Dijo con acierto Jorge Valdano que «el fútbol es un estado de ánimo». Lo hizo refiriéndose a las rachas de los equipos y cómo les influye un buen o mal resultado. Pero el fútbol es mucho más y en Elche, desde siempre, ha sido una forma de entender e interpretar el ilicitanismo. No es un estado de ánimo, es el estado de ánimo. Algo tan intrínseco para la mayoría como pueda ser el Misteri, la Dama y el Palmeral, la Nit de l'Albà, los Moros y Cristianos, la Venida de la Virgen o la Semana Santa. Un hecho, el de acudir puntual al Martínez Valero, haga frío, lluvia o 35 grados, que forma parte de la simbología de esta ciudad. De miles de chavales que han crecido con este peregrinaje ya bien el equipo estuviera en Primera, Segunda o Segunda B para después llevar a sus hijos durante generaciones.Si ustedes se paran a pensar, de todos estos patrimonios que existen en la ciudad el único que ha cambiado es, precisamente, el fútbol y no para mejor, por desgracia. Nosotros somos los mismos, pero el balompié ha pasado de ser un sentimiento a formar parte de un espectáculo, a ser un negocio de proporciones incalculables que justifican unos sueldos desorbitados a jugadores o entrenadores que no aportan garantías y en el que, al final, sólo puede quedar uno. Y nosotros, ilusos, nos pensamos que eso nunca nos iba a pasar.La llegada de Bragarnik al Elche viene a suponer un antes y un después en la historia de este club porque, como bien decía mi compañero José Antonio Galvañ, nunca en sus 93 años de historia había estado en manos de alguien que no fuese ilicitano y, por mal que le fuese al presidente, por muchos silbidos que se dirigieran hacia el palco pidiendo su dimisión, siempre había otro valiente/osado dispuesto a coger las riendas, a ser el salvador. Que los empresarios ya no son lo que eran porque el fútbol tampoco lo es, que el estar al frente de un consejo de administración futbolero se convirtió hace ya mucho tiempo más en un permanente precipicio que en un lugar donde fumarse un puro y sacar barriga, nos ha llevado a la insólita situación de dejar uno de los patrimonios, uno de los sentimientos de la ciudad, y también de muchos aficionados de la provincia, en manos de un fondo de inversión. Y es lógico el vértigo que nos va a entrar, si no nos ha entrado ya, porque nadie sabe esta nueva aventura qué nos va a deparar porque el Elche, si aún no lo era, se ha convertido en un negocio y la pregunta que nos hacemos es si por ende también ha dejado de ser un patrimonio de la ciudad porque todo lo que veamos en el campo a partir de ahora va a estar mediatizado por su mercantilización. Si juega uno u otro delantero veremos intereses espúreos, si traen a uno u otro jugador será, pensaremos, con aviesas intenciones y sólo si el equipo sigue con la racha actual creeremos que han acertado y que estos inversores que sólo ven participaciones y dividendos a corto, medio o largo plazo, realmente forman parte del ilicitanismo, pero iban disfrazados.Aunque lo único que me da cierta esperanza es pensar que nadie mete su dinero para palmar, a no ser que hasta de una derrota se pueda hacer negocio...