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La pesca, entre el turismo y la cocina

El sector provincial de la mar busca mayor rentabilidad en la diversificación, abre sus instalaciones al público y distribuye caldos elaborados con sus propias capturas

Imagen de archivo de descarga de pescado en el puerto de La Vila. david revenga

Ni los propios pescadores de la provincia se imaginaban a finales del pasado siglo que su oficio empezaría a adentrarse en actividades alternativas, más allá de la propia faena en el mar, y que podrían mejorar la rentabilidad de esta dura profesión, cuyos ingresos han venido, tradicionalmente, de sus capturas y de la venta en lonja. Pero en este nuevo siglo en que todo revoluciona a gran velocidad, algunas cofradías de la provincia ya están pulsando la posibilidad de abrise al turismo marinero o a que los pescados más baratos que capturan, la morralla y otros que tienen un muy bajo precio de venta, puedan distribuirse envasados de forma concentrada o congelados; y hasta comercializarse por internet.

Estos son algunos de los saltos cualitativos que en el siglo XXI ha dado un sector tan ancestral, muy ligado a la primera presencia del hombre en la tierra y a la necesidad de alimentarse.

De las redes y los trasmallos han pasado a los envasados y a la distribución. La pionera en esta actividad fue la cofradía santapolera, que ideó en 2006 elaborar caldo de pescado de su bahía. Y, ahora, la de La Vila tiene en proyecto crear una fábrica artesanal de caldo de pescado. Aún le falta por acabar de definir la iniciativa, aunque ya ha invertido unos 500.000 euros, que incluye la compra de la nave que albergaría la fábrica, según informaba el patrón mayor de La Vila, también presidente de las cofradías alicantinas, José Ignacio Llorca. El caldo lo elaboraría un cocinero reconocido de la localidad, «pero será artesanal. Y empezaremos vendiendo dependiendo de lo que se pesque, de la oferta y la demanda», apuntaba Lloret. El proyecto tiene aún que recibir los pertinentes permisos de la Administración y para ponerla en marcha también prevé acudir a ayudas de la Unión Europea.

La de Torrevieja, sin embargo, se inclina más por el turismo marinero. Una actividad que no desarrolla la cofradía en sí, sino el sector privado. La empresa Ociomar tiene varias actividades para llevar a turistas a la lonja o rutas en sus propios barcos deportivos para ver de cerca cómo faenan los marineros. «Y conocer este oficio tan interesante», apuntaba Beatriz Almarcha, responsable de Ociomar. Este año, ya han atenido a más de 700 clientes, entre visitantes nacionales y extranjeros. «Este verano muchos han sido americanos», destacaba. Los turistas que quieran pueden comprar pescado del barco que estén viendo faenar a unos metros. «Una cantidad limitada y siempre que lo declaren en la lonja», advertía el patrón mayor de Torrevieja, Pedro Carmona, quien apoya esta iniciativa, aunque venga del exterior. Pero su gran reivindicación a la Administración es la modernización de la lonja. «Aunque somos una cofradía pequeña, nuestra lonja tiene pescado azul de flotas de Murcia, Almería, Castellón e, incluso, de Barcelona», resaltaba.

Visitantes en la mar

Otra de las rutas incluye visitas a la lonja y explicaciones en el muelle sobre el arte de la pesca. Los visitantes también pueden acceder a degustaciones de pescado fresco. No obstante, todo ello supone solo un «pequeño complemento» para la cofradía, decía Almarcha, que, sin embargo, cree que cuando se autoricen las rutas para ver faenar por la noche, habrá mayor dinamismo. Ahora sólo lo hacen con un barco de cerco, pero no en Torrevieja, sino en otro puerto cercano.«Los barcos de arrastre son más reticentes, ya que tienen que hacer una fuerte inversión para que les autoricen a tener una parte de la embarcación dedicada al turismo», explicaba la responsable de Ociomar.

En lo que se refiere al salto cuantitativo, este registra tanto la vertiente negativa como la positiva. Esta última la sustentan la rentabilidad, poca o mucha, que puedan obtener por esta diversificación, así como por un mayor valor de las capturas, al autorregularse los propios pescadores para enfocarse en las especies con mejor precio en lonja, ya sea gamba roja, bacalao, sardina..., según explicaba el presidente de la Asociación de Cofradías de Pescadores de la Provincia, José Ignacio Lloret, quien añadía que la autorregulación también se practica con los paros biológicos fijados para la regeneración de los caladeros y los que ellos mismos se imponen para equilibrar el esfuerzo pesquero.

Menos barcos y tripulantes

Pero el descenso de la flota es, en realidad, lo que ha impulsado al sector a buscar alternativas. Porque hay menos barcos faenando, menos marineros y un problema de falta de relevo generacional que acecha a algunas cofradías, advertía el presidente provincial de los pescadores. Según el último informe del Comité Económico y Social (CES) de la Comunidad, correspondiente al ejercicio 2018, en la provincia faenaban el pasado año 231 barcos pesqueros, trece menos que en 2014 y la cifra de tripulantes ha pasado de los 945 de hace cuatro años a los 926 actuales.

Por su parte, el volumen de capturas en la provincia en 2018, que fue de 13.268,7 toneladas, representó un descenso del 10,6% con relación a 2017. Estas cifras son a nivel general, aunque en algunas especies la evolución del volumen de pesca es mayor según matizaba Lloret . Sin embargo, el valor en lonja alcanzó los 61,20 millones. Una cifra que significó un aumento del 2,7%.

Ahora, en lo que se puede denominar infraestructura pesquera, la provincia ha perdido cierto tamaño, a pesar de que los puertos alicantinos son de los más potentes de la Comunidad y algunos, incluso, del Mediterráneo en facturación, señalaba el responsable de la Lonja de Santa Pola, José Andreu.

Sin embargo, en las estadísticas del CES de la Comunidad sobre capturas y valor de las mismas sólo aparecen nueve cofradías: Dénia, Xàbia, Moraira, Calp, Altea, La Vila, El Campello, Santa Pola y Torrevieja. Tradicionalmente, el censo lo formaban trece y lo completaban Alicante, Tabarca, Benidorm y Guardamar. Según informaba Lloret, algunas de ellas han reducido el número de barcos y venden en lonjas cercanas. Quizá, en un futuro, algunas de ellas sigan la estela de las que ya han dado los primeros pasos de la diversificación. Como la de Santa Pola, pionera en la provincia en explorar la elaboración de caldos de pescado y también en abrir un restaurante.

Los barcos llevan el pescado fresco a una empresa de Elda que elabora el caldo y los envasa «y nosotros los distribuimos», subrayaba el responsable de la Lonja santapolera, Pepe Andreu, quien habla de una buena demanda en el mercado del «Caldo de Caldero. Peix de Santa Pola», ya que se comercializa en la gran distribución, en tiendas gourmets, en la propia pescadería de la cofradía y online. Hoy vienen a producir unos 3.000 botes al mes, según cuantificaba Andreu.

Otro de los beneficios para los pescadores que ha supuesto esta actividad «es que como tenemos que comprar mucha morralla a nuestra propia lonja, eso hace que suba el precio de este pescado».

Además, tienen servicios rebajados. «La cofradía tiene subvencionado el gasoil y a ellos se les baja un poco. También tienen buen precio en el hielo y tienen otros «como el almacén que la cofradía les da gratis», manifestaba José Andreu.

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