Parecía que con el ascenso a Segunda, la mejoría deportiva y la presencia de un líder y un guía al que todos idolatran, como es Pacheta, los males institucionales del Elche iban a ir curándose. Incluso, en la presentación del trofeo «Festa d'Elx» en el Ayuntamiento se rebajó de forma considerable el tono belicoso que tiempo atrás habían mantenido los responsables municipales con el consejo de administración por su lucha con el Instituto Valenciano de Finanzas (IVF) y las numerosas trabas que habían puesto los directivos franjiverdes para la entrada de un inversor y la recuperación del dinero público.

Por fin parecía que se hablaba solo de fútbol y se había recuperado la ilusión en el regreso al fútbol profesional. Prueba de ello es el respaldo de la afición. El Elche cuenta ya con 12.600 abonados y el pasado sábado frente al Granada, el estadio Martínez Valero registró la sexta mejor asistencia de público de la La Liga 123, con 11.025 espectadores, mejorando incluso la de dos partidos de Primera como el Éibar-Huesca (4.232) o el Girona-Valladolid (10.900).

Todo parecía en calma, por lo menos de puertas hacia fuera. Todos trataban de remar en la misma dirección hasta que han aparecido algunos de los mismos erorres que, tiempo atrás, condenaron al Elche a la mayor vergüenza de su historia, como fue el descenso administrativo de Primera: los desajustes económicos, intentar gastar más de lo permitido, las mentiras y, sobre todo, no ser claros y trasparentes.

Límite salarial

Intentar gastar más de lo permitido por LaLiga

El club ilicitano sabía desde un primer momento que contaba con un tope salarial de 3,2 millones. Sin embargo, desde el consejo siempre han estado convencidos de poder ampliarlo. Por ello, le indicaron al director deportivo, Jorge Cordero, que podría gastar unos 4 millones para configurar la plantilla. El responsable de la parcela deportiva se ha guiado por lo que le decían sus jefes y a la hora de presentar las fichas han llegado los problemas. Cuatro futbolistas se han quedado sin inscribir y algunos de ellos como Manuel Sánchez no ha podido cumplir el partido de sanción que arrastraba de la temporada pasada.

A pesar de ello, cuando días antes de comenzar la Liga se le preguntaba al presidente, Diego García, si iba a haber algún problema para inscribir a todos los jugadores señalaba de forma tajante: «Para nada. Eso faltaba, que no pudiésemos utilizar los futbolistas que tenemos». Luego se ha demostrado que no era así.

Es cierto que están intentando, por todos los medios, ampliar el límite y que hay otros clubes (Córdoba, Extremadura y Reus) en la misma situación. Pero sabiendo lo estricta que está LaLiga, ¿por qué se ha gastado más de lo permitido? ¿Por qué no se ha ajustado al límite y, si luego se amplía, poner la guinda con dos o tres fichajes más? ¿Por qué no se habló claro al entrenador, al director deportivo, a la plantilla y a la afición y se le dijo que para cuadrar los ingresos y gastos que obliga LaLiga solo se podía hacer un equipo de 3,2 millones? ¿Se sentirá engañado Cordero? ¿Y Pacheta?.

Todo ello puede provocar un cisma en el vestuario, como ya ocurrió en la última temporada en Primera en la que los futbolistas se vieron obligados a bajarse los sueldos para poder inscribir a todos, que puede romper el buen ambiente que estaba siendo la tónica predominante y la clave de los éxitos.

¿Qué pueden pensar futbolistas como Jony Ñíguez o Claudio Medina si, al final, no pueden ser inscritos y teniendo contrato laboral se tienen que marchar?.

Y menos mal que la marcha de Unai Simón ha venido hasta bien para liberar masa salarial y obtener unos ingresos del Athletic Club de Bilbao. Porque la situación podría haber sido aún peor.

Además, LaLiga ya condenó al club ilicitano y seguro que va a estar alerta para vigilar cualquier artimaña financiera que se intente para ampliar el límite salarial. Y esperemos que no planee un nuevo descenso administrativo, porque eso sí que sería la ruina.

Cuerpo médico

¿Cómo es posible que no hubiera ningún médico en el banquillo?

Otro de los esperpentos que ha ocurrido en el Elche en los últimos días fue la ausencia de un médico en el banquillo durante el partido frente al Granada. Solo se pudo sentar el fisioterapeuta Álex Vázquez porque el jefe de los servicios médicos, el doctor César Quesada, no tenía su licencia tramitada, a pesar del riesgo de que hubiera habido una lesión grave o sucedido una desgracia y no poder atenderla. O, en caso de hacerlo, someterse a una sanción.

Pero este tema viene de lejos. La temporada pasada el consejo ya obligó a todo el cuerpo médico a rebajarse los sueldos porque el equipo había descendido a Segunda B, a pesar de que su trabajo seguía siendo el mismo. Al final, accedieron con el compromiso de que, en caso de ascenso, volverían a cobrar las cantidades anteriores. Pero desde el club, incluso, le han planteado ahora una reducción mayor todavía y tienen varias deudas sin cobrar. Lo que tampoco ayuda al buen ambiente del vestuario.

Ampliación de capital

La convocatoria de la asamblea se aprobó el 15 de agosto por la tarde a pesar de ser festivo

Otra de las cuestiones que también han provocado cierto recelo e incredulidad en el entorno franjiverde y que han recrudecido viejas heridas ha sido la convocatoria de la junta extraordinaria de accionistas del 18 de septiembre, en la que se van a proponer dos ampliaciones de capital por valor de 4.5 millones.

Resulta un tanto extraño que en el edicto se indique que la convocatoria de la junta la aprobó el consejo de administración en una reunión celebrada el 15 de agosto, a las siete de la tarde, un día festivo y el día grande de las fiestas de la ciudad. Además, esa convocatoria puede provocar un nuevo cisma y más litigios jurídicos con el IVF, que se opondrá a la ampliación mientras no haya un acuerdo para recuperar el crédito.

Está claro que el Elche necesita liquidez y dinero. Pero, ¿por qué no se hacen las cosas bien y se llegan a acuerdos antes de plantear las cosas? ¿Es necesario abrir más guerras? ¿Qué han aportado los actuales consejeros de su bolsillo?

Por lo menos, José Sepulcre y algunos de los directivos de sus diferentes etapas, con todos sus defectos y los numerosos errores que cometieron, aportaron dinero y avalaron personalmente cantidades importantes. Y quizá habrá que recordar, como en su día hizo Ramón Segarra, parafraseando a Juan Carlos Ramírez, que «a las casitas se juega con dinero».