Michael Laudrup era sinónimo de elegancia en el fútbol de los 90. El juego del mediapunta danés justificaba el paso por caja a la hora de pagar el precio de una entrada, fuese el momento que fuese. Incluso en pretemporada. Un detalle, un control orientado, un pase mirando hacia el tendido... El abanico de recursos de Laudrup fue la principal carta de presentación que le permitió completar una notable carrera en clubes como Lazio, Juventus, Barcelona o Real Madrid.

No faltaron momentos complicados en ese currículum. Por ejemplo, cuando pasó de un Barça que venía de arrasar en la era Cruyff a un deprimido Real Madrid, de la mano de Jorge Valdano, con el consiguiente señalamiento público por parte de la afición culé. En sólo un año vivió dos manitas históricas, primero la que los azulgranas le endosaron a los blancos y luego la que estos devolvieron a aquellos. El Dream Team, curiosamente, se empezó a desvanecer cuando perdió a su jugador con más talento, víctima de roces con el genio holandés de los banquillos y de los cupos de extranjeros previos a la Ley Bosman.

Tampoco pudo triunfar plenamente en Italia, en una época en que el físico en el Calcio prevalecía sobre la calidad, excepto si te llamabas Roberto Baggio. Y no vivió el gran éxito de la selección danesa, aquella Eurocopa de 1992 que ganaron tras entrar como invitados a última hora por la exclusión de Yugoslavia. Sin embargo, su palmarés y su recuerdo permanecen intachables, especialmente en un Barcelona que con él ganó cuatro Ligas y su primera Copa de Europa y en un Real Madrid al que, como decíamos, guio a la resurrección tras las catástrofes de Tenerife.

Su última temporada

Así llegó Laudrup al verano de 1997, tras una gran trayectoria que tocaba a su fin. Alargó su carrera para poder disputar el Mundial de Francia de 1998, jugando un año en Japón y ese último curso en un histórico como el Ajax de Amsterdam, que ya había sufrido el habitual expolio por parte de los grandes clubes europeos de las estrellas que le habían llevado a ganar una Champions (1995) y a llegar a la final de otra (1996) dirigidos por Louis van Gaal.

Aquel Ajax liderado por Laudrup y por otras figuras que aún permanecían en la plantilla como los gemelos Frank y Ronald de Boer, el veterano Danny Blind u otro exazulgrana como Richard Witschge, fue el invitado de gala del Elche en la edición del Festa d'Elx de 1997. El danés, cabeza visible de la expedición, quedó prendado por las instalaciones del club franjiverde durante los dos días que pasó en la ciudad. «Todos mis compañeros me han preguntado en qué categoría militaba el Elche y se han sorprendido cuando les he dicho que en Segunda... aunque espero que sea por poco tiempo», declaró en la previa. En el Martínez Valero se entrenó y jugó, en un partido que los holandeses se llevaron por goleada (0-5), pero que no se sentenció hasta que el mago danés saltó al terreno de juego.

El Elche, dirigido por Ciriaco Cano y en plena preparación de su retorno a Segunda tras los duros años en la categoría de bronce del fútbol español, presentó un once con Picazo en la portería, Héctor, Gustavo, Juanmi y Javi en la retaguardia; Jaume, Sukunza, Dani Borreguero, Manel y Juanjo en la medular y el goleador Eloy quedando como referencia ofensiva. En el segundo acto jugaron Patxi Iru, Adolfo, Rubén Coméndez y Nano.

Gol fantasma de Laudrup

Los franjiverdes aguantaron en el primer tiempo, encajando solo un gol, obra del sudáfricano McCarthy, que posteriormente jugaría en el Celta de Vigo, el rematar de cabeza un centro desde la derecha. Los minutos pasaban y, pese a la superioridad holandesa, el Elche aguantaba. Hasta el minuto 67. Ese fue el momento en el que Laudrup saltó al terreno de juego entre vitores. El crack tardó solo un minuto en anotar el 0-2, no sin polémica, ya que fue un gol fantasma que pareció no entrar.

De ahí al final, el Ajax fue un rodillo, guiados por Laudrup. El portugués Dani, que militaría con más pena que gloria en el Atlético de Madrid, hizo un doblete. Era una gran promesa que no llegó a explotar. Más o menos como le ocurrió a Witschge, encargado de cerrar la manita con la que el Ajax se llevó el Festa d'Elx a Amsterdam. Desde la grada del Martínez Valero se despidió con honores a un genio del fútbol como Laudrup. Meses después, el danés colgaba las botas y el fútbol perdía un poco de su magia.