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Asuntos pendientes

De malotes, molones... y melones

De malotes, molones... y melones

Corren buenos tiempos para la demagogia, la generalización, la falta de argumentos y datos contrastados y contrastables. Y nos gustan las películas, mucho, sobre todo cuando hay malotes, molones y, en este caso, melones.

Hace unas semanas se barruntaba en determinados círculos y en algunos medios una gran movilización, en este caso del campo español.

Poco después se hizo realidad con el inicio de las protestas del sector agrícola, hastiado de una situación cuasi insostenible. Y con razón.

Y se escenificó un vodevil donde existían tres personajes claros: lo molones, los malotes y los melones.

El agricultor o, más bien, las asociaciones agrícolas y ganaderas han colocado en el centro de la diana a las grandes distribuidoras, entre otros. Culpan a las mismas de ser las responsables de esos precios bajos que asfixian al sector agrícola y ganadero.

Pues bien, vamos con los datos. El 80% de la producción agrícola y ganadera española se exporta al exterior y el 20% se queda en España, solo un tercio se vende en los supermercados.

Es decir, solo un 7% de los productos agrícolas producidos en España se venden en supermercados. Por tanto, ¿es tan alta la capacidad de los mismos de imponer unos precios que lleven a pérdidas a todo el sector? Pues es evidente que influye, pero no es decisivo ni es el único motivo.

En todo caso, ¿qué puede hacer el agricultor y ganadero para defender sus intereses frente a las distribuidoras e intermediarios? Muchas cosas, entre otras, las que apuntaba estos días Asedas, la asociación que engloba a cadenas como Mercadona, Dia y otras: una mayor integración de los productores en grandes cooperativas, de modo que tengan una mayor capacidad de negociación en cuanto a precios y, además, puedan negociar contratos más largos y estables que ayuden a amortiguar vaivenes de precios.

Y, en esta guerra de aportaciones a la causa, se ha llegado a demandar la existencia de precios mínimos y la prohibición de la venta a pérdidas.

Vamos con datos. Hace unos años, la Ley del Comercio Minorista prohibía, directamente, la venta a pérdidas y ello se podía acreditar aportando facturas de venta. Sin embargo, el Tribunal de Justicia de la Unión Europea obligó a ajustar la normativa española a la europea y ahora solo puede ser sancionable si nos encontrásemos ante una «venta desleal».

Y son las autonomías y no el Estado quien puede sancionar esa venta a pérdidas cuando la misma incurra, solo, en situación de competencia desleal.

Y, además, las sanciones por incurrir en esta infracción no son públicas. Si lo fuesen, el conocimiento público de las mismas y el temor a un reproche social podrían paliar, en parte, el problema.

Sin embargo, ha sido el propio ministro de Agricultura, Luis Planas, quien ha descartado fijar un precio mínimo por debajo del cual no se pueda vender (como demandan algunas asociaciones del sector agrícola y ganadero). Según sus propias afirmaciones, «no está autorizado ni por la Constitución ni por la UE. Podemos tratar de intervenir y regular dentro de las normas de competencia, pero tenemos límites legales».

Y, en esta guerra para ver quién se lleva el papel del molón (el bueno), aparecen titulares tan llamativos como que « Sánchez reprende a las grandes distribuidoras por los precios bajos del campo español». Decía Pedro Sánchez que «es evidente que las grandes distribuidoras tienen que hacer autocrítica».

Siendo cierto, viene a ser una frase absolutamente vacía. Falta la aportación, la solución.

Y aquí entra el papel que la oposición liderada por? (Buf, entrar a esto es complejo). Cambio la frase. Y aquí entra el papel que la oposición representada por Abascal, Arrimadas, Casado (orden alfabético) y otros están teniendo.

Defienden en general la situación indigna del sector afectado (agrícola y ganadero) sin un ataque frontal y directo a la gran distribución. Y aquí se han movido desde la demagogia y los grandes titulares a los paños calientes en defensa del sector de la distribución.

Y en esta «película» donde simplificar gana espectadores, los representantes de ganaderos y agricultores no han hablado, prácticamente, del impacto de la subida del Salario Mínimo Interprofesional (SMI) en el problema que nos ocupa. Y es evidente que ha impactado, pues estamos en un sector con sueldos bajos donde los vaivenes del SMI influyen de manera directa en los costes de producción. El motivo de no llevar a cabo esta crítica es la intención de no dañar la relación que, con los sindicatos, quieren tener las asociaciones del sector agrícola.

Y, si profundizásemos algo más en este tema, encontraríamos otras claves, motivos y razones de esta grave situación. Y esto nos daría posibilidad real de buscar una solución. Pero hacerlo no genera espectadores, ni votos, ni asociados.

Veamos. En primer lugar, es cierto que la gran distribución usa los productos de primera necesidad, entre ellos los alimentarios, como reclamo. Afecta al precio. En segundo lugar, los aranceles de Trump a productos como el aceite, el vino, el queso o las aceitunas afectan. En tercer lugar, los recortes en la Política Agraria Común en la Unión Europea también perjudican al sector. En cuarto lugar (el orden es aleatorio), nadie ha hecho referencia al veto ruso a los productos agroalimentarios europeos. Esto ha reducido un foco muy importante de demanda.

Tratando de un producto en concreto, para ver la complejidad del problema, vamos al aceite. Los precios han bajado un 47% en dos años, según datos del Ministerio de Agricultura. Sin embargo, no existe un acuerdo acerca del motivo. Unos lo atribuyen a cosechas excesivas (exceso de oferta), pero el sector agrícola lo atribuye de nuevo a los movimientos especulativos de las grandes cadenas de distribución.

Como podemos ver, estamos ante un problema complejo en el que, en ocasiones, se olvida al agricultor y al ganadero. Espero que, una vez abierto el debate, se adopten medidas que solventen o, al menos, palien la difícil situación de los mismos. Nos jugamos mucho. ?

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