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El textil resiste a la competencia china a golpe de tejidos sostenibles

El sector alicantino ha superado varias crisis desde hace veinte años que han reducido su tamaño a casi la mitad

Un operario en las instalaciones de la empresa Hilaturas Miel, en Mutxamel. HÉCTOR FUENTES

«Siempre estamos en crisis». Esta expresión a la que suelen recurrir muchos actores de cine y de teatro cuando se les pregunta sobre la situación del sector, parece que también tiene un significado arraigado en la evolución del textil autonómico y alicantino. De hecho, la palabra crisis es un latiguillo que sale con frecuencia cuando se mantiene una conversación con algún fabricante provincial de tejidos. Esta industria ha tenido que sortear varios momentos recesivos desde finales del pasado siglo hasta la crisis más reciente, iniciada en 2007, y que ha durado una década.

No obstante, los empresarios de l'Alcoià, El Comtat o Crevillent, que aglutinan gran parte de esta actividad en la provincia, las han ido superando, pese a que, por el camino, lamentan, se ha ido reduciendo casi a la mitad el tamaño del sector respecto a hace veinte años. Y las fábricas que han sobrevivido «se han ido reinventando, apostando por la internacionalización, el diseño, la calidad y, ahora, por nuevos productos más sostenibles», aseguraba Càndid Penalba, presidente de la Asociación de Empresarios del Textil de la Comunidad (Ateval). Muchas, incluso, tuvieron que decidir un proceso de deslocalización para hacerse fuertes en el mercado.

La competencia de China por su entrada en 2002 en la Organización Mundial del Comercio (OMC) ha sido uno de los impactos más fuertes que sufrió la industria textil. «El Big Bang», como lo denomina algún industrial, ya que supuso un aumento exponencial de productos del gigante asiático en todo el mundo, aunque otros matizan que esta competencia asiática es más en precio que en calidad. En el mercado doméstico es el principal proveedor, seguido de Blangladesh e Italia. País este último que, sin embargo, es el primer cliente en el mercado exterior. El pasado año, las exportaciones textiles de la Comunidad crecieron un 1,2%, lo que representó 902 millones de euros, pese al complicado contexto internacional, sobre todo por el efecto Brexit.

Nuevas oportunidades

Pero China no es el único rival. También otros países del sudeste asiático o Turquía han ido ganando posicionamientos en el contexto internacional y en las importaciones a España. Así, los alicantinos, que fabrican, fundamentalmente, productos de textil-hogar, han sumado a las estrategias habituales otras que, además, suponen una «oportunidad», según Penalba. Estas se derivan del nuevo escenario marcado por los cambios y las mayores exigencias medioambientales de la demanda. Son apuestas por tejidos más ecológicos, procedentes de materiales reciclables, incluso del plástico reciclado, y nuevos modelos de negocio de economía circular, «revalorizando los residuos de la industria y creando otros hilos y tejidos técnicos para volverlos a introducir en la cadena de valor textil, explicaban en el Instituto Tecnológico del Textil (Aitex). «El sector ha cambiado de lo que era hace veinte años. Han desaparecido casi la mitad de las industrias», aseguraba Penalba. Esta es una cuantificación que reitera el sector, pero que también evidencian las cifras, sobre todo en el empleo. Si en 2004 el número de personas que trabajaban en la industria textil en la Comunidad era de 40.300, en 2018 bajó hasta las 23.290. Es decir, un 42,2% menos, según las cifras facilitadas por Ateval. El tejido productivo se ha visto, igualmente, reducido, aunque las últimas fechas conseguidas sobre la evolución del número de empresas son más recientes, van de 2009 a 2018. Un periodo en el que se ha pasado de las 1.600 industrias de textil en el territorio autonómico a las 1.501 actuales, casi cien menos.

El peso de l'Alcoià y El Comtat

No obstante, justo en los ejercicios que coinciden con la primera fase de recuperación económica, tras la gran crisis de 2007, el censo de compañías, incluso, era inferior: de 1.395 en 2015 y de 1.379 en 2016. En la patronal autonómica del textil no tienen segregados los datos por provincias. Pero sí se sabe que las comarcas de La Vall d'Albaida (Valencia), El Comtat y l'Alcoià concentran el 40,5% de empresas del sector en la Comunidad, que, además agrupan al 7,1% de las compañías textiles en España. Y, en la provincia, habría que sumar otras zonas textiles, aunque con menor volumen de actividad, como Crevillent, tradicional productora de alfombras, y Elche y Callosa de Segura. La disminución del tamaño del sector ha ido en paralelo con las diferentes crisis por las que ha atravesado la industria. Antes de la entrada de China en la OMC, el acuerdo multifibras con Marruecos, de los años 90, que permitió eliminar los contingentes de importación de textil para este país y con aranceles mínimos, supuso ya un primer trance a superar. Después, las guerras en Oriente Medio, especialmente el conflicto de Irak, representó un duro golpe a sus exportaciones, dado que los países árabes eran unos de los principales clientes del sector alicantino. Y, más posteriormente, la industria ha acusado, como otros sectores, la reciente crisis, sobre todo la inmobiliaria. El descenso de la actividad de la construcción le supuso menos ventas de productos de textil-hogar, que es el fuerte de la zona. «Esta industria es una actividad muy sensible a cualquier cambio o incertidumbre en el mercado. Ahora, los tejidos también están afectados por la subida de aranceles decidida por Estados Unidos», explicaba Cándid Penalba. Todos ellos han sido o son factores limitadores que, no obstante, han impulsado a esta industria a dar un giro importante, abriéndose a nuevas oportunidades, como el tejido sostenible.

Hilaturas Miel, sin residuos

León Grau tiene una fábrica de hilaturas en Mutxamel, Hilaturas Miel, «y lo que estamos haciendo ahora es aumentar el valor añadido del producto, incrementando la lana en los hilados o, por otra parte, fabricar fibras técnicas de protección», explicaba. Son resistentes a los impactos, un avance que le ha permitido este año lograr un contrato de suministro de estas fibras con las que luego se hacen jerseys para el Ejército francés. Aunque su producción es más cara, es un reto para avanzar «porque el futuro está en los productos más sostenibles, las fibras naturales, incorporando más lana», según Grau. Su empresa, como otras del sector, está empezando a trabajar con otras materias como el poliéster reciclado. «Además, en la empresa no producimos residuos. Todo vuelve al proceso productivo para crear unas u otras hilaturas», añadía. Grau consideraba que otra «oportunidad» para superar el bache del mercado nacional, que no han recuperado al mismo ritmo que lo ha hecho el sector inmobiliario, son los productos «kilómetro cero. Si produces y vendes aquí también contribuyes a que haya menos emisiones al reducir los trayectos en transporte», explicaba.

En Hilaturas Miel se fabrican más de 3 millones de kilos de hilo al año. Y, como otra versión de la sostenibilidad, en este caso de la eficiencia energética, han sustituido al antigua caldera de gasoil, más contaminante, por una central de biomasa. «Consumimos restos de palets y podas y producimos vapor de agua que nos sirve para el proceso de fabricación», explicaba León Grau. Además, han construido una planta fotovoltaica para ahorrar costes.

Curiosamente, el sector vive un momento paradójico. Atiende tanto a una demanda de productos con fibras naturales y a otra que opta por el material reciclado, reutilizado. Al mismo tiempo que innova en productos más ecológicos, mantiene materia prima tradicional, como el algodón, aunque con sustanciales cambios. «Los clientes más avanzados te exigen que el algodón tenga certificados y la trazabilidad de que proviene de cultivos sin pesticidas, con mínimo consumo de agua y que garanticen el trabajo digno. Por su puesto que no hay intervenido la mano de obra infantil», detallaba Penalba. Aunque, al mismo tiempo, muchas empresas ya utilizan en sus procesos algodón reciclado.

En la compañía de Penalba, Cotoblau, situada en Ontinyent, «a partir de este mes una parte importante de la producción va a estar hecha con fibras e hilos de poliéster, que se saca de plástico reutilizado, reciclado», añadía el empresario. Son fibras que se utilizan para protectores de colchón impermeables, o rellenos de otros artículos. Pero, al mismo tiempo que surgen estas innovaciones, al sector también le acechan peligros: la guerra comercial entre EE UU y China, así como el coste de la energía, entre otros. «Pagamos más gas y energía eléctrica que otros países de nuestro entorno», se lamentaba Cándid Penalba.

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