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El perfil

De la ludoteca de Coepa a tomar el mando en IFA

Licenciada en Publicidad y Relaciones Públicas, su vocación inicial siempre fue la de ser periodista, hasta el punto de que llegó a hacer prácticas en varios medios de comunicación, incluido INFORMACIÓN

La directora general de IFA. rAFA ARJONES

Pocos dirían hoy, al verla moverse con total soltura entre empresarios y ejecutivos de toda índole, que Esther Guilabert llegó a la Institución Ferial Alicantina casi por casualidad, por uno de esos golpes de suerte que en ocasiones ofrece la vida. Licenciada en Publicidad y Relaciones Públicas, su vocación inicial siempre fue la de ser periodista, hasta el punto de que llegó a hacer prácticas en varios medios de comunicación, incluido INFORMACIÓN, donde pasó varios meses en la sección de Cultura.

Sin embargo, como le ocurre a muchos universitarios, al finalizar la carrera tuvo que buscarse las castañas y acabó trabajando durante un tiempo en la ludoteca que, por aquel entonces, tenía la ahora desaparecida patronal provincial Coepa, cuidando a niños. Fue al marcharse cuando decidió dejarle un currículum al responsable de comunicación de esta organización, Fermín Crespo, «por si sonaba la flauta», según recuerda. Y así ocurrió. Meses después Modesto Crespo, a la sazón presidente de Coepa y de IFA, le encargó a Fermín Crespo que realizara una selección para el departamento de prensa de la institución ferial y éste recordó a la joven que le había causado tan buena impresión. Tras varias entrevistas, Guilabert acabó entrando como becaria y haciéndose cargo del departamento. Desde entonces las ha visto «de todos los colores» en el recinto ferial, según sus propias palabras: desde los años del boom, en los que parecía que había dinero para todo, hasta la etapa de duros recortes, en los que la plantilla de IFA pasó de 75 a 21 trabajadores y el lastre que dejaron los planes faraónicos de expansión pusieron en jaque a la institución. Una situación «muy dura», según admite, que en 2015 le llevó a pedirse una excedencia para marcharse a la empresa privada, en concreto a la firma de calzado Pikolinos, donde trabajó alrededor de un año en su departamento de marketing.

Su suerte volvió a cambiar en mayo de 2016, cuando los nuevos responsables del Consell dieron un golpe de timón, situaron al heladero José Luis Gisbert al frente de IFA y éste decidió llamar a Guilabert para que se incorporara como directora general de la institución, «cuando ya no tenía esperanzas de volver», dice Guilabert.

Sabía que iba a ser duro -«el susto que tenía en el cuerpo sólo era equivalente a la ilusión», asegura-, aunque admite que no se esperaba todos los golpes que llegaron en esos primeros meses, incluido el embargo de Suma, que dejó a cero las cuentas de IFA -«no sabíamos ni cómo íbamos a pagar las nóminas», recuerda, aún con pesadumbre-, o el juicio que interpuso el arquitecto que diseñó la ampliación y que acabó con la condena a la institución ferial a pagar alrededor de dos millones de euros.

Por fortuna, poco a poco, la situación se fue enderezando y, a día de hoy, el recinto ha conseguido equilibrar sus cuentas y empieza a tener un futuro despejado, a la espera de que se decida definitivamente sobre su modelo de gestión y si es pública o se da entrada a un socio privado. En cualquier caso, Esther Guilabert tiene claro que IFA debe ser uno de los elementos que contribuyan a vertebrar el ansiado eje Alicante-Elche, que, en su opinión, debe convertirse en el motor de la provincia.

Eso sí, un deseo de vertebración que no merma el orgullo de pertenencia que suele caracterizar a los ilicitanos. «Soy más de Elche que las palmeras», responde casi automáticamente a quien le pregunta por su procedencia. Cuando no trabaja -además de dirigir IFA, da clases en IMEP-, o no está en alguno de los actos de las múltiples asociaciones empresariales de las que forma parte -Aete, Ineca, Elche Piensa, Cedelco...-, lo que más le gusta es pasar tiempo con su marido y sus hijos, de seis y nueve años, y lamenta los problemas que siguen teniendo la mayoría de mujeres para compatibilizar la vida profesional y la personal. «La conciliación no existe, si no fuera por la familia, estaríamos perdidas todas», denuncia, al tiempo que asegura que la cifra de mujeres en cargos directivos sigue siendo demasiado baja.

Lectora empedernida, otro de sus placeres es la playa y salir «de cervezas» con sus amigos de siempre o con los que ha hecho en el mundillo de las organizaciones empresariales. Y para quienes la sitúan políticamente en la órbita del Botànic, Esther Guilabert defiende su independencia: «Soy técnica», asegura.

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