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Baraja cumple el expediente

El técnico castellano prepara su marcha del Elche después de conseguir el objetivo de la permanencia

Baraja cumple el expediente

Rubén Baraja tiene la decisión tomada y aunque no ha dicho oficialmente que deja el banquillo del Elche el 30 de junio, a buen entendedor pocas palabras bastan, que sentenciaba el comediógrafo latino Maccio Plauto. El vallisoletano considera que ha cumplido su expediente, su trabajo ha sido bien entendido en el panorama nacional y ha notado que no existe mucha sintonía con el actual consejo de administración, que hace unos meses no quiso dar el paso adelante, a petición de director deportivo Ramón Planes (Que también puede irse), de ampliarle su contrato.

Todo el entorno ha reconocido su trabajo, aunque al final predominó la corriente de que había equipo para mucho más. Él no se dejó engañar por las apariencias, consciente de que contaba con una plantilla con tres o cuatro veteranos, pero mucha gente joven que venía de no jugar en las últimas campañas. La exigencia para sobrevivir entre lobos iba a ser máxima y no convenía volverse loco. Tuvo claro desde el principio el camino a seguir y aplicó su método sin titubeos y consciente de que lo primero y principal era llegar a los 50 puntos y que las piernas no se bloquearan en el camino. Si entras en barrena, en la recta final de la competición, ganar partidos se convierte en una odisea y en un abrir y cerrar de ojos se puede pasar de luchar por algo bonito arriba a no saber los motivos de ver cómo caes al pozo. Casos de Ponferradina o Valladolid.

El preparador castellano ha sido un ejemplo de saber estar en todo momento, tanto dentro como fuera del banquillo, a pesar de las muchas zancadillas que encontró en el camino, y no está dispuesto a repetir un verano como el anterior en un club en el que no ve claro cuál va a ser su nuevo proyecto. Está orgulloso de lo conseguido y prefiere mirar hacia adelante sin rencor.

En el Elche ha tenido la oportunidad de debutar como técnico profesional y eso nunca lo olvidará. En una campaña ha tenido la oportunidad de comprobar lo que supone guiar a un grupo humano dentro de un vestuario durante 42 jornadas. Tras sus años de profesional como futbolista, en equipos de renombre como Atlético y Valencia, y su paso por la Selección Española, muy poco le podía sorprender a la hora de manejar a veintitantos futbolistas, aunque su experiencia como técnico no había pasado de juveniles y la presión sólo llegaba de algún padre quejoso porque su hijo jugaba pocos minutos.

En el club ilicitano le ha tocado aprender de forma rápida y sin ningún tipo de anestesia. Llegó pensando que iba a dirigir al Elche en Primera, luego se produjo el descenso administrativo e incluso se temió que el club cayera a Segunda B. El batacazo se frenó en la división de plata y él no titubeó.

Se tuvo que hacer un equipo en 20 días. Ramón Planes, su principal aliado, ayudó a ello. Sin apenas pretemporada se comenzó a andar en una Liga donde los errores se pagan muy caros. Ahí están los casos de equipos potentes como Almería y Mallorca, que luchan por evitar el descenso.

Su equipo comenzó haciendo un fútbol preciosista y de llegada fácil al campo contrario. Todo el mundo se frotó las manos y se pensó que había plantilla para luchar por algo más que la permanencia. En apenas quince días, en los duelos ante Llagostera y Mirandés, recibió cuatro goles en cada uno de ellos. Los errores en la salida de balón penalizaron en exceso en el equipo franjiverde, porque en ninguno de los dos partidos mereció ese castigo.

Baraja tuvo que escuchar en su interior los mensajes que le mandaba el equipo y decidió poner en marcha un método basado en un Javi Jiménez seguro bajo los palos, la solidez defensiva de Armando, el oficio de Lolo y un Sergio León con gol en sus venas.

Con ese esqueleto básico supo enseguida que no podía meter a su equipo atrás a defender, porque hubiera sido un suicidio, pero tampoco podía irse al ataque, porque podrían verse todas sus vergüenzas. Apostó por un doble pivote defensivo y gladiadores como Álvaro que lucharan cada balón como si fuera el último.

Intentó tener todo controlado, que el partido transcurriera sin sobresaltos, para, a continuación, aplicar la fórmula más común de la categoría, explotar los errores de los rivales con la voracidad de Sergio León y la rapidez y desequilibrio de Álex Moreno. Su fútbol ha sido resultadista y poco vistoso, pero siempre tuvo claro que ese era el camino para llegar a los 50 puntos que daban la salvación.

Cuando este primer objetivo se cumplió todo el mundo entendió en el entorno que Rubén Baraja debía dar el paso adelante como si fuera algo sencillo de hacer. Como si se tratara de dar a un interruptor. Pero el preparador castellano sabía mejor que nadie hasta dónde podía llegar su equipo y cuál eran sus armas, las que le habían llevado a ese lugar. Faltó la suerte, siempre necesaria en el fútbol, en los partidos ante Tenerife, Albacete, Girona o Córdoba, donde se pudo ganar, para dar el salto, pero el equipo ya iba al límite. Jugadores importantes como Armando o Lolo se exprimieron al máximo. El central incluso se jugó la rodilla. León ya no marcó tan fácil. Tras caer en Mallorca, dejó claro que «la vaca no daba para más». Tenía razón. No había equipo para competir con otros equipos superiores y a estos jugadores hay que agradecerles que lo hayan dado todo. Baraja sólo es «culpable» de salvar al Elche de bajar. Lo de jugar el «play off» era harina de otro costal.

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