El decreto del estado de alarma por la crisis del coronavirus lo ha cambiado todo. Y la primera preocupación de Corina Domene, una autónoma de 31 años, es qué hacer con los dos trabajadores, que, ahora, están de vacaciones. «Estoy en vilo, pero tengo que ver qué me aconsejan mis asesores», explica. Se plantea un ERTE.

El problema, como en todos los negocios cerrados por la crisis sanitaria, es «que las puertas de la cafetería están cerradas y ves cómo te comen los gastos». Espera poder acogerse a las medidas del Ejecutivo para poder remontar. «Ahora, si las medidas anunciadas por el Gobierno me liberan de cargas y me ajusto el cinturón, puede ser más llevadero, porque un mes así mi negocio no aguantaría con todos los costes que hay que afrontar». No obstante, es optimista.