«El Instituto de Economía Internacional (IEI) de la Universidad de Alicante cumple con su vocación de servicio público con esta publicación». Con estas palabras, el director del IEI y catedrático de Historia Económica de la UA, Antonio Escudero, presentaba ayer, en el Hotel Palacio Tudemir de Orihuela, el dosier «La economía alicantina tras la Gran Recesión», la continuación de otro estudio previo presentado hace dos años, y en el que se analizaban las consecuencias de la crisis. Durante su exposición, Escudero fue desgranando las conclusiones de este trabajo que consta de 14 capítulos y que pone el foco en la recuperación económica experimentada entre los años 2014 y 2018, así como en la evolución que han experimentado los principales sectores de esta provincia. Sin embargo, no se quedó ahí y apuntó que, estos momentos, las previsiones de crecimiento de la economía alicantina dependen de dos cuestiones no poco importantes: el Brexit y el mayor o menor proteccionismo que pueda derivarse de las negociaciones entre EE UU y China. Una cuestión ésta que también se refleja en el dosier, aunque, como indicó el catedrático durante su intervención, a priori parece que puede tener más incidencia el Brexit por sus efectos en el turismo, la vivienda y la exportación de bienes agrarios e industriales.

Previsiones al margen, el director del Instituto de Economía Internacional de la Universidad de Alicante comenzó haciendo una radiografía de la economía entre los años 1995 y 2018, distinguiendo claramente entre la fase de crecimiento, de 1995 a 2008; la de la crisis y depresión, de 2009 a 2013; y la de la recuperación, de 2014 a 2018, tal y como hace en el primer capítulo del documento, el dedicado a las economías española y alicantina entre 1995 y 2018, y elaborado por el propio Escudero y la catedrática de Economía Aplicada de la UA, Paloma Taltavull. En este punto, subrayó que los indicadores ponen en evidencia que España ha superado la depresión económica y que ha vuelto a la senda de crecimiento. Ahora bien, su advertencia fue bien clara. «No todo es positivo. Nuestra economía adolece de problemas», sentenció. Unos lastres para la recuperación que focalizó en particular en la baja productividad; el empleo, con altas tasas de paro todavía, salarios que no acaban de despegar, y precariedad; y la desigualdad. Su conclusión, en esta línea, no podía ser más ilustrativa: «España alcanzó en 2017 el nivel de riqueza de 2008, pero está peor repartida como evidencian los datos sobre distribución funcional y personal de la renta y riesgo de pobreza», puntualizó. El catedrático, al respecto, añadió que esa desigualdad que hoy es mayor que antes de la crisis se debe a que el 80% de las rentas de los hogares proceden del trabajo, y de ahí la influencia que están teniendo la precariedad laboral y el desempleo de larga duración.

Entre las soluciones, aludió a la importancia de pasar de un modelo económico basado en el aumento de las cantidades de trabajo y capital a otro que se sustente en la Economía del Conocimiento. Y aquí dio un dato alentador: casi la mitad del gasto empresarial en I+D lo llevan a cabo pymes. «Eso evidencia que el tamaño de la empresa no es siempre un obstáculo para la innovación», apostilló. Eso no quita para que reivindicara un pacto de Estado para la innovación.

La falta de recursos hídricos en el capítulo de la agricultura, la sustitución de la economía lineal por la circular, la necesidad de explorar nuevos destinos en los mercados exteriores, el sector del ladrillo con una demanda que no acaba de despegar como se preveía, la necesidad de fomentar un modelo turístico más competitivo o la reivindicación de que los estudios se adapten mejor a las necesidades de las empresas fueron otras de las ideas que Antonio Escudero desgranó en su intervención.

Más presión fiscal, pero a través de los impuestos directos

Para corregir la desigualdad, Antonio Escudero abogó por aumentar el gasto del Estado y de las autonomías para redistribuir mejor la renta a través de prestaciones, así como lo que denominó «transferencias en especie», en alusión a la educación y la sanidad. Reestructurar partidas del presupuesto, combatir el fraude fiscal y hasta aumentar la presión fiscal fueron sus propuestas. «España puede elevar la presión fiscal», defendió, amparándose en que en Francia, Bélgica, Italia, Austria o Alemania es mayor. Eso sí, el catedrático se mostró partidario de que se suban los impuestos directos, y no el IVA.