Por mucho que lo intenten, los economistas reconocen que, en estos momentos, resulta imposible predecir las consecuencias de la paralización de la actividad y el pánico que se ha desatado ante la extensión de la epidemia del coronavirus Covid-19. Aunque la caída de los indicadores se aproxima e incluso supera, en algunos casos, a la que se produjo en 2008, tras el hundimiento de Lehman Brothers, lo cierto es que la situación actual poco tiene que ver con aquella. Por un lado, y es la parte positiva, porque no se dan los desequilibrios que agravaron aquella crisis -burbuja inmobiliaria, circulación masiva de bonos basura-; pero, por el otro lado, y es lo que trae de cabeza a los expertos, porque sencillamente no hay precedentes comparables -la economía globalizada actual nada tiene que ver con la de principios o mediados del siglo pasado, cuando se registraron las últimas pandemias similares- y las causas del parón son completamente ajenas a la economía, lo que hace inservible cualquier modelo que se quiera aplicar.

Con este panorama, investigadores, expertos y académicos sólo tienen dos cosas claras: que la gravedad de las ya inevitables consecuencias de la pandemia dependerá de cuánto se tarde en controlar la extensión de la enfermedad; y que las zonas más dependientes del turismo, la industria y las exportaciones serán las que más sufran, lo que sitúa a Alicante en una mala posición.

«Somos una economía muy abierta y donde un elevado porcentaje del PIB depende de actividades relacionadas con el ocio público y con la venta y exportación de bienes, que es precisamente lo que se está viendo más afectado», apunta el director del Instituto de Economía Internacional de la Universidad de Alicante, Antonio Escudero.

Basta recordar que sólo el turismo representa entre el 15% y el 18% de la riqueza que se genera en la provincia, dependiendo de las fuentes que se consulten, y que si se suma el comercio y el transporte, las actividades donde la afluencia de público resulta vital suponen más de un tercio de todo el PIB. Unos negocios que ya se están viendo perjudicados por las medidas adoptadas para frenar la extensión del virus, con caídas del 40% de la facturación en esta última semana en el caso de la restauración, antes de que la Generalitat decretara su cierre, o el hundimiento de las reservas hoteleras.

En el caso de la industria, es la interrupción de los suministros que llegan desde China o Italia lo que amenaza la producción y, por tanto, las ventas que puedan realizar actividades como el calzado o el juguete.

Los expertos dan por hecho que en las próximas semanas y meses habrá una contracción del PIB, pero nadie se atreve a vaticinar si será el inicio de una recesión en toda regla. «Todo dependerá del tiempo que se tarde en controlar la situación sanitaria y de cómo evolucione. Por ejemplo, si aquí se contiene pero se disparan los casos en Gran Bretaña, también nos afectará», recuerda Escudero. Una vez perdida la Pascua, la esperanza de los empresarios y de los economistas es que la pandemia pueda controlarse en primavera y que la normalización pueda iniciarse en el verano, lo que limitaría los efectos.

En este sentido, el catedrático de Economía Aplicada de la UA, José Manuel Casado, señala que la recuperación habría sido relativamente rápida si los efectos del coronavirus se hubieran limitado a una «crisis de oferta», por ese corte de los suministros a la industria. «El problema es que se ha trasladado a la demanda. El miedo y la pérdida de confianza, unidos a las medidas de contención que se están adoptando, provocan un freno del consumo y la inversión que se contagia entre sectores, y eso hace más difícil predecir qué ocurrirá en los próximos meses», apunta Casado.

Empresas zombies

En cualquier caso, incluso una caída temporal puede tener consecuencias a largo plazo, como recuerda la economista senior de Funcas, María Jesús Fernández. «Hay empresas que están en el límite de la viabilidad económica y para las que una caída de ingresos, aunque sea temporal, puede suponer la puntilla que las lleve al cierre», señala la experta, que apunta, en concreto, al fenómeno de las compañías «zombies», los negocios que han logrado sobrevivir en los últimos años gracias al abaratamiento excepcional del crédito que ha generado la política de tipos negativos del Banco Central Europeo. Unos cierres que conllevarán inevitablemente un aumento del paro, que se sumará a los Expedientes de Regulación Temporal de Empleo que han empezado a plantearse muchas compañías o, incluso, a la reducción de las contrataciones que se suelen producir estos meses, como anticipio de la temporada alta turística.

A este respecto, la catedrática de Fundamentos del Análisis Económico y Premio Jaume I, Carmen Herrero, advierte de que los principales perjudicados de esta situación volverán a ser las capas más bajas de la sociedad, «que aún no se habían recuperado de la anterior crisis, que provocó un considerable aumento de los niveles de pobreza, que todavía persisten». Son estos hogares, como recuerda la experta, los que dependen de los empleos temporales que generan sectores como el turismo o la hostelería y también los que desarrollan la mayoría de ocupaciones informales, como el trabajo doméstico o el cuidado de mayores, que no podrán acogerse a la prestación por desempleo o a los nuevos subsidios que ha anunciado el Gobierno para los padres que deben dejar de trabajar o reducir su jornada para cuidar de los niños con el cierre de los colegios. Es más, Herrero se pregunta qué ocurrirá con esos menores que incluso en verano acudían a los comedores escolares, como única forma de garantizarles una comida caliente. «Las comunidades y los ayuntamientos tendrán que realizar un esfuerzo en sus servicios sociales», insiste la economista.

Proteger el empleo

En cuanto a los pasos que deben dar las autoridades, todos los consultados coinciden en la necesidad de adoptar medidas de flexibilización de las jornadas y de agilización de las regulaciones temporales que eviten la pérdida permanente de empleo, uno de los errores que se cometió en la anterior crisis. En este sentido, el catedrático de Organización de Empresas de la Universidad Miguel Hernández José María Gómez Gras pone como ejemplo las generosas medidas que ha anunciado el Gobierno alemán en este mismo sentido. Los expertos también consideran que las actuaciones que ha aprobado el Gobierno español de aplazar el pago de impuestos -lo que inyectará alrededor de 14.000 millones de euros a las empresas, sobre todo pymes- o facilitar créditos sin interés van en la buena dirección, porque permitirán atenuar «el desequilibrio que se producirá en la liquidez de las compañías por la caída temporal de los ingresos», según añade María Jesús Fernández. Igualmente, respaldan el mayor gasto en sanidad, «que debe ser absolutamente prioritario en estos momentos», según Gómez Gras, que, no obstante, señala que el Ejecutivo también debe «mirar con lupa cada euro que sale de sus arcas».

No es el único que lanza esta advertencia. Los expertos coinciden en el escaso margen de maniobra de que dispone Pedro Sánchez. Por un lado, por la falta de Presupuestos Generales y por las reglas europeas que constriñen el déficit. Pero, incluso en el previsible caso de que Europa permita aumentar este déficit, el problema es que la deuda pública española ya es muy elevada y un incremento adicional puede llevar a que los inversores duden de la capacidad del Estado para pagarla y aumenten los intereses que exigen para comprarla, lo que llevaría a una nueva crisis de deuda como la de 2010, según apunta la portavoz de Funcas.

Ante esta situación, la economista del Instituto Valenciano de Investigaciones Económicas Matilde Mas lamenta que el Gobierno español «haya tardado tanto en actuar» y, sobre todo, considera «absolutamente decepcionante la actitud de la UE», que no parece haber aprendido la lección de las consecuencias de su retraso en la toma de decisiones en la crisis anterior. «Debe haber una actuación conjunta, como la que propone Macron. Que todos los países apoyen la recuperación con la expansión del gasto público, porque hay países, como España, que con pagar la que se nos viene encima ya se van a quedar tiritando», argumenta Mas.

Las lecciones del coronavirus

La situación causada por la expansión de coronavirus Covid-19 también deja algunas importantes lecciones para las empresas alicantinas y de todo el mundo. Por ejemplo, «la necesidad de que la diversificación no se limite a los mercados donde venden sus productos, sino que también hay que ampliar el abanico de proveedores para evitar una excesiva dependencia de una zona o de un número reducido de ellos», según apunta José María Gómez Gras. En este mismo sentido, el presidente del Instituto de Estudios Económicos de Alicante (Ineca), Rafael Ballester, asegura que «esta situación puede ser planteada como una oportunidad para que muchas empresas relocalicen su producción en la provincia, pues nuestra posición geoestratégica, capacidad productiva y know how facilita dicha circunstancia, pudiéndonos convertir en productores y distribuidores para Europa, África o América».

Por su parte, la catedrática de la UA Paloma Taltavull cree que esta crisis dará un impulso al uso del teletrabajo, en el que España y Alicante andaban algo retrasados, un cambio que, además, «ha llegado para quedarse porque es una forma de diversificar y reducir riesgos en situaciones como la actual».