El Elche vivió ayer en el estadio Ramón de Carranza su tercer descenso a Segunda División B. La derrota ante el Cádiz Cádiz (2-1) lo certificó de manera rotunda. Dieciocho campañas después, el equipo ilicitano se ve de nuevo en el infierno, cuando hace dos temporadas estaba en Primera División y fue descendido en los despachos hace hoy dos años. Parece que fue ayer, pero el tiempo va deprisa y las cosas que se hacen mal, terminan de esta manera. Después de muchos años, lo deportivo se ha dado la mano con lo institucional y el futuro del club se torna oscuro.

El 9 de junio de 1991 perdía en San Mamés por 3-0 ante el Bilbao Athletic y caía al pozo. Fue la primera vez que se besaba dicha categoría maldita. Posteriormente, el 10 de mayo de 1998, a una jornada para el final, como en esta ocasión, los ilicitanos han seguido el mismo camino, tras perder por 2-1 frente al Jaén en el campo de la Victoria. Volverían a la categoría de plata una campaña después en Melilla al final de la 98-99.

Ahora, ha sido en Cádiz donde el Elche ha dicho adiós a Segunda después de un final de Liga inexplicable en el que sólo ha ganado un punto de los 24 posibles. Todo un desastre. Ni el cambio de técnico ha servido para frenar esa caída al precipicio que se veía venir tras la contratación de un técnico sin un nivel para llevar un equipo profesional llamado Alberto Toril y un consejo de administración que se preocupó de situaciones ajenas a las deportivas y no puso soluciones. De aquellos polvos llegan estos lodos.

Se optó por forzar la salida de Ramón Planes, Juan Contreras y Lucas Alcaraz de la parcela deportiva para meter a Toril y José Luis Molina y poder manejar desde los despachos los hilos de la comisión deportiva. Ahí están los resultados. El fútbol no tiene secretos y si se hacen las cosas mal, el final no puede ser muy diferente al que se vivió ayer en Cádiz.

Quizás, algún veterano de ese vestuario debió ir a la puerta del presidente y comunicar que por ese camino sólo se iba al desastre, como así ha sucedido. Ellos sabían mejor que nadie que así no se puede jugar en el mundo profesional. Se esperó durante mucho tiempo en lograr una victoria que lo arreglara todo, pero en ocho encuentros no llegó.

Un equipo diseñado para luchar por meterse en la promoción de ascenso a Primera ha terminado en la ruina, porque nunca se supo que en esta categoría si no eres capaz de ganar un partido por 1-0 y figuras como segundo equipo más goleado, la permanencia es imposible.

Mucha gente se dejó engañar por ese juego preciosista que no llevaba a ninguna parte, otros siguieron negando el pan y la sal a la gran campaña que hizo Rubén Baraja por considerarla rácana y poco ambiciosa, pero, al final, el tiempo ha demostrado que ese era el camino y no el que ha llevado al Elche a Segunda División B.

En la primera parte, se cumplió el guión previsto. El Elche tuvo el balón en sus pies e intentó controlar el partido y que el Cádiz no lograra montar sus temidos contragolpes por banda. Álex Fernández y Fabián trataron de mover en la medular, pero por banda jamás aparecieron Borja Valle y Hervías. Al equipo le faltó chispa para desbordar a un rival muy bien trabajado a nivel defensivo y que sabe en todo momento a lo que juega.

Tras el descanso, Guillermo salió en lugar de Pelayo, que recibió un golpe en la clavícula en el minuto 44. Cuando se esperaba el paso adelante del equipo ilicitano, a la salida de un córner, Aridane de cabeza, con la ayuda de Pelegrín adelantó a los andaluces en el 52. Otra jugada a balón parado, mal defendida por la defensa ilicitana, mataba al equipo ilicitano. Allí se acabó el Elche.

Luego llegó el gol de Salvi y el de Guillermo, pero ya el Elche estaba en Segunda B. El único que cumplió con sobresaliente en el Ramón Carranza fue su afición que no dudó en desplazarse a ver el partido, consciente de que hacía falta un milagro, y terminó gritando «¡Elche! ¡Elche!».