El plan a cuatro años del expresidente José Sepulcre para el Elche apenas se ha quedado en seis meses de vigencia. El máximo accionista saliente de la entidad reapareció en público «a bombo y platillo» el pasado 28 de mayo para anunciar un nuevo proyecto para el club ilicitano basado en «la estabilidad económica, la modernización, la profesionalización» y en el retorno a Primera División como objetivo final en el horizonte de 2023.

Sin embargo, el plan cuatrienal de Sepulcre se ha quedado reducido a apenas seis meses y el club pasa a manos del agente argentino Christian Bragarnik, que toma el control total de la entidad y en breve comenzará a tomar sus propias decisiones, por mucho que ayer anunciara una línea continuista de la actual gestión.

Cuatro años fue también el periodo que permaneció alejado de cualquier protagonismo Sepulcre tras su dimisión en 2015 por el traumático descenso administrativo de Primera División por el impago de una deuda de más de seis millones de euros a la Agencia Estatal Tributaria y otra de más de cinco con la Asociación de Futbolistas (AFE).

No tiene el dirigente saliente el don de la oportunidad. En aquel doloroso episodio de 2015 el equipo de Fran Escribá acabó la Liga en Primera en una meritoria 13ª posición, pero se tuvo que ir a Segunda por la pésima gestión en los despachos. Ahora, con el conjunto de José Rojo, Pacheta, en puntos de promoción de ascenso a la máxima categoría opta por desprenderse de la propiedad con el consiguiente impacto que pueda tener la decisión sobre el vestuario y el cuerpo técnico.

Aunque siempre controló el club a distancia como máximo accionista y a través de la figura del presidente Diego García, como del ahora saliente Joaquín Buitrago, Sepulcre quiso escenificar en mayo pasado su vuelta al primer plano del franjiverdismo con el anuncio por bandera de la «profesionalización y modernización» de la entidad.

Para ello presentó como «pilares» de su plan cuatrienal al director deportivo Nico Rodríguez, que asumió plenos poderes en el área deportiva -cantera incluida- y a la directora general Patricia Rodríguez -procedente de un club de Primera como el Eibar como máxima responsable de la parcela económica. El futuro de ambos -como el de Sergio Mantecón- está ahora en el aire, una vez que Bragarnik tome el control de la institución y, como dicta la lógica, se rodee de personas de su estricta confianza en los puestos clave.

En la parcela económica y jurídica, tendrá que hilar muy fino el nuevo equipo directivo de Bragarnik para lidiar con la solución final a la devolución de los más de cuatro millones de euros que reclama Bruselas por ayudas estatales en relación con el aval del Instituto Valenciano de Finanzas (IVF) al club franjiverde. Otro tanto cabe decir del conflicto con Eventos Petxina y el cobro por parte de esta entidad de una sustancial parte de los traspasos del club.

Y en el terreno deportivo, el franjiverdismo reaccionó ayer de inmediato a través de las redes sociales para promover el hastag «Pacheta no se toca». Un aviso a navegantes sobre el protagonismo y la importancia del técnico burgalés en la refundación de este Elche, al que cogió en las catacumbas de Segunda B y lo ha situado en apenas dos años entre los mejores de la categoría de plata con un presupuesto muy por debajo de la media.

En la cuadratura del círculo que busca Sepulcre con esta jugada -la recuperación de la inversión y del prestigio perdido-, puede que ya tenga asegurado el dinero. Lo del prestigio es más difícil.