“Nos quedamos sin clásicos”. Me lo decía el domingo Paco Esquivel, nada más conocer el fallecimiento de García SoleraGarcía Solera sin saber que, solo unas horas después, tendría que devolverle el wasap con otro mensaje similar, lamentando la muerte de José Enrique Garrigós. Sí, se nos ha ido un clásico, también con mayúsculas, un tipo que se encomendó a sí mismo una misión hasta el final: Ser útil. Y, entretanto, ayudar en todo lo que pudiera a sus amigos, un amplio arco que traspasó su incondicional Xixona natal, su querido Alicante, su añorada Cataluña y llegó hasta ese mercado latinoamericano donde le siguen venerando y recordando con esa amplia sonrisa que le cubría el rostro. Sí, se nos ha ido un clásico, el empresario que prestó su tiempo, trabajo, afán y experiencia para que al resto le fuera mejor; el que blandió como nadie la bandera en defensa del turrón de Xixona desde el Consejo Regulador (qué bien haría el pueblo inmortalizando su nombre en una plaza o calle); el que asumió con certero atrevimiento la complicada tarea de suplir al reivindicativo Valenzuela al frente de la Cámara de Comercio; el mismo que no dudó en echar una mano al Hércules para atender a los niños de su cantera buscando tiempo donde no quedaba. Sí, se nos ha ido un clásico, incapaz de permanecer en un lugar donde no podía ser de utilidad tras padecer despiadados ataques a su cerebro en los últimas semanas. Cumpliendo su palabra, sin necesidad de que su inseparable ‘compare’, Pepe Mira, tuviera que hacer frente a ese pacto sellado entre ambos durante su juventud, aquel que ‘Garri’ se encargaba de poner en vigencia cada cierto tiempo: “Pepe, al primer dels dos que li falle el perol, una pastilleta i ja ens vorem”. Sí, se nos ha ido un clásico, un gran tipo, més bo que el torró.