El Elche ha vivido 25 años en el infierno como si fuera Sísifo. Aquel personaje de la Odisea que fue obligado a cumplir su castigo, que consistía en empujar una piedra enorme cuesta arriba por una ladera empinada, pero antes de que alcanzase la cima de la colina la piedra siempre rodaba hacia abajo, y Sísifo tenía que empezar de nuevo desde el principio, una y otra vez. La escuadra franjiverde, desde que perdió su contacto con la Primera División, caminó sin rumbo no sólo por los campos de Segunda División, sino también de los de Segunda División B, para afrenta de los Romero, Lezcano, Emilio Esteban o César Rodríguez que habían sido capaces de llevar al equipo ilicitano a codearse con los dioses del olimpo futbolístico y veían cómo el club vivía en las catacumbas sin ver ni siquiera la luz del día. Cada año se trataba de salir a la superficie, de empujar la piedra, o lo que es lo mismo, de configurar una plantilla competitiva con el deseo de regresar arriba, pero se volvía a caer. Los proyectos apenas duraban segundos y si un año se confiaba en la cantera, al otro en los futbolistas veteranos... Un auténtico vendaval de ideas desordenadas que arrastraba con todo y que no dejaba títere con cabeza.

Tuvo que ser el mítico Emilio Esteban el que ejerciera de maestro de ceremonias y recomendara a José Bordalás como técnico para que por fin el proyecto tuviera una templanza inexistente hasta entonces. El equipo comenzó de colista y casi se mete en la zona alta esa campaña. Al año siguiente, llegó el palo del Granada, pero el bloque se mantuvo. En la tercera temporada fue líder en Navidad, parecía que era la campaña elegida, pero de nuevo los problemas internos rompieron una dinámica que estaba llamada al éxito. Al menos, el huracán dejó con vida a la totalidad del proyecto que se había creado y llegó Fran Escribá, curtido en mil batallas en equipos de mucha polémica como Atlético y Valencia, para darle su toque exacto y conseguir el perdón para Sísifo, que ya pudo subir la piedra a lo más alto y dejarla en la cima.

El camino del Elche en esta Liga ha sido muy parejo al campeón de la Primera División, el FC Barcelona. Ambos conjuntos han estado dirigidos por dos entrenadores, Tito Vilanova y Fran Escribá, sin galones de mando en los banquillos, ya que hasta ahora habían ejercido labores de segundos de Pep Guardiola y Quique Sánchez Flores, respectivamente.

La primera vuelta de ambos conjuntos fue de récord y en ella lograron un número suficiente de puntos que les ha permitido manejarlos en el segundo período de la competición hasta llegar a lograr los objetivos deseados. El Elche de Escribá deslumbró inicialmente con la presencia de los llamados "cuatro magníficos": Carles Gil, Coro, Fidel y Xumetra destacaron por la manera de romper las defensas rivales y por su gran efectividad cuando pisaban el área rival jornada tras jornada.

De mitad de campo para adelante, este Elche sorprendía a todos sus rivales por los movimientos constantes de estos futbolistas, que, en cuanto el balón llegaba a su zona, ponían en marcha una especie de ventilador provocando un vendaval muy difícil de frenar.

Carles Gil, Coro, Fidel y Xumetra tan pronto aparecían por la derecha como por la izquierda o en el centro.

Los cuatro, que actuaban por delante del doble pivote, giraban dentro de la zona en forma circular y con la instrucción de Escribá de intercambiar posiciones para provocar la desestabilización del rival moviéndose de dentro hacia fuera y devolución, para finalizar por dentro. El balón iba de un lado para otro y los huecos se multiplicaban. Además, contaban con la ayuda de dos laterales ofensivos como Edu Albacar y Damián Suárez.

Gracias a todos ellos, el equipo explotaba su juego entre líneas y se facilitaba el movimiento dentro, fuera y dentro. Durante la primera vuelta de la Liga sólo se perdieron dos partidos, ante Murcia y Lugo, y se batieron todos los records, tanto de la entidad como del resto de la categoría.

En los momentos, en los que los de arriba no tenían su día, en los que el discurrir de los partidos comenzó a pasar factura en las piernas de los jugadores más habilidosos y los rivales encontraron el antídoto al "tornado franjiverde", se supo explotar al máximo las jugadas de estrategia, en las que Edu Albacar se convirtió en el hombre clave. Su golazo en Valdebebas, en el minuto 89, fue el mejor regalo de Navidad que la afición podía recibir.

Cuando realmente se empezó a valorar al sistema defensivo, piedra filosofal de todos los éxitos del equipo, fue en el instante en que los jugadores de ataque comenzaron a ver menos huecos a la hora de llegar a las áreas rivales. El trabajo coral de todo el equipo estuvo refrendado por un gran portero como Manu Herrera, que actuó protegido a la perfección por los centrales Etxeita y Pelegrín. Además, los futbolistas que jugaron menos minutos también aportaron su granito de arena en los momentos duros y cuando las bajas asolaron al equipo.

Escribá siempre comentó que los once ganan partidos, pero son las plantillas las que ganan los títulos. Todo el aspecto futbolístico que existe dentro de este equipo no hubiera llegado a buen puerto sin la unión del vestuario y sobre todo sin poner en práctica una lección que se aprendió la temporada anterior. Nada está hecho hasta que se consigue y si no eres intenso te gana cualquiera.

Un proyecto de garantías

A partir de ahora -con Pep Guardiola, que decidió irse de la Liga BBVA quién sabe si barruntándose la llegada del Elche, y Mourinho, a punto de irse a la Premier League por el mismo motivo-, el consejo de administración de la entidad está obligado a poner en marcha un proyecto de futuro que permita al equipo mantenerse muchos años en la élite.

La travesía por el desierto ha sido tan dolorosa que caer de nuevo podría significar el fin. Los 25 años de peregrinaje por los barrios más pobres del fútbol español han provocado que varias generaciones de aficionados se perdieran por el camino y para los más jovenes la camiseta del Elche no les dijera nada y sí la del Real Madrid o FC Barcelona. Ahora, que la semilla del sentimiento franjiverde comienza a germinar entre los más pequeños y los niños ya van luciendo con orgullo la indumentaria de su Elche, sería imperdonable no hacer las cosas bien de puertas para adentro de las oficinas del Martínez Valero. Los errores cometidos en el pasado no pueden volverse a repetir ya que está delante una oportunidad única de llevar el nombre de la ciudad a todos los rincones del país.

Los oropeles de los festejos no deben cegarnos a la hora de construir un futuro que se presenta prometedor. Para ello hay que saber hacer las cosas bien, profesionalizar la entidad y, sobre todo, sacar a la luz la situación real en el aspecto económico. Se han hecho muchas cosas mal en el pasado de puertas para adentro de los despachos: ahí está el escándalo de la falsificación de entradas, por poner un ejemplo, y el aficionado de verdad desea total transparencia en el aspecto económico. Se necesita saber dónde va a ir el dinero de los primeros ingresos en la máxima categoría con luz y taquígrafos.

Un discurrir de manera fugaz por Primera División sería imperdonable y, lo que es peor, podría ser el primer paso a la desaparición. La situación económica general es tal que la entidad no tendría, en caso de dar de nuevo con los huesos en Segunda, ni el consuelo de jugar en campos como los de Roldán, Yecla, Valdepeñas y Lliria como sucedió en la anterior época en el infierno que ahora toca a su fin. De momento, el Elche tiene cita con Messi, Cristiano Ronaldo, Xavi y compañía para la temporada que viene, pero debe ser capaz de construir un futuro sobre una base sólida.

Al margen del aspecto deportivo, en el que no se pueden hacer locuras y es conveniente afinar en los fichajes como se ha hecho en la última campaña, hay que adaptarse a la realidad de un equipo en la élite. Para ello, se debe acometer la remodelación de un estadio Martínez Valero que ya acusa el paso del tiempo, y para ello hay que poner las manos a la obra lo antes posible.

Un balón de oxígeno en plena crisis

Vujadin Boskov, cuando era entrenador del Real Zaragoza, hizo mítica aquella frase que decía "fútbol es fútbol". Pero el técnico serbio no debía de tener muy claro que alrededor del dichoso balón se produce un efecto de atracción tal que involucra a toda la ciudad e incluso a la totalidad de la provincia. Restaurantes, taxistas y hoteles, entre otros muchos sectores de la economía de la zona, se van a ver beneficiados por un Elche en la máxima categoría y tal como está el país desaprovechar esta oportunidad sería de necios. Se necesita un Elche grande para que la ciudad se enriquezca.