El miedo es una «emoción» humana básica y primaria que genera una desagradable sensación de angustia por la percepción personal de un riesgo o daño real o imaginario, con un efecto de recelo o aprensión a que suceda algo contrario a lo que se desea.

El pesimismo es un «estado de ánimo» personal que implica tener una propensión a ver y juzgar las cosas en su aspecto más desfavorable, a centrarse en los elementos negativos de la realidad y a pensar en el predominio del mal sobre el bien.

Estas definiciones de miedo y pesimismo no resultan de profundos estudios científicos, están basadas en el Diccionario de la Lengua Española. Pero sirven para describir de forma sintética la realidad que estamos viviendo en la actualidad.

Muchas personas de todo el mundo tienen miedo y están pesimistas ante la rápida propagación, a nivel global y local, del nuevo virus bautizado con el nombre de Covid-19, una enfermedad infecciosa causada por un coronavirus cuya existencia fue notificada por primera vez en Wuhan (China) el 31 de diciembre de 2019 y que ha llevado a la Organización Mundial de la Salud (OMS) a declarar el brote «pandemia global».

Como ahora va todo tan rápido, dicho virus se está expandiendo por multitud de países de todos los continentes y lo más curioso es que se contagia física y mentalmente.

Para la OMS, «los síntomas más comunes de la Covid-19 son fiebre, cansancio y tos seca. Algunos pacientes pueden presentar dolores, congestión nasal, rinorrea, dolor de garganta o diarrea». Pero, cosa curiosa, este organismo internacional no destaca ni alerta de sus efectos sobre la salud mental de muchas personas que tienen miedo.

La teoría sobre el comportamiento humano considera que el cerebro activa sus partes racional y emocional a través de los sentidos, por una serie de estímulos. La mente da un significado determinado a cada estímulo y genera unas respuestas que determinan la toma de decisiones y la conducta personal. Unas veces se reacciona a la defensiva porque se aprecia que los estímulos amenazan el bienestar personal y otras veces se reacciona aceptándolos, porque se piensa que introducen mejoras y son positivos.

Y el miedo es una emoción que condiciona en gran medida el comportamiento humano, afectando a las actuaciones de las personas en su vida cotidiana, en sus relaciones sociales, en el ámbito económico, en el contexto empresarial o en el mundo político. Y si el miedo es muy intenso y se contagia, llegando a ser colectivo, entonces se convierte en pánico. Como reconoce el prestigioso neurocientífico Antonio Damasio, las emociones son básicas en la toma de decisiones, interactuando con el proceso intelectual en el cerebro de la gente.

La humanidad no es la primera vez que vive una situación como la actual, o sí, porque «nadie» ha tenido en cuenta el impacto que sobre las personas tiene la gran cantidad de información y desinformación que circula por los «viejos» y «nuevos» medios de comunicación. Y todo retransmitido en directo, en horarios de máxima audiencia, incluso antes de que las cosas pasen, pero qué prisa tenemos, más que en buscar y encontrar soluciones a las verdaderas necesidades y problemas de los seres humanos.

Y vaya que nos han pasado cosas graves, desde guerras a accidentes nucleares. Y vaya que se han escrito libros y realizado películas con finales apocalípticos. Y vaya que se han hecho planes de emergencia de todo tipo y a todos los niveles, incluso de seguridad nacional o internacional.

Lo que está ocurriendo es muy decepcionante y trágico, un desconocido virus está causando un daño increíble e inesperado a toda la humanidad y no hay ni suficientes equipos de protección para el personal sanitario en todo el mundo (según la propia OMS). Pero en qué estábamos pensando y qué estábamos haciendo para mejorar nuestra calidad de vida, bueno para no empeorarla.

Ante la situación creada por la expansión del Covid-19, muchas personas están desarrollando una sensación mezcla de temor, inseguridad, intranquilidad e impotencia. La gente por mucha información que tiene (verdadera y falsa) no comprende la realidad que está viviendo y ello genera situaciones individuales y colectivas de gran incertidumbre, desconfianza, insatisfacción y malestar. Y todo esto incide de forma negativa sobre la voluntad y motivaciones personales y ello lleva al pesimismo y a desarrollar actitudes negativas que afectan a la vida privada, a la sociedad, a la economía, a la política, a casi todo.

No sólo estamos ante una situación de emergencia sanitaria a nivel global, también se está alterando el comportamiento humano tomándose decisiones que están cuestionando el funcionamiento de los diferentes sistemas económicos y sociales vigentes. Sólo hay que considerar las caídas históricas que están experimentando las bolsas mundiales o los problemas que se están planteando en la cadena de suministro de algunos productos o materias primas en un contexto muy globalizado.

En positivo, todos unidos, cada uno en el ámbito de sus responsabilidades, con mucho ánimo tenemos que ser valientes y adoptar y aceptar las medidas que sean necesarias en todos los ámbitos implicados (en especial en la sanidad y la economía), tenemos que ser muy fuertes para luchar contra el miedo y el desánimo (el nuestro y el de los demás), tenemos que ganar en confianza y cambiar el clima de pesimismo apostando por actitudes personales positivas.

Para el reconocido psiquiatra Luis Rojas Marcos, «el optimismo es una forma de percibir y ver la vida, una actitud hacia las cosas». Las personas si se lo proponen pueden elegir tener una actitud positiva y optimista que genere energía, entusiasmo y esfuerzo. Muchas veces no resulta fácil porque el entorno y los estímulos que se reciben son muy negativos, pero ello requiere tener mucha esperanza e ilusión para comprometernos activamente en nuestros objetivos, en nuestros proyectos, en nuestra vida, en nuestro futuro. La esperanza crea confianza personal que genera buenos resultados lo que supone más esperanza e ilusión.

En positivo, hoy el gran reto es que cada vez más personas sean capaces de ser optimistas, de tener actitudes positivas, de que se conviertan en pequeños grandes «héroes», pero no como protagonistas de una obra de ficción, sino como personajes reales que realizan una acción muy abnegada en beneficio de una causa noble, la mejora de nuestra calidad de vida, como ciudadanos, trabajadores, empresarios, profesionales, políticos? ?