El mercado hipotecario de la provincia aún sigue pagando las consecuencias de la burbuja inmobiliaria. A pesar de que la concesión de créditos para la compra de vivienda encadena ya más de cinco años al alza y de que su volumen prácticamente se ha duplicado desde que tocara suelo en el año 2013, lo cierto es que las entidades aún no han conseguido que el número de nuevas contrataciones supere al de las hipotecas que se cancelan, ya sea porque llegan a su final o porque los tomadores las amortizan anticipadamente. Una evolución que refleja hasta qué punto Alicante fue una de las zonas cero de los desmadres inmobiliarios cometidos hace una década, ya que en el resto del país la situación se ha normalizado con mayor celeridad y, por primera vez desde 2011, en los dos primeros meses de este año las contrataciones ya han sobrepasado a las extinciones, de acuerdo con los últimos datos del Instituto Nacional de Estadística.

Sin embargo, en la provincia las cosas son distintas. Si entre enero y febrero los bancos concedieron hasta 2.974 nuevas hipotecas sobre viviendas -un 14,6% más que en el mismo periodo del ejercicio anterior-, el número de cancelaciones fue de 3.304, es decir, casi un 11% superior a las contrataciones. No obstante, es cierto que la distancia entre unas y otras se ha recortado, ya que el año pasado superaba los 20 puntos y en 2013 las últimas más que duplicaban a las primeras. Eso sí, el ritmo al que se aproximan ambas cifras es menor que en el resto del país.

Como ocurrió en toda España, durante los años de bonanza la concesión de nuevos créditos inmobiliarios superaba con mucho a las cancelaciones. Así, en 2007, por ejemplo, se firmaron 71.590 hipotecas frente a las 37.886 que se dieron de baja. La situación cambió con el estallido de la burbuja. El volumen de nuevas operaciones se desplomó y también lo hizo la cifra de amortizaciones, ya que muchas de ellas respondían a familias que vendían su casa anterior para comprarse una nueva. Sin embargo, mientras la cifra de cancelaciones se estabilizó rápidamente en el entorno de las 18.000 ó 19.000 bajas anuales, la firma de nuevos préstamos siguió cayendo de forma pronunciada hasta que en 2011 se situó por debajo de las anteriores, donde permanece hasta la fecha.

Entre los motivos que explican esta situación el primero, sin duda, es el enorme volumen de préstamos que se concedieron en los años de bonanza, que sigue sin tener parangón y que, a medida que llegan a su fin, inflan la cifra actual de bajas. Pero otra de las causas, y no menor, es la «aversión al riesgo que ha quedado en el subconsciente de las familias», que está llevando a que «todo el que puede intente amortizar la hipoteca lo antes posible para librarse de esta carga», como apunta la catedrática de Economía Aplicada de la Universidad de Alicante y experta en el sector inmobiliario Paloma Taltavull.

Una tendencia que, además, se ve acrecentada por los bajos o más bien nulos tipos de interés con los que se remunera el ahorro, lo que supone un incentivo para que las familias opten por reducir deuda antes que mantener el dinero improductivo en la cuenta corriente.

Esto mismo lleva a otra de las causas de esta diferencia, que es la gran cantidad de compraventas que se realizan en efectivo actualmente. Si se cruzan los datos de constitución de hipotecas con las de transacciones de viviendas, el resultado es que el año pasado en todo el país se pagaron a tocateja el 33% de las adquisiciones, una cifra que en Alicante se dispara por encima del 60% debido al peso de los compradores extranjeros, que suelen emplear menos la financiación de las entidades locales.

Entradas muy elevadas

En el otro extremo, otro de los motivos de que la concesión de hipotecas no alcance cifras mayores, según apunta Taltavull, son las restricciones que los bancos siguen imponiendo en el porcentaje de la vivienda que financian. Unas restricciones en parte impuestas por los supervisores y la normativa, que penaliza que se conceda más del 80% del valor de la casa, pero también por los propios recelos de las entidades a asumir excesivos riesgos. El resultado, según la profesora universitaria, es que la media de financiación real se sitúa en el entorno del 55% o 60%. «Nos encontramos con que hay muchos posibles compradores que ya tienen capacidad de pago para afrontar las cuotas mensuales pero que no disponen de la entrada necesaria», apunta Taltavull.

La consecuencia es que, a pesar de los incrementos de los últimos años, el volumen de nuevas hipotecas anuales que se registran en la provincia no llega ni al 20% de las que se daban en el pico de la burbuja inmobiliaria. De igual forma, el saldo vivo total del crédito hipotecario siguió cayendo en toda España hasta el año pasado. Para compensar la pérdida de negocio, la banca ha potenciado la concesión de hipotecas a tipo fijo, por las que cobra intereses más elevados de los que puede aplicar a las variables.