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La CEV busca desmarcarse

La patronal comienza a dar toques de atención al Consell en cuestiones tales como la colaboración público-privada o la lucha contra la economía sumergida

El presidente, Ximo Puig, y el jefe de los patronos valencianos, Salvador Navarro, en imagen de archivo. Alberto Saiz

El ecosistema patronal ha dado un giro de 180 grados en los últimos años. Ya no solo por el relevo en los liderazgos y en las siglas o por el cambio de estrategias y de formas. También se ha pasado de organizaciones a las que se les reprochaba que iban continuamente de la mano del PP -hasta el punto de no tener empacho a la hora de colocarse detrás de las pancartas en función de los intereses de los gobiernos de turno-, a otra -la Confederación Empresarial de la Comunitat Valenciana (CEV)-, a la que se le recrimina todo lo contrario: la afinidad y la sintonía, más que con el Consell, con el presidente de la Generalitat, Ximo Puig. Ante ello, tanto el jefe de los patronos a nivel autonómico, Salvador Navarro, como el de los empresarios alicantinos, Perfecto Palacio, se han defendido apelando a la «lealtad institucional» de la CEV a la Generalitat, sobre todo en cuestiones como la defensa de la solución a la infrafinanciación o del déficit de inversiones en infraestructuras, incluso en el diálogo socia. Y han ido dejando claro que eso es una cosa y otra las discrepancias que han tenido con el Gobierno autonómico -y que así se lo han hecho saber- en temas como las reversiones de Ribera Salud, el sistema de retorno, o la tasa turística y la del azúcar. Aunque, eso sí, en la práctica, en muchos de los casos esos choques hayan respondido más a las posiciones de Compromís que a las del PSPV. Esos puntos de partida, en cualquier caso, puede que expliquen el rumbo que ha empezado a tomar la CEV, con toques de atención, de momento sutiles y elegantes, pero toques de atención, cuando el Botànic II aún no ha cumplido sus primeros cien días, y con los que parece que tratan de desmarcarse de esa imagen pro-Puig y buscar su espacio.

Tanto es así que ayer, sin ir más lejos, en el comité ejecutivo y la junta directiva que celebraba la patronal antes del parón estival se pusieron sobre el tapete algunos de las cuestiones que la CEV quiere llevar a la próxima Mesa de Diálogo Social convocada para el próximo jueves, a expensas únicamente del encuentro que mantendrá la confederación el próximo lunes con los secretarios generales de UGT-PV y CC OO-PV, Ismael Sáez y Arturo León, respectivamente, para definir estrategias. Unas cuestiones que, según se puso de manifiesto ayer, para la organización que preside Salvador Navarro, pasan por más inversión en I+D+i, el fomento de la digitalización en las empresas, o la exigencia del cumplimiento para los productos de terceros países de los mismos estándares de calidad, seguridad y medioambientales que para los de la Comunidad, en clara alusión al tratado de la UE con los países del Mercosur. Hasta ahí todo bien. Sin embargo, la CEV incorpora dos puntos más: la creación de un observatorio de lucha contra la economía sumergida y el impulso a la colaboración público-privada. Dos aspectos que, por unas cosas o por otras, no son casuales. De un lado, la reclamación de ese observatorio contra la economía clandestina viene de lejos. De hecho, en la reunión que mantuvieron Navarro y los vicepresidentes de la CEV hace ahora dos semanas en Pinoso ya acordaron redoblar la presión hacia el Consell con este tema. Sin embargo, esta demanda vuelve a plantearse justo cuando el Gobierno autonómico ya ha anunciado la creación de un Observatorio del Trabajo Decente. Desde la CEV lo que argumentan es que, antes de hacer cualquier valoración, tendrán que conocer al detalle qué contenido se le va a dar, pero, que, sea como sea, se le debe dar un contenido más global, y debe partir de la base de que las empresas, y no solo los trabajadores, pierden con la economía irregular. Conclusión: no conocen bien el observatorio anunciado pero, por lo poco que saben hasta ahora, no les apasiona tal y como se ha proyectado.

Ahora bien, por encima de todo, destaca la reivindicación del impulso a la colaboración público-privada, en clara referencia, aunque sea de forma indirecta, al proceso de reversiones, y, en especial, al que afecta a Ribera Salud, a la sazón, empresa asociada a la CEV. Cierto es que, por ahora, el proceso parece estar más parado, pero la patronal sigue enarbolando la bandera en este tema, que, precisamente, es el que provocó un enfrentamiento más directo con el Botànic I.

Esto llega, encima, justo unos días después de la tribuna que publicaba Salvador Navarro en este mismo periódico, y en la que no solo le recordaba al Consell que no había tiempo que perder, sino que volvía a aludir a la colaboración público-privada y mostraba su oposición a que las reglas del juego puedan cambiar a mitad del partido. Todo un aviso a navegantes que en determinados círculos se interpretaba como un paso para tratar de empezar a marcar distancias con esa imagen pro-Puig. Desde la CEV, sin embargo, lo que mantienen es que simple y llanamente es su estrategia. Una estrategia que puede coincidir o no con el Consell.

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