Hay que avanzar con las reformas, en particular con la reforma laboral, y hay que hacerlo con carácter inminente. Eso es lo que defendió ayer el presidente de la Confederación Española de Organizaciones Empresariales (CEOE), Juan Rosell, en el marco de una nueva edición del Foro Club INFORMACIÓN-UAcelebrado en el restaurante El Maestral, y que también cuenta con la colaboración de Aguas de Alicante. La jornada, moderada por el director del Club INFORMACIÓN, Toni Cabot, y en la que el presidente de la Confederación Empresarial de la Comunidad Valenciana (CEV), Salvador Navarro, fue el encargado de presentar a Juan Rosell, se desarrolló bajo el título «Las reformas necesarias para consolidar el crecimiento».

El dirigente de los patronos españoles comenzó remontándose a la situación que se vivió en España entre 2008 y 2014, cuando la crisis ofreció su peor cara, salpicando su relato con ejemplos de la economía alemana. «La crisis nos cogió por sorpresa, a todo el mundo», terció. Eso le sirvió de base para ir haciendo una radiografía de la situación actual y la hoja de ruta que se debería seguir a partir de ahora. Su conclusión no pudo ser más contundente: las empresas españolas están ahora en mejor situación, pero hay que seguir avanzando para estar preparados ante futuras recesiones.

Al respecto, Rosell puso el acento en que «nosotros cumplimos a rajatabla los convenios. A pesar de que las empresas iban cerrando, se mantuvo el crecimiento de los salarios pactados». Con esa afirmación, de hecho, trataba de apuntalar una de las tesis principales defendidas durante su intervención: la necesidad de caminar hacia un mercado laboral más flexible. «Cuando una empresa tenía dificultades, o cerraba o tenía que despedir», alegó. Ante ello, planteó «modelos más imaginativos», tal y como dijo literalmente. Para ilustrar ese planteamiento puso como ejemplo el caso de una empresa con una caída de ventas del 30%, lo cual implica que, al final, tendrá que reducir la producción. En ese caso, vino a señalar, se pueden buscar alternativas del tipo de una reducción de la jornada laboral del 30%; bajar ligeramente los salarios, quizás no en esa proporción, pero que sean menores; y que la Administración imparta formación con fondos que se dedican al desempleo, para que puedan conocer otros oficios. Se escudó en que esto es lo que se hizo en Alemania, país este que también fue el promotor de los famosos «minijobs», como recordó el dirigente empresarial. Incluso aludió a EE UU, que en estos momentos tiene varios indicadores para definir la tasa de desempleo, lo que acaba teniendo incidencia en las cifras resultantes.

La siguiente parada en su intervención la hizo en las políticas fiscales. En este punto, admitió que los ingresos por el Impuesto de Sociedades han pasado de los más de 44.000 millones de 2007 a los 23.000 millones de este año, en parte por lo que suponían los sectores financiero e inmobiliario, en parte porque el tipo ha pasado del 35% al 25%. Ahora bien, argumentó que el impuesto que está en su conjunto por debajo de la media a nivel europeo es el IRPF, y ello pese a que la cifra de contribuyentes ha pasado de 5 millones en 1978 a 23,5 millones. «En el futuro, algún escalón habrá que subir», subrayó el empresario.

A partir de ahí, entró de lleno en la importancia de acometer cambios. «Hay que seguir con las reformas en toda la Unión Europea, con la máxima velocidad, sabiendo que las reformas duelen», argumentó. Y, al hilo, y haciendo gala de un tono distendido, incluso espontáneo en ocasiones, recurrió a una de las frases que le decía su madre cuando de pequeño, jugando al fútbol, se caía y ella le ponía mercromina: «Duele pero cura». Ese símil le sirvió al dirigente de la CEOE para proclamar que, en última instancia, las reformas vienen a ser el remedio. «Aquí se han hecho las reformas financieras, un poco tarde y con un coste importante, pero se han hecho. Ha habido acuerdos laborales, y podemos estar de acuerdo con las reformas laborales, pero es que llevamos 50», indicó. Fue en ese contexto en el que proclamó que «es necesario adaptarse a la realidad. Lo que no podemos hacer es dejar que el mundo vaya por un lado y la legislación laboral por otro».

Como era de esperar, el empresario catalán tampoco pasó de puntilla por la subida del salario mínimo interprofesional hasta los 900 euros, acordada por el Gobierno. «Estamos metidos en debates sobre el salario mínimo. ¿Quién de aquí no quiere un salario mínimo del máximo posible? Todos, todos estamos de acuerdo, pero vamos a ver cómo lo podemos hacer, cómo afecta a los mercados, si eso está de acuerdo con la legislación vigente. Vamos a graduarlo», apuntó en este sentido. De hecho, hizo un llamamiento claro: «Nos hemos de poner a remar todos juntos, no a discutir y, sobre todo, dar posibilidades, dar alternativas, dar soluciones, pero con números y no con demagogia».

Ya en el turno de preguntas, se le pidió su opinión sobre los 190.000 empleos que, según el Banco de España, se perderían con ese incremento del salario mínimo. Al respecto comentó que en España poco menos que hay «400 estadísticas». Así las cosas, defendió que «la otra fuente es irnos a los convenios colectivos. Ahí sí tenemos los 6.000 convenios que existen en España, y los grandes convenios están muy por encima del salario mínimo, aunque es cierto que en servicios hay una serie de convenios colectivos a los que puede afectar de una manera negativa». En cualquier caso, apeló a la hoja de ruta que patronal y sindicatos pactaron, y que incluía un incremento progresivo.

20

Juan Rosell, presidente de la CEOE, en el Foro Club INFORMACIÓN-UA-Bankia-CEV

Posteriormente, Rosell estuvo en el comité y la junta directiva de la CEV en València. Fue allí donde dijo que es un «mal camino» que el Gobierno decida unilateralmente una subida del salario mínimo, sin ponerlo encima de la mesa de diálogo social. Admitió, sin embargo, que «se puede arreglar si el Gobierno nos explica por qué, cómo y de qué manera ha hecho estas medidas».

Finalmente, demandó una «simplificación administrativa» de los procesos. Literalmente, apuntó que «nos hemos pasado cuatro pueblos. En Europa hay 2.000 leyes en vigor». No obstante, a lo largo de su alocución dejó clara su confianza en la UE, hasta el extremo de que puso el acento en que «Europa es la solución a todos los niveles, pero necesitamos un avance en lo político, lo económico y lo social».

En la ronda de preguntas, además, salieron a la palestra los presupuestos que está negociando el Gobierno. «Nos dicen solo cómo son los ingresos, y nos preguntamos qué se va a hacer con los gastos», manifestó. Eso sí, alertó de que una cosa es lo que se ha presentado y otra lo que acabará saliendo.

En cuanto a la economía sumergida, expuso que hay dos posibilidades: convencer a los que están de forma irregular de que no tienen que estar en esa situación, algo que no se logra de un día para otro, o impulsar instrumentos legales que incentiven el tránsito de la economía sumergida a la legalidad.