Les voy a ser sinceros, que en el mundo del Periodismo ya es un logro hoy en día: la contracrónica del Elche-Lugo del minuto 84 está en la papelera de reciclaje de mi ordenador portátil. En ella hablaba del guantazo de realidad que se había llevado el Elche en el campo de uno de los de abajo, de las ocasiones malgastadas en el primer tiempo y barruntaba sobre si tener a Nino tan lejos del área, para organizar y no finalizar, era una buena decisión de Pacheta.

Igual que a Curro Torres y los jugadores del Lugo, mi sesudo trabajo de casi dos horas se fue al limbo. ¿El culpable? Ese menudo delantero con el «7» a la espalda. Cuando hizo el 2-1 pensé en el gol histórico agridulce. Cuando hizo el 2-2 volví a caer en la cuenta de que hay deportistas con los que, mientras estén en el terreno de juego, no puedes dar nada por hecho. Uno de ellos es Nino.

Me imagino la escena de futbolistas del Lugo y el Elche a la conclusión del choque, mirándose unos a otros tras la batalla de 90 minutos, y me viene a la mente lo que debían sentir los soldados (del ejército propio y del oponente) que tuvieron que combatir con el Cid Campeador. Un militar que ganaba batallas, o eso nos cuenta la leyenda, incluso muerto. Empiezo a creer que el día que Nino decida retirarse sería capaz de seguir marcando goles si le visten con una franja verde en el pecho, el «7» en la espalda y sus compañeros le dedican un ritual con honores sobre el césped de cualquier estadio de España.

Más récords

Cayó Pierita, a quien hay que reconocer casi un siglo después lo que hizo en un Elche que apenas daba sus primeros pasos, y Nino ya no tiene a nadie por delante en los ránkings franjiverdes. Antes cedió sus galones Miguel Quirant como futbolista con más partidos disputados. No sé si alguien algún día desbancará al de Vera.

Tampoco sé qué le queda por hacer a Nino vistiendo la franja. Bueno, sí lo sé, pero mejor esperar a alcanzar los 50 puntos para empezar a escribir sobre ello. Me niego a creer que una historia como la de Nino en el Elche, que puede llegar a las bodas de plata de duración, no nos guarde el final feliz que todos deseamos. Si el fútbol tiene un mínimo de justicia, se hará. Sea este año o el que viene.

Del partido podríamos decir muchas cosas, pero lo de Nino lo abarca casi todo. 88 minutos de juego para que una leyenda de 40 años nos obligue a hablar sólo de dos. Pero qué dos minutos. Qué dos goles. El primero, sin pensar, a la cazuela. El segundo, desde sus 168 centímetros de altura, cabeceando un gran centro de Juan Cruz. Porque Nino es bajo, sí, pero siempre ha sido un excelente rematador con la testa. En ello influye más su inteligencia y su capacidad de trabajo que los centímetros que la Naturaleza le dio.

En 1998, Nino marcó su primer gol como profesional. En 2020, Nino ha marcado su gol número 132 con el Elche y el 239 como profesional. En todos y cada uno de estos 23 años naturales ha celebrado alguna diana, un récord de longevidad que no admite comparación desde hace un par de años en España y que, al menos un servidor, sólo ha encontrado a otro futbolista de élite en la Europa Moderna capaz de alcanzar la misma cifra. El galés Ryan Giggs, leyenda del Manchester United, marcó durante 23 años seguidos. Nadie más. En Sudamérica sí hay otros casos. Y en blanco y negro están los estratosféricos registros del austriaco Josef Bican, máximo goleador de la historia del balompié, o del brasileño Pelé.

Así es Nino, que en Lugo también celebraba una efeméride curiosa y especial, ya que disputaba su partido número 500 con el dorsal 7 en la espalda. Es su número. Aquel que escogió porque soñaba con ser Emilio Butragueño, su ídolo de pequeño. «El Buitre», hombre tan discreto como Nino, puede estar orgulloso de este legado, que no será el más mediático pero sí es ejemplar.

Esto es lo que tiene escribir sobre Nino, que da para rellenar una y mil páginas. Empezaba con una confesión y voy a terminar con otra, si me permiten el exceso: ojalá Nino pudiera no retirarse. Aparte de por lo obvio, no se pueden ni imaginar la de reportajes, datos y curiosidades que desprende su trayectoria futbolística. Si hace falte, que le vistan como al Cid, con una franja en el pecho, y lo saquen a hombros al césped.