Recuerda como si fuera ayer ese 6 de enero en el que los Reyes Magos le trajeron su primera pelota de goma cuando tan solo tenía siete años. En la residencia de la Casa Cuartel de la Guardia Civil del barrio de Altabix de Elche, donde ejercía su padre, sus Majestades de Oriente también dejaban regalos y, en alguno de los casos, con mucha visión de futuro. No en vano, uno de aquellos niños, décadas después, se convertiría en un ídolo de masas.

Era la mañana más esperada de todos los pequeños y, también, la de un asturiano afincando en Elche llamado Marcial Pina, más conocido como «El Rubio».

Le gustaba jugar al fútbol y entre sus sueños de niñez no estaban ni ser una estrella y, aún menos, ser el Robert Redford o el Steve McQueen del fútbol español. Era un niño atractivo y, por lo tanto, destacaba tanto dentro como fuera de los campos de barro.

Aspiraba a tener una pelota en propiedad para jugar con sus amigos en barrio de la Guardia Civil. Recuerda que la portería la formaban los troncos de los árboles, y tampoco puede olvidar cómo su mayor pesadilla vino el mismo día de la visita de los Reyes Magos, cuando su regalo quedó hecho añicos por los golpes recibidos en el campo de batalla. La dichosa pelota no duró ni un día. Entonces el joven Marcial tendría que que esperar hasta el año siguiente para disfrutar de una nueva pelota, pues los recursos eran los justos y los regalos llegaban en fechas señaladas como en Navidad.

Sin embargo, durante esos años «El Rubio» se fue forjando hasta conseguir las tablas del que sería una de las leyendas vivas de nuestro deporte rey. Con licencia para opinar, Marcial Pina, 36 años después de su retirada, dice tener una espina clavada al no poder jugar nuevamente al deporte que le dio todo en esta vida: fama, prestigio y dinero. A sus 70 años, reconoce con resignación que «me gustaría jugar otra vez».

Marcial Pina mantiene todavía muy frescas las secuelas del fútbol profesional: los títulos, las lesiones, los encontronazos con sus rivales y, en especial, el enfundarse las camisetas de la selección nacional, FC Barcelona, Atlético de Madrid, Español y, como no, la de su Elche CF. «Vestir la camiseta del Elche fue un verdadero honor, pero era joven y me querían muchos equipos», admite.

Con 17 años pasa del Juvenil franjiverde al primer equipo sin jugar ni un solo minuto con el filial. El veterano periodista Santiago Gambín, le recuerda en su libro «Hitos, Mitos y Leyendas» como «un dechado de estilismo, equilibrio, finura y calidad técnica».

Marcial Pina debuta en Primera División con el Elche en la temporada 1964-65, un 18 de octubre, ante la UD Las Palmas, «a pesar de tener una fisura en la clavícula no podía dejar pasar la oportunidad de mi vida».

En esa campaña consigue jugar 24 partidos y, en el siguiente curso liguero, le pisó los pies a otro de los mitos intocables de los franjiverdes: Ángel Romero. A la conclusión de su segunda etapa ilicitana, Marcial recibe ofertas del Inter de Milán, Real Madrid, Barcelona y Español. Las horas de este chaval como franjiverde estaban contadas. Su destino, estaba lejos de la ciudad de las palmeras. El club ilicitano quiso hacer caja con él «y a mí también se me presentaba otra oportunidad única de progresar», reconoce Marcial. Su destino fue el Español quien puso encima de la mesa diez millones de razones, o lo que es lo mismo, monedas de las antiguas pesetas. A pesar de las arduas negociaciones, el Elche CF aceptó su marcha.

El club le dio una salida digna, como se merecía y ante su afición. Se vistió la zamarra ilicitana en 50 ocasiones. Y un 6 de marzo de 1966 realizó el saque de honor ante el Real Mallorca en un campo de Altabix a rebosar. «Recuerdo mi despedida con mucha nostalgia» siente aún Marcial.

Su paso por el Español duró poco tiempo por motivos extradeportivos ajenos al propio jugador. Lo más reseñable fue su debut con La Roja ante Irlanda.

Al Barcelona de Cruyff

Su penúltima parada fue el FC Barcelona, cuyo peaje costó veinte millones de pesetas. Como blaugrana, Marcial estuvo ocho temporadas, marcó 79 dianas y fue segundo máximo goleador por delante de Johan Cruyff y por detrás de Quini, en la temporada 1973-1974.

Luego, «me echaron del Barcelona y cuando me enfrenté a los blaugranas, con el Atlético de Madrid de Luis Aragonés, me vengué marcando dos goles de falta, uno con cada pierna y desde más de diez metros fuera del área», exclama Pina con los ojos brillantes, como recordando aquel mítico partido. En su última etapa con el Atlético de Madrid, en la temporada 1977-78, hasta que decidió colgar las botas en 1980, se vio la última versión de Marcial Pina. Ese hombre que fue capaz de marcarle goles al mejor Real Madrid de la época con cuatro equipos diferentes: Elche, Español, Barcelona y Atlético de Madrid. Otra hazaña más que aparece en su rico y variado palmarés.

Y como bien dijo Vujadin Boskov: «fútbol es fútbol», tanto si se juega con pelota de cuero, de plástico o de goma, como la de Marcial Pina.