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Análisis

Otro regate del Consejo

Los directivos del Elche no exponen soluciones claras y la fractura con la mayoría de la afición se está convirtiendo en irreversible

Otro regate del Consejo

Está claro que en una sociedad anónima deportiva el poder se mide por las acciones que cado uno tiene. Pero un club de fútbol es algo más. Es el sentimiento de mucha gente, de muchos aficionados que sufren, ríen y lloran por su equipo. Que incluso no cenan después de una derrota de su equipo. Todo lo que rodea al Elche se ha convertido en una guerra en la que el grado de inquina de unos hacia otros y viceversa está llevando al club ilicitano hacia un precipicio que cada vez está más cercano.

Los resultados deportivos en los últimos años están siendo nefastos. Ni en los peores sueños se podía imaginar que, en poco más de tres años, se iba a pasar de ver en el Martínez Valero al Barcelona o al Real Madrid al Peralada o la Peña Deportiva de Santa Eulalia.

La entidad franjiverde está en quiebra técnica y cerca de la disolución. Sin embargo, los dirigentes del Elche tienen la habilidad de sacarse de la manga los regates más imposibles cada vez que se plantean posibles soluciones en las que ellos no son los protagonistas.

Se habían visto de todos los colores. Desde el préstamo que José Sepulcre y Antonio Rocamora fueron a buscar a países exóticos y que nunca apareció, al pagaré trucho de Juan Anguix o poner todas las trabas jurídicas, habidas y por haber, para la llegada de Skyline, del que decían que era una sociedad ficticia que había sido fundada para comprar el crédito del IVF.

Sin embargo, estamos viendo cómo esta mercantil ha entrado en el Albacete, ha aportado dinero, ha reducido considerablemente la deuda con Hacienda y en el aspecto deportivo está luchando por crecer cada día. La excusa del presidente del Elche, Diego García, fue que no era el mismo grupo que pretendía comprar el club ilicitano. Hasta donde se sabe, Víctor Varela, consejero delegado del club manchego, estaba en el proyecto que Skyline tenía preparado para la entidad franjiverde; y Jesús Hernández era el director de comunicación de la mercantil cuando negociaban con el IVF y ahora ocupa ese mismo cargo en el Albacete.

José Miguel Garrido, con dinero fresco, curiosamente de la venta del conjunto manchego a Skyline, también estaba dispuesto a hacerse con el crédito del banco del Consell y prometió aportar cantidades importantes para sufragar el déficit de la presente temporada.

La respuesta del consejo de administración, con Sepulcre en la sombra, fue, una vez más, sacarse de la manga otro regate imposible, torpedeando la compra y presentando, en nombre del Elche, una oferta a la subasta, a pesar de no contar con el requisito indispensable, como es el aval de 4,1 millones para hacer frente al requisito de la Unión Europea, que está al caer más pronto que tarde.

Mueve los hilos a su convenencia

José Sepulcre maneja los hilos a su conveniencia. Un día se levanta y dice: Juan Serrano ya ha estado bastante tiempo en la presidencia. No me gusta su carácter pacificador y su acercamiento con el IVF para intentar buscar soluciones a los problemas. Ya le sobra estar en el sillón. Soy el accionista mayoritario y aquí la pelota la controlo yo.

Se le olvidó que hace tres años, cuando existía seriamente el riesgo de un nuevo descenso administrativo, fueron los pequeños accionistas, guiados por Serrano y José Alberola y otros dirigentes, los que arrastraron al empresario Juan Perán y a muchos amigos suyos de corazón franjiverde a conseguir el dinero necesario para sobrevivir en Segunda División.

La junta de accionistas del pasado lunes protagonizó un capítulo más de este callejón sin salida en el que se ha convertido este Elche. Al vocabulario de los últimos años, como el lunes llega y el lunes se paga, descenso administrativo o pagaré trucho; se ha unido un nuevo vocablo: confort letter.

Sabiendo como está el parque, si de verdad tienen el aval de 4,1 millones, ¿por qué se esconde el nombre de la empresa que lo ha certificado y quién está detrás? Otro regate más.

Es lícito que importantes accionistas como Sepulcre o Los Serranos, a través de Ramón Segarra y César Nohales, defiendan sus intereses particulares. Pero de ahí a que se den golpes en el pecho de ser y querer más al Elche que nadie hay un buen trecho.

¿Hasta donde va a llegar esta situación? El lunes ya vimos cruces de insultos con accionistas y salidas de tono de consejeros, como José Luis Maruenda, que olvidó que en ese momento estaba representando a un club casi centenario.

El tiempo pasa y los regates se suceden, pero las soluciones reales no aparecen. Y lo que es peor, no se le permite la entrada a nadie que pudiera aportarla.

¿Qué intereses hay detrás? Recordad cómo en una entrevista a Sepulcre en Navidad de 2014 el expresidente dijo: «El mejor regalo que le podría hacer a mi familia sería irme, pero no lo voy a hacer».

¿Por qué se aferran al sillón? ¿Tienen algo que esconder? El daño ya está hecho y, aunque encuentren las soluciones, el sentimiento por el Elche ya no será el mismo.

La fractura social cada vez es más grande. Está claro que dominan las acciones y «Regeneración» o «Salvemos al Elche» no tienen el poder para revertir la situación y luchan contra molinos de viento. Pero no hay que olvidar que estos dos grupos llegaron a contar con la sindicación de los pequeños títulos de casi 10.000 aficionados.

Sepulcre y los actuales dirigentes, por muchas bolitas mágicas que se puedan sacar de las chistera, tienen muy difícil recuperar el crédito de una afición deprimida, cansada y hastiada. Y lo que es peor, el Elche, poco a poco, se va muriendo, y la posibilidad de sanarse es cada vez más una utopía. Pero este consejo de administración sigue haciendo regates.

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