del pasado. El reto es dar vida al mensaje que quedó impreso, entre la estética, la ideología y la creencia de la gente que vivió en la zona del actual yacimiento arqueológico hace más de 2.000 años.

Cuenta Rafael Ramos Fernández, director de la Fundación La Alcudia, que "la pieza que se está restaurando es un mosaico helenístico que descubrió mi padre -el que fuera arqueólogo e historiador Alejandro Ramos Folqués- en los años 50. Corresponde a la etapa Ibérica final, por lo que podríamos estar hablando del siglo II antes de Cristo". O lo que es lo mismo 2.012 años que han ido arropando los 3,15 por 3,30 metros de una pieza elaborada "con guijarros, teselas y cerámicas que configuran todos y cada uno de los detalles que van apareciendo en el mosaico. Se aprecia un gran rosetón central, una serie de inscripciones, cenefas con dibujos tanto de palomas como de hojas de parra y, por última, murallas que lo enmarcan todo".

El arqueólogo y director de la Fundación también explica que, quizás, lo más importante, a la par que inusual, de la inmensa pieza es que "nos ha servido para saber que el mosaico estaba en una casa, en un auténtico palacio, que pertenecía a un señor íbero que se había romanizado, de ahí que aparezcan los nombres con letras latinas. Además, hemos podido comprobar -añade Rafael Ramos Fernández- que, en la habitación contigua donde estaba esta gran pieza, se localizó una prensa de aceite, por lo que seguramente estamos hablando de un comerciante. Además, en el mosaico, igualmente, queda reflejada la condición humana de este comerciante, al indicarse también que pertencía al grupo de poder del momento".

Para el restaurador, lo más duro ha pasado ya. "Extraer la pieza del sitio donde estaba instalada ha sido realmente un trabajo complicado; después nos hemos ocupado de la limpieza minuciosa de cada una de las partes del mosaico..."; y seguramente, en la actualidad, ha llegado el momento más creativo. Rafael Ramos Molina reconoce que, "ahora, es casi como ser el propio artista, ya que el trabajo es puramente artesanal". Se nota y se siente en cada rincón de la sala donde trabaja, hay minuciosidad y detalle por todos lados. Teselas de cerámica y piedra son los argumentos. Tras el verano estará terminado, pero el mosaico helenístico no se podrá ver hasta que se inaugure el nuevo museo, en unos diez meses.