Decía ayer Luis Enrique, en su comparecencia de Prensa previa al Athletic Club-Barcelona de Copa del Rey, que «si algo he aprendido del fútbol es que el futuro no existe. Mejor disfrutar del día a día, nadie sabe lo que acontecerá». Con esa sensación abandona el Elche Lolo. Llegó la pasada campaña a un club al borde del abismo, se dejó todo lo que llevaba dentro para evitar que la entidad desapareciera, fue el guía de Rubén Baraja, junto a Armando, delante de los más jóvenes, y, unos meses más tarde, le toca salir por la puerta de atrás. En el fútbol no existen sentimentalismos, eso es cierto, pero creo que el jugador onubense se merecía otra salida. Ha lucido con orgullo el brazalete de capitán y se va como si fuera un don nadie y sin tener la oportunidad de enseñar el fútbol que mostró la campaña anterior. Se ha cambiado de estilo sí, pero un vestuario necesita jugadores como él. Ahí está el caso de Mantecón en el Cádiz. No juega mucho, pero su presencia es fundamental en el grupo. Además, podía aportar equilibrio en la medular como nadie. Se va todo un señor del mundo del fútbol.