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El Rey subraya al empresariado que tiene una deuda con los jóvenes y fija como prioridad el empleo juvenil

Felipe VI pone el acento en que la unión de los empresarios de Alicante, Valencia y Castellón ha contribuido a que la Comunidad tenga «la visibilidad que merece»

Estaba llamado a ser el acto de consagración definitiva de la Confederación Empresarial de la Comunitat Valenciana (CEV) y, por eso precisamente, se había escogido como escenario Alicante, la provincia donde más reticencias había encontrado el proyecto capitaneado por Salvador Navarro para aunar en una misma organización empresarial a las tres provincias valencianas. Así las cosas, no fue extraño que la unidad, en distintos ámbitos, pero, por encima de todo, la unidad empresarial fuera el hilo conductor que guió todos los discursos que fueron dando forma al acto con el que la CEV celebraba su 40+1 aniversario: los 40 años que había sido una patronal provincial -la de Valencia- y el primer año de recorrido como patronal autonómica. Ahora bien, especialmente significativo fue el discurso del Rey Felipe VI, ya no solo por sus referencias a la unidad, sino por el reproche que lanzó a los empresarios: «La sociedad, y los empresarios como parte de esta sociedad, tiene una deuda con ellos», sentenció. Daba así continuidad, y lo reconocía expresamente, a su discurso de Nochebuena. «Los esfuerzos por generar riqueza y empleo deben tener a los a los jóvenes como principal objetivo. Los jóvenes son el futuro y, por eso, el empleo joven tiene que ser una prioridad», indicó el Monarca.

Ahora bien, no fue la única tarea que puso don Felipe a los empresarios. «Otro reto al que ninguna empresa puede dar la espalda, con independencia de su tamaño y sector de actividad, es la digitalización. Las empresas de nuestro país están obligadas a digitalizarse para no perder las nuevas oportunidades de negocio, para ser más productivas, mejorar su competitividad y para llegar a todos los mercados», puntualizó.

En cualquier caso, y más allá de esos toques de atención, el Monarca, que había sido ovacionado por los asistentes a su entrada al ADDA, y que, posteriormente, cuando subió al escenario para cerrar el acto con su intervención, fue recibido a gritos de «viva el Rey», no escatimó el loas hacia la CEV. Lógico, por otra parte, teniendo en cuenta que la organización de Salvador Navarro era la anfitriona. Comenzó, en este sentido, diciendo que, igual que las empresas reorientaban sus estrategias de negocio en función de los tiempos y los nuevos desafíos, las patronales debían hacer lo propio, y ponía como ejemplo de organización que había sabido evolucionar y dar respuesta a las necesidades de sus asociados a la CEV. Era lógico, por otra parte. Sin embargo, no se quedó ahí y dio muestras de que, con esas alabanzas hacia la confederación, no daba puntada sin hilo. «La unión de los empresarios de Valencia, Alicante y Castellón, en beneficio de su economía y de su sociedad, ha contribuido, además, a que vuestra Comunidad tenga la visibilidad que merece», afirmó.

No en vano, el fantasma de la división empresarial en Alicante, con esa alternativa in extremis a la que aspiraba a convertirse Uepal, parecía que se había ido difuminando hasta borrarse en la tarde de ayer. Las apelaciones a la unidad y a la cohesión empresarial -apelaciones que, directamente o indirectamente, siempre parecían ir dirigidas hacia la provincia- cedieron el testigo a las felicitaciones porque la unidad y la vertebración ya eran una realidad. O, al menos, ese es el mensaje que se fue transmitiendo desde el estrado una intervención tras otra.

Sea como fuere, la unión no fue la única característica de la CEV que puso en valor don Felipe. También aludió al modo en que está promoviendo la participación de empresarias y directivas en las compañías valencianas y en las organizaciones empresariales. Y todo en un auditorio en el que cierto es que había una importante presencia de mujeres, pero los hombres no solo eran más, sino que dejaban a las claras de que aún queda mucho por hacer para romper el techo de cristal.

Finalmente, en el capítulo de elogios hacia la confederación hubo uno especialmente dirigido a Salvador Navarro, al que felicitó por su reciente elección como vicepresidente de la CEOE. De hecho, aprovechó este punto para dejar claro que «la fortaleza de la representación empresarial de la Comunidad Valenciana pasa también por la CEOE».

El foco en las exportaciones

Como si de una plegaria se tratara, aludió en varias ocasiones a la necesidad de adaptarse a los cambios con rapidez en una época como la actual. En una de las ocasiones, sin ir más lejos, lo hizo para referirse al modo en el que las empresas de Alicante, Valencia y Castellón poco menos que se habían reinventado y, con ello, habían contribuido al crecimiento económico de la Comunidad, incluso a un ritmo superior al de las grandes economías de la Unión Europea. En esta línea, puso el foco en el modo en el que ha contribuido a eso el comercio exterior. «No podemos olvidar esa gran tradición comercial del pueblo valenciano, tanto dentro como fuera de nuestras fronteras», dijo, para incidir a continuación en que, «en estos momentos, la Comunidad Valenciana es la tercera más exportadora después de Cataluña y Andalucía». A modo de ejemplo, citó el peso de los revestimientos cerámicos, los automóviles, el calzado, el textil o los productos agroalimentarios en esa internacionalización de las compañías de esta autonomía. Eso no quieta para que Felipe VI alertara de que hay que seguir en esa línea, de que el empresariado no se puede relajar. «El trabajo debe dirigirse a consolidar en el tiempo el crecimiento de nuestra economía, mejorar las tasas de desempleo y ofrecer una perspectiva alentadora de futuro a la sociedad en general y a los jóvenes en particular», defendió.

Conciencia y compromiso

El Rey había comenzado su discurso haciendo referencia al premio Manuel Broseta de la Convivencia, que había recibido por la mañana en el Salón de Corts, en València. Eso le dio pie a señalar que recibía ese reconocimiento, con el que se recordaba la figura de este político y abogado asesinado por ETA, como «un mandato de conciencia y compromiso, con mis funciones constitucionales y mis responsabilidades como Rey y como persona». Es más, añadió que «cuidar, preservar y mejorar nuestra convivencia es el fundamento de nuestro progreso y bienestar», y puso el acento en que en eso no solo deben trabajar las instituciones, sino también los ciudadanos. «Es una responsabilidad de todos, en la que debemos empeñar lo mejor de nosotros mismos», apostilló. Al fin y al cabo, la crisis catalana sigue abierta, y era lógico que hiciera un llamamiento en este sentido.

Ahora bien, casi en paralelo, también llamó la atención sobre la importancia que tiene que «la sociedad afiance su confianza en el trabajo empresarial, porque el empresariado está llamado a desempeñar un papel fundamental, no solo en el terreno de la economía sino también en el social». Una confianza que, asimismo, debía extenderse a organizaciones empresariales como la CEV que, indicó, «realizan una labor importante y reconocida constitucionalmente, en beneficio del interés empresarial y de la prosperidad social». No obstante, el Rey incidió en que las patronales tienen una responsabilidad que, de forma especial, implica diálogo y entendimiento con los interlocutores sociales, pero también cooperación con los poderes públicos. «El diálogo social ha sido y es esencial para lograr la eficacia y la generación de la riqueza que todos queremos, y que permita progresar y crecer de forma sostenible», agregó. Era la introducción para animarles a cumplir un reto obvio, que pasa por la capacidad para acordar y cumplir compromisos, y, según declaró, «participar así en el fortalecimiento de nuestra sociedad».

Su intervención se cerraba con otra tanda de efusivos aplausos. Había acabado el acto. Después, llegaría el turno de los saludos y las fotos al Monarca, dentro y fuera del propio auditorio.

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