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No es jerarquía, es cercanía

Una de estas cinco variables es la distancia al poder, y ésta se define en cómo una sociedad acepta la jerarquización de sus instituciones y organizaciones

No es jerarquía, es cercanía

Para esos momentos tontos con el teléfono móvil, sugiero surfear por los mapas de Hofstede. Geert Hofstede es un psicólogo social famoso por haber agrupado el comportamiento de las sociedades en el Modelo de las Cinco Dimensiones, y haberlos dibujado en mapas. Una de estas cinco variables es la distancia al poder, y ésta se define en cómo una sociedad acepta la jerarquización de sus instituciones y organizaciones. Los países con baja puntuación son aquellos donde sus habitantes aceptan que todos tengan los mismos derechos, mientras que puntuaciones altas significan sociedades con más desigualdades, más violentas, o que están más de acuerdo con las jerarquías formales. De cero a diez Venezuela es un nueve, España un cinco y Suecia o Alemania un tres. Arabia Saudita se lleva la palma con un diez.

Y, como ocurre siempre, lo macro tiene su reflejo en lo micro. Así, hay empresas donde la distancia al poder es mayor que en otras. Y de la misma manera que sucede a nivel país, donde las naciones con mayor desarrollo social y económico son aquellas con puntuación más baja, las empresas que mejor funcionan son las que tienen una jerarquía menos explícita. Esto no significa que las empresas planas -con menos niveles directivos- sean más productivas y rentables, no, sino que, existiendo una jerarquía formal, disfrutan de mayor accesibilidad a los niveles superiores. La accesibilidad a los directivos de alto nivel es algo que no se comenta suficientemente en la gestión de los recursos humanos.

Hay actores que han arruinado sus carreras, y en algunos casos sus propias vidas, por haberse creído el personaje que interpretaban, como Adrien Brody en la película «El pianista», quien vendió todo y se echó a vivir a la calle para meterse en la piel de un judío en la época del Holocausto. También hay profesionales que se creen su papel de jefes, y a más nivel, más altanería. El profesor de IESE Santiago Álvarez de Mon, autor de muchos casos prácticos y libros sobre liderazgo directivo, nos comentaba un día en clase cómo le había sido más sencillo entrevistar o reunirse con el presidente de alguna multinacional, que hacerlo con algún mando intermedio del que recibía respuestas del tipo «el señor Mengánez no le puede atender ahora, dice que le llame la semana que viene». Y es que no se trata de jerarquía, sino de cercanía.

La cercanía a los empleados es un factor clave del liderazgo. Y con esta frase nos podíamos quedar: punto final del artículo. Pero de la misma manera que los padres no tienen que ser los mejores amigos de sus hijos, saber dónde está la frontera entre la cercanía y el buenismo es complicado. Sin embargo, un directivo cercano tiene que tener una cualidad indispensable: ser accesible, tanto al cliente interno como al cliente externo. Estar ahí, dejarse ver, ponerse al teléfono. Con el cliente externo los beneficios son enormes, y además impactan en la cuenta de resultados. Pero con el cliente interno la rentabilidad es exponencial, ya que poder ver, hablar, saludar, compartir un café de máquina con el jefe del jefe, es de las experiencias más gratificantes para el empleado. La accesibilidad es en definitiva reducir la distancia al poder, y bastan pequeños gestos para conseguirlo, y no creerse el papel de jefe que uno representa.

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