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Biotecnología «made in Alicante»

Las firmas del sector ya facturan alrededor de 290 millones y generan cerca de 2.300 empleos en la provincia, según la asociación Bioval

Las instalaciones de la empresa ilicitana Monteloeder. Antonio amorós

Generalmente, cuando se habla de la economía alicantina, se suele citar el turismo, las fábricas de calzado o la industria juguetera. Gracias a la iniciativa del Distrito Digital o al impulso de asociaciones como AlicanTec, cada vez se piensa más en la provincia como sede de empresas de informática o de nuevas tecnologías, pero muy pocos saben, por ejemplo, que la capital de la provincia es la sede del único fabricante de medicamentos biológicos de la Comunidad -y uno de los pocos de España-, o que en Elche se producen los complejos nutricionales con los que muchas mujeres asiáticas o norteamericanas tratan de atenuar los efectos del sol y la polución en su piel.

Son sólo algunos ejemplos de lo que el sector de la biotecnología y la biomedicina ya produce en la provincia, donde, poco a poco, esta actividad empieza a coger impulso, a pesar de las dificultades que supone estar alejado de los grandes centros donde se concentran este tipo de industrias en España, es decir, lejos de Madrid o Barcelona. Así, según las estimaciones del autodenominado clúster «bio» de la Comunidad Valenciana, Bioval, este tipo de empresas ya generan alrededor de 290 millones de facturación anual en Alicante, y sostienen cerca de 2.300 puestos de trabajo, muchos de ellos de profesionales altamente cualificados. Unas cifras que en el conjunto de la autonomía ascienden, respectivamente, a 1.100 millones de euros y 7.800 puestos de trabajo.

Se trata de volúmenes todavía modestos, pero que no paran de crecer y, sobre todo, pueden contribuir al ansiado cambio de modelo económico, que reduzca la actual dependencia del sector servicios. Eso sí, antes el sector deberá encontrar la fórmula para resolver los múltiples problemas que afronta, como las dificultades para retener o captar a los profesionales con más talento, que suelen marcharse fuera para desarrollar sus carreras, o las complicaciones para acceder a la financiación o las ayudas necesarias para desarrollar sus proyectos, como explica el alicantino Eliseo Aller, vicepresidente de Bioval.

Demasiado dispersos

Unos problemas que se acentúan, según apunta, por la dispersión de estas empresas en el territorio y su escasa visibilidad, lo que provoca que ni entre las propias firmas del propio sector se conozcan o sepan qué recursos existen en la zona. «Me he encontrado contratando servicios en Madrid, de asesoramiento en temas de investigación, y desde allí me han remitido a personas de aquí, de Alicante, que yo no conocía», admite el también director general de la farmacéutica Asac Pharma para exponer el problema. Así, uno de los objetivos del plan Biomatch que la asociación ha puesto en marcha es la creación de un catálogo que recoja todas las empresas, centros de investigación y organizaciones relacionadas con este negocio que existen en la Comunidad, en el que se pueda ver qué ofrece cada una de ellas. Se trata, en definitiva, de fomentar que exista una masa crítica que permita al sector retroalimentarse e impulsar su actividad en la autonomía, como lo han hecho otras actividades, como el calzado o del juguete.

En este sentido, Aller destaca que los parques científicos de las universidades se mantienen como una de las piezas clave de este sistema y como el origen de más del 40% de las investigaciones que se realizan. También son el caldo de cultivo de muchas startups, como BioFlyTech, surgida en la UA y que desarrolla piensos para animales a base de insectos, o Bioithas, especializada en investigar la flora intestinal y desarrollar productos y métodos diagnósticos en base a sus resultados. Una firma que la propia Bioval coronó como la mejor startup de biotecnología de la Comunidad, en su última gala anual.

Pero, junto a estos nuevos proyectos, la provincia también acoge toda una serie de compañías asentadas, con productos comerciales en el mercado y facturaciones significativas. Empresas que también son origen de importantes innovaciones. Es el caso de Asac Pharma y de su división especializada en inmunología, Asac Pharmaceutical Inmunology, el único laboratorio de fabricantes de medicamentos biológicos de la Comunidad, según apunta su directora técnica, Flavia Hernández. La compañía lleva años desarrollando vacunas de inmunoterapia alergénica -las populares vacunas para la alergia-, para lo que, incluso, cultiva sus propios ácaros en sus instalaciones. También produce los test para detectar estas alergias.

Ahora la firma está a punto de dar un nuevo paso, que volverá a situarla a la vanguardia del sector. Tras una inversión de cuatro millones en nuevos equipos e instalaciones, la farmacéutica empezará a comercializar en breve autovacunas bacterianas, es decir, vacunas personalizadas para pacientes que sufren de infecciones reincidentes y que no responden al tratamiento con antibióticos ni otros medicamentos, un problema cada vez más común. Para ello, según explica la especialista, se toma una muestra del propio paciente, se aisla el organismo causante de la enfermedad y se inactiva, antes de volver a inocularlo al afectado. Un proceso en el que intervienen microbiólogos clínicos, biotecnólogos y operarios de producción cualificados y formados específicamente.

En este sentido, Hernández reconoce que una de las mayores dificultades es encontrar personal cualificado en la zona. «En un sector tan especializado, lo normal es que cuando sales de la universidad quieras seguir formándote, y lo más habitual es que salgas fuera, hagas prácticas y ya te quedes allí», se lamenta.

Más ecológicos

Otra de las firmas que apuesta fuerte por el «bio» en la provincia es Forest Chemical Group, especializada en la fabricación de adhesivos «hot melt» -sólidos que se funden para pegar- de alto rendimiento, y que trabaja para firmas como Porcelanosa, Bonnysa, Bocopa o Danone, entre otras. Una de las claves de su éxito es el desarrollo de soluciones específicas para cada cliente y, desde hace unos años, una de sus líneas de investigación preferentes son los adhesivos biodegradables, ante la demanda de este tipo de productos, por la creciente concienciación ecológica.

Según uno de sus fundadores y actual director general, Pedro Fernández, esta línea supone ya el 30% de su producción y con perspectivas de que siga creciendo en el futuro. Para ello, la firma utiliza polímeros naturales, sobre todo resinas y ceras, que permiten que la biodegradación se acelere, dejando menos residuos en el medio ambiente. Ahora los esfuerzos se centran en conseguir que sus prestaciones se igualen con los que ofrecen otros polímeros plásticos, ya que, por ejemplo, aún no se ha logrado que peguen con la misma rapidez o que resulten igual de efectivos en determinadas superficies. Sectores como el agroalimentario o los fabricantes de bolsas de papel se encuentran entre quienes más apuestan por este tipo de adhesivos más ecológicos, según el ejecutivo.

En cuanto a la situación del sector, Fernández cree que deberían suprimirse las barreras que en la actualidad existen a la hora de captar fondos, una tarea «que en Estados Unidos y otros países resulta mucho más ágil».

Algo similar opina también el consejero delegado de la ilicitana Monteloeder, Arturo Lizón, quien considera que en España falta cultura del capital riesgo, que permita aportar a las startups biotecnológicas los fondos iniciales que realmente necesitan para desarrollar sus investigaciones. En su caso, por suerte, Monteloeder es una compañía asentada en el mercado, con facturaciones que rondan los diez millones de euros, según su primer ejecutivo. La firma desarrolla ingredientes para complejos nutricionales o cosméticos de salud, basados en extractos botánicos. Unos ingredientes que luego vende a otras compañías, que los comercializan como píldoras o que los incorporan a otros productos.

Entre sus fórmulas patentadas destacan, por ejemplo, Nutroxsun, que ayuda a fortalecer la protección natural de la piel frente a la radiación solar, o Zeropollution, que combate desde el interior los efectos de la contaminación en la dermis. Unos beneficios que la firma acredita con estudios científicos y que vende sobre todo en el extranjero, especialmente entre las mujeres asiáticas -muy preocupadas por el tono de su piel- o las norteamericanas. La compañía también recibió una ayuda a fondo perdido de 1,2 millones del Plan H2020 de la UE para su complejo Metabolaid, que combate el denominado síndrome metabólico que afecta a las personas con obesidad, al aumentar el gasto energético, reducir la presión arterial y bajar el nivel de azúcar en sangre.

Una de sus últimas innovaciones ha sido desarrollar aplicaciones para que los usuarios puedan determinar si está utilizando bien sus productos, mediante la recogida de datos de sus dispositivos y la inteligencia artificial. Otro ejemplo más del nivel de la innovación en la provincia de Alicante.

Un «tinder» para unir a científicos y empresas

Un «tinder» Otro de los objetivos que se ha marcado la asociación Bioval con su plan Biomatch es crear una plataforma para poner en contacto a las empresas del sector con los jóvenes científicos e investigadores de las universidades. Una especie de «tinder» con el que pretenden facilitar a las compañías la búsqueda de los profesionales que necesitan para su actividad pero, también, retener a estos profesionales y evitar que la mayoría se marchen a otras zonas de país para desarrollar sus carreras. «Sólo un tercio del talento que sale de nuestras universidades se queda aquí. Debemos crear las oportunidades para cambiar esta situación», insiste el vicepresidente del clúster biotecnológico, Eliseo Aller. Sobre todo, porque la mayoría de los que se marchan, no regresan, lo que complica luego la búsqueda de profesionales.

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