El delantero franjiverde Miguel Linares ya está muy cerca de llamar a la puerta del técnico José Bordalás. Después de seis meses en el ostracismo, recuperándose de una grave lesión de rodilla que sufrió el 16 de febrero tras un choque fortuito con el lateral blaugrana Montoya, en un Elche-Barcelona B, ayer ya entrenó con sus compañeros y pudo realizar disparos a portería con la pierna operada sin problemas. Ahora le falta coger el ritmo de competición adecuado para volver a un terreno de juego. Linares tiene apuntado en su calendario de color rojo el 30 de septiembre, día de su cumpleaños. Ese fin de semana confía en estar en condiciones para jugar ante el Valladolid.

El trabajo en la sombra ha sido muy duro, a veces agobiante, pero no duda en afirmar, cuando la luz aparece al final del túnel tan negro que le ha tocado atravesar, que "estoy más fuerte que antes de lesionarme. En los cambios de ritmo y de dirección no noto nada y si no fuera por la cicatriz no me acordaría que tengo la rodilla operada. Voy a volver más fuerte que antes de la lesión".

El delantero aragonés reconoce que "desde el primer día que me operé vengo diciendo que volvería más fuerte y que sería mejor jugador; estoy convencido de que será así. Los seis meses en el gimnasio me ha servido para potenciar la zona afectada, pero ya estoy con mis compañeros y la reaparición está cada vez más cerca".

En manos del doctor Cugat

Fue operado por el doctor Cugat en Barcelona el 1 de marzo y le ha tocado vivir muchos momentos duros en soledad dentro del gimnasio, aliviados por el nacimiento de su segunda hija Adriana y del hecho de que el equipo estuvo muy cerca de lograr el ascenso a Primera División. No hay que olvidar que de ser el máximo goleador del equipo y de ganarse el puesto a base de trabajo pasó a la mesa de operaciones sin saber si iba a ser capaz de salir de tal tesitura. El golpe fue tremendo.

A pesar de ello, nunca se vino abajo, fue todo un ejemplo de entrega y esfuerzo y el premio lo tiene ya al alcance de la mano. Sin embargo es consciente de que ahora no puede precipitarse. Tiene claro que "ahora es cuando hay que ser listo y no volverse loco. Entrar antes de tiempo sería un error, pero tengo a mi lado a un montón de gente que sabe cuándo debo hacerlo. Mis sensaciones son buenas, nunca he notado un retroceso en mi lesión, pero no debo precipitarme ahora que está la reaparición tan cerca".

El capítulo de agradecimientos, por el apoyo que ha recibido durante su largo calvario, lo encabeza su mujer Nazareth y sus hijas Elsa y Adriana. "Ellas han estado ahí y me han animando cuando he pasado momento malos", dice orgulloso.

Linares tampoco olvida a sus compañeros de vestuario. Explica que "nunca me han dejado de lado y me han echado una mano siempre que lo he necesitado".

Tampoco se olvida del cuerpo técnico, los médicos, el club y la afición. "Me he sentido querido en todo momento. Cuando voy por la calle la gente me para y me da ánimos y la verdad es que estoy orgullo de que se acuerden así de uno", concluye antes de reconocer que Montoya, el jugador con el que chocó cuando se lesionó, nunca le ha llamado para interesarse por él. El lateral barcelonista está ahora en la Selección española, en la cresta de la ola, mientras él sale del infierno.

Linares ya está aquí y sus goles volverán a ser coreados por la afición franjiverde.