Pelayo es sinónimo de ascenso. En las dos últimas campañas ha logrado lo que parecía una utopía tanto en Elche como en Córdoba, conseguir que ambos equipos, con él en la plantilla, logren el salto a Primera División. La temporada pasada lo consiguió con el equipo ilicitano, después de 25 años fuera de la élite y, el domingo en Las Palmas, con los andaluces, 42 campañas después. Un auténtico coleccionista de ascensos a la máxima categoría a pesar de que en dos campañas ha jugado 48 partidos, once de ellos como titular.

El jugador asturiano, que ha estado durante la presente campaña cedido en el Córdoba por el Elche, fue protagonista de la jugada final que jamás olvidarán ni en Las Palmas, ni tampoco en la capital andaluza. Pelayo saltó al campo, en el minuto 77, sustituyendo a López Garai, e inició la jugada del gol del empate que daba el ascenso a los suyos. El que marcó Uli Dávila. Su centro al segundo palo lo remató Raúl Bravo, Barbosa no supo atajar el balón y Dávila fusiló después de que el partido estuviese detenido unos diez minutos por la invasión de aficionados antes de que se produjera el pitido final. «Fue algo increíble que no olvidaré mientras viva. Pienso que la invasión les perjudicó porque los desconcentró cuando tenían el partido controlado», recordaba ayer Pelayo mientras viajaba a la capital de la Mezquita donde la afición les esperaba para celebrar el añorado ascenso.

La salida al campo de Pelayo resultó clave después de que parecía que no iba a jugar porque se estaba recuperando de una luxación de codo. Provocó una falta al borde del área que creo el temor en el equipo insular. En el 90, tras una jugada personal, su disparo se fue arriba por muy poco. Y en el 93, con su pierna izquierda, su centro desde la banda derecha, terminó en el gol que llevó a la gloria. «Todavía no tengo asimilado lo que ocurrió. Recuerdo mi centro hacia el segundo palo, con la mala, el remate de Bravo y luego el gol de Uli. Impresionante. Lo del Elche se veía venir, porque hicimos una temporada muy regular y fuimos siempre líderes. Pero con el Córdoba parecía imposible. Cuando viajamos a Gijón estábamos a un punto del descenso y todo el mundo tenía el miedo en el cuerpo. Pensábamos que se nos iba a complicar la temporada. Después de eso, nos metimos séptimos en la promoción y el gol del ascenso llegó en el último instante. No podía ser de otra manera».

Pelayo asume entre bromas que «no me canso de subir», antes de asegurar que «tengo toda la suerte del mundo y vivo en una locura. Tengo que agradecer a Elche y a Córdoba que me dieran la oportunidad de jugar en ambos equipos. Si me dicen cuando salí de Oviedo que me iba a pasar esto no lo hubiera creído y le hubiese dicho loco al adivino».