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Solo tres bancos controlan ya más de la mitad de las sucursales de la provincia

Los procesos de concentración bancaria y la digitalización del sector dejan la red de oficinas de Alicante en su nivel más bajo desde principios de los años ochenta

Una antigua sucursal bancaria, ahora cerrada, en el centro de Alicante.

Si en Estados Unidos ya se habla del apocalipsis de los centros comerciales, por los cierres masivos que está provocando la expansión del comercio electrónico, en España bien podría aplicarse este término a lo que está ocurriendo con las redes de oficinas del sector bancario. Desde el estallido de crisis, las entidades ya han cerrado prácticamente la mitad de sus sucursales en la provincia y, lo que es peor, nadie se atreve a vaticinar cuándo se detendrá la sangría, ante el avance imparable de la banca electrónica, las denominadas fintech o la competencia de gigantes como Google o Amazon con sus incursiones en el negocio financiero, a través de los sistemas de pago.

Los datos son rotundos. De las 1.736 sucursales que operaban en Alicante a finales de 2007 se ha pasado a 917 -la cifra más baja desde 1981- pero, quizá, lo más llamativo es la concentración de la oferta que se ha producido. Tras los distintos procesos de fusión y los cierres continuados, solo tres entidades -Sabadell, CaixaBank y Santander- se reparten ya más del 50% de toda la red -el 52,6%, para ser exactos- y, si se suman las de BBVA y Bankia, el porcentaje alcanza el 74,2%. Hace diez años la cuota de las tres primeras entidades apenas representaba el 36,4% del total y las cinco mayores sólo concentraban el 49,6% de las sucursales.

De hecho, aunque cueste de creer, en estos momentos la cuota del Sabadell en la provincia es mayor que la que tenía la omnipresente CAM antes de la crisis -del 22,5% frente al 18,5%-, a pesar de que en números totales el banco presidido por Josep Oliu cuenta con un 40% menos oficinas de las que tenía por entonces la desaparecida caja alicantina.

Es más, si en aquella época hasta 18 entidades contaban con más de 20 delegaciones en la zona, ahora solo siete bancos superan esta cifra, según los datos recopilados por la investigadora del Instituto de Economía Internacional de la UA Gloria Pardo para el dosier «La economía alicantina tras la Gran Recesión», editado por organismo universitario e INFORMACIÓN.

Menos competencia

Como es lógico, la principal consecuencia es que los consumidores cada vez tienen menos opciones donde escoger y, por tanto, también menos capacidad de negociación para rebajar sus costes financieros. Sin embargo, la profesora universitaria señala que la situación todavía dista bastante de ser alarmante y recuerda que, según el índice Herfindahl, que suele emplearse para determinar el grado de competencia que existe en determinado sector, estamos en una situación de concentración moderada. «Además, debemos tener en cuenta la aparición de nuevos competidores en el ámbito del fintech y el acceso por parte del usuario a otras entidades y productos gracias a la banca online, si bien estos nuevos canales serán más utilizados por las generaciones más jóvenes», asegura la experta.

El principal problema surge en aquellos municipios, generalmente de pequeño tamaño, donde han desaparecido todas las entidades y que, además, suelen contar con una población envejecida. Una realidad que en Alicante ya se da en 60 municipios, que suman más de 37.000 habitantes, según un estudio del Instituto Valenciano de Investigaciones Económicas.

Grandes ciudades

Si el entorno rural ha sido el que ha sufrido en mayor medida los cierres de la banca en los últimos años, en estos momentos son las redes de las grandes ciudades las que se ven más amenazadas. La mayoría de entidades pretende aprovechar la reducción de la afluencia de público a las oficinas que conlleva el avance de la banca digital para concentrar sus servicios físicos en sucursales de mayor tamaño, donde se reducen a la mínima expresión o se suprimen los servicios de caja, para ofrecer una atención más personalizada a aquellos segmentos de clientes más rentables o para gestionar las operaciones que dejan más margen. Así lo reconoció, por ejemplo, el consejero delegado del Banco Sabadell, Jaume Guardiola, hace una semanas, durante un encuentro con los medios previo a la junta de accionistas, en el que señaló que los cierres van a seguir.

En este mismo proceso de concentración de servicios en menos establecimientos se inscribe el ERE que CaixaBank negocia en estos momentos y que, según la información que la entidad ha trasladado a los sindicatos, supondrá la supresión de 34 oficinas en la provincia, según UGT. Unos cierres que tienen mucho que ver con los planes para implantar hasta una veintena de las denominadas oficinas «Store», que suelen concentrar las tareas de dos o tres sucursales actuales, según la central sindical.

También se espera un importante ajuste en el Santander para aligerar la red tras la absorción de Banco Popular y ante el avance de su modelo de oficina «Smart», de características similares a las de la anterior. En este caso, según fuentes de CC OO, los cierres se prevén para la segunda parte del año, una vez que concluya la integración informática que el banco tiene en marcha. En cualquier caso, el goteo de cierres se extiende a todos los bancos. Otra cosa es si serán suficientes para que las entidades recuperen la rentabilidad perdida. Algo que, como recuerda Gloria Pardo, también depende de que logren mejorar sus ingresos, un objetivo difícil con los actuales tipos de interés.

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