La cita, grabada a fuego en el ideario de la historia, se repite como un mantra desde que Jorge Manrique la acuñara hace más de medio siglo. «Cualquier tiempo pasado fue mejor». Hoy, en pleno siglo XXI, sigue resonando con fuerza sin más sustento que una percepción errónea de la realidad, como si una simple mirada por el retrovisor de la humanidad no fuera suficiente para desterrarla a la cárcel del olvido.

Contra las sensaciones, los datos; frente a las predicciones apocalípticas, el «razoptimismo». Con este nuevo término, Banco Mediolanum invita a reflexionar y a encarar el futuro con una sonrisa fundada cargada de orgullo. «Sobran los motivos», que decía Sabina. Aparcar por un momento la sociedad de la inmediatez y analizar el mundo sin los efectos nocivos del cortoplacismo puede ser suficiente.

Menos de una hora, apenas 59 minutos de aire freso junto a Luca Lazzarini, son suficientes para poner las cosas en perspectiva e interiorizar que vivimos «en el mejor momento de la humanidad». Un reciente artículo del prestigioso New York Times calificaba el 2019 como «el mejor año de la historia», una afirmación que puede llegar a sorprender atendiendo a las noticias que inundan nuestro día a día.

Dónde poner el foco es una decisión personal, y así lo dejó patente Lazzarini en Alicante el pasado jueves durante la gira de Banco Mediolanum «Razoptimismo 2020», con la que recorre más de 20 ciudades de toda España.

Lazzarini apuesta por «mirar la realidad sin prejuicios» ni el sesgo que recibimos de unos medios de comunicación que «convierten en noticia las cosas negativas, haciéndose eco de los excepcional». «Si cambias la perspectiva, tu enfoque se vuelve diferente», asegura. Y, basándose en los datos, hay motivos de sobra para fundir dos términos en teoría contrapuestos como son la razón y el optimismo.

Autores como Johan Norber afirman sin titubear que la última década ha sido la mejor de la historia atendiendo a estadísticas irrefutables como el descenso de la tasa de pobreza a nivel mundial de un 18 a un 8%, la reducción de la mortalidad infantil en un 30% o el incremento de la esperanza de vida y de los niveles de alfabetización. Y el futuro, con importantísimos avances en el campo de la medicina, los transportes o las comunicaciones, avanza en la misma dirección.

«El progreso no para nunca. El mundo en su conjunto sigue avanzando y hay más de 7.500 millones de personas que se levantan cada día con la idea de mejorar sus vidas y las de las personas que están a su alrededor, y eso es imparable», razona Lazzarini.

En definitiva, «el mundo es mucho mejor que nunca pero aún puede ser mucho mejor». Y en esa transformación constante, «las personas somos lo más importante». El secreto está en la felicidad, en tener una vida plena, un ideal innegociable que pasa «por tener unas relaciones personales satisfactorias». Y aquí, una vez más, el optimismo juega un papel fundamental.

Uno de los claros ejemplos del pesimismo mal entendido se da en el ámbito laboral. Pensar que la robotización de numerosos procesos industriales va a destruir innumerables puestos de trabajo choca con la estadísticas que arrojan los países que más apuestan por el uso de la tecnología, con unas tasas de paro muy bajas y unas inmejorables pespectivas de futuro.

Los datos, la razón, siempre acaban imponiéndose. En este contexto, los perfiles más demandados a día de hoy por las empresas se ajustan cada vez más a un perfil positivo de las personas, alejado del valor de los títulos y a la caza de méritos intangibles como las habilidades comunicativas, el trabajo en equipo o una actitud positiva. Pero hay más.

Algunos estudios científicos ya alertan de que el secreto de la longevidad podría estar en el optimismo del ser humano. Así, los hombres podrían llegar a vivir hasta un 11% más que la media, por un 15% las mujeres. Y es que el optimismo, además de conducir hacia la felicidad, «alarga la vida». Otro motivo, quizás definitivo, para abrir la mente a un mundo lleno de posibilidades en el que la realidad debería primar sobre las meras apreciaciones.

Luca Lazzarini cree más en el valor del esfuerzo que en el del talento. Todo se puede entrenar y el optimismo no escapa a esta clave del concienzudo trabajo personal. A su entender, cuatro son las características que definen este estado de ánimo permanente al alcance de todos, características que no tienen por qué nacer con uno y que se pueden adquirir con el tiempo.

Así, Lazzarini le declara la guerra a la manida frase de «Yo soy así» porque «las actitudes se pueden modificar añadiendo hábitos y valores a nuestra vida diaria».

El primero de estos valores es el altruismo, toda vez que mejora el ambiente que rodea a una persona y esto acaba redundando en su propio beneficio. El segundo pasa por pensar en lo que se quiere y en cómo conseguirlo. El tercer rasgo que presenta una persona optimista es la de ser agradecida, valorar lo que hacen los demás. La cuarta característica y última pasa por enfatizar en lo positivo, verbalizar las cosas que te hacen ser una persona afortunada en lugar de girar la vista hacia lo que no tenemos.

Banco Mediolanum: contra el apocalipsis, el optimismo de la razón

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