R. C.

Levantina alegó causas económicas para presentar la reestructuración, debido a la caída de las ventas en los mercados exterior y nacional. Un contexto que le ha llevado a vivir una «situación económica- financiera muy negativa, que ha supuesto pérdidas acumuladas desde 2016 por importe de 194 millones», según señalaron en su día fuentes de la empresa. La compañía justificaba los recortes en la necesidad de garantizar la viabilidad del grupo, mantener la actividad y el mayor número de empleos posibles. Y consideraba necesario reducir la producción para adecuarla a la demanda.

Antes del ERE, Levantina ya aprobó en diciembre de 2018 una reducción de su capital social en prácticamente cien millones, mediante la amortización de acciones, con lo que el capital quedaba reducido a 60.000 euros. Estas decisiones las ha tomado el fondo británico Bybrook, que el pasado año se hizo con el control de la compañía, tras comprársela a los bancos acreedores, liderados por BNP Paribas, representando el tercer cambio de propiedad. El segundo fue en 2010. Los fondos Impala y Charterhouse pusieron la firma en manos de los bancos acreedores. Y la primera fue en 2006, cuando las familias Esteve y Máñez la vendieron a Impala y Charterhouse. El ajuste actual también es el tercero aplicado en la compañía, tras los dos presentados durante la crisis.