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Elda pierde diez fábricas de calzado en cuatro meses

La externalización de la producción por parte de las grandes compañías amenaza la continuidad de otra decena de empresas con 400 trabajadores

Las instalaciones de Nice Shoes, otra de las empresas de calzado de Elda que ha cerrado desde el verano.

La delicada situación por la que atraviesa el sector del calzado en Elda y comarca deja un preocupante balance, con diez fábricas cerradas desde el pasado verano. Todas ellas, pymes zapateras o auxiliares con plantillas de entre 30 y 45 trabajadores. Este diario ha confirmado en las dos últimas semanas la liquidación de la prestigiosa firma Paco Herrero, con tres generaciones al frente; Calzados Erika, con 60 trabajadores en plantilla; la histórica Hormas Aguado, la empresa auxiliar más antigua del sector en la provincia con siglo y medio de existencia; y Nice Shoes, que ha sido la última en incorporarse a la lista. Fabricaba para Stuart Weitzman Group y sus 40 operarios iniciaron las vacaciones estivales sabiendo que ya no volverían a sus puestos El cierre es irreversible y, de hecho, la gerencia ya ha puesto a la venta la moderna maquinaria de la que disponía en una céntrica nave de Elda, donde elaboraba zapatos y botas de señora de segmento alto.

Los expertos fijan la cifra de despedidos en torno a las 400 personas y la pérdida de un tercio del trabajo inducido solo por la marca Stuart Wetizman. El Medio Vinalopó asiste, por tanto, a un proceso de destrucción del poco empleo estable que quedaba en la comarca y que, si nada lo impide, terminará alimentando a una economía sumergida que parecía languidecer.

Pero el futuro inmediato también se intuye oscuro. Otra decena de empresas con otros 400 trabajadores podrían desaparecer antes de que acabe el año. Es el efecto de caída de las piezas del dominó, que las cinco multinacionales que controlan el calzado femenino de alto estanding han puesto en marcha en la comarca. Muchas de estas poderosas comerciales están en manos del capital riesgo y el objetivo es tratar de exprimir el negocio buscando la máxima rentabilidad en el menor tiempo. Se trata de apurar hasta el último céntimo en el proceso de fabricación para basar toda la fortaleza comercial en la marca. No parece importarles que la calidad del producto se resienta a medio plazo. El efecto inmediato es bajar los precios hasta asfixiar al empresariado local o externalizar buena parte de la producción a países como China, Marruecos, Rumanía o Portugal, donde la mano de obra es más barata. Frente a este panorama al zapatero eldense se le presenta la disyuntiva de cerrar y desvincularse definitivamente de un sector en crisis permanente o, por el contrario, seguir adelante haciendo lo que mejor sabe hacer, y lo único que sabe hacer, pero desde el clandestinaje. Solo liberándose de los impuestos y de las cargas laborales puede fabricar a un precio competitivo que le permita sobrevivir. Una peligrosa deriva que podría dar lugar al regreso de los «chiringuitos» de la economía sumergida tan extendidos en locales, garajes y bajos de edificios treinta años atrás. Una depauperada imagen del sector zapatero que, durante los últimos años, había logrado mejorar gracias a la flexibilidad que los contratos fijos discontinuos introdujeron en un mercado laboral tan caprichoso como estacional. Igual de paradójico resulta comprobar que algunos de los artífices de la pérdida de trabajo, empleo y riqueza de la ciudad son firmas clientelistas, asentadas en la zona, que hacen de intermediarias entre las grandes compañías y los pequeños fabricantes para buscar el lucro.

Pero no solo están cayendo los talleres. Empresas estables y consolidadas de tamaño medio también están sucumbiendo al tsunami de las grandes marcas. Es la vieja historia del pez grande se comen al pequeño. Con menos producción y a menos precio los empresarios no pueden mantener la misma estructura de fabricación ni hacer frente a las deudas millonarias que contrajeron en tiempos de bonanza para seguir el camino de la mejora tecnológica.

Todos los indicadores apuntan, por tanto, a que el último trimestre de 2019 se presenta crudo para el calzado y, por ende, para su industria auxiliar. Los empresarios, sindicalistas, trabajadores y gestores con los que ha contactado este diario mantienen pareceres dispares, pero coinciden en la necesidad de que los poderes públicos se impliquen decididamente en el problema.

Algunos advierten de que la actual situación es tan preocupante que requiere de una actuación permanente y urgente con medidas claras, precisas y realistas. «Pero ya a medio plazo porque a corto plazo se llega tarde», apuntan los más pesimistas. Otros, por el contrario, muestran su plena confianza en que el tejido industrial de Elda y los municipios de su área de influencia volverán a superar un nuevo escollo. «En esta crisis se perderán muchas cosas pero los zapateros eldenses son supervivientes acostumbrados a trabajar y a sufrir», aseguran los más optimistas.

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