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Alerta por la desaceleración

Los últimos indicadores apuntan a un enfriamiento del crecimiento económico y los expertos aseguran que los efectos en la provincia dependerán de la evolución de la coyuntura internacional

Alerta por la desaceleración

La tendencia ha comenzado a romperse, tras prácticamente tres años de crecimiento encadenado. No en vano, los indicadores económicos que se han venido conociendo en los últimos días abren un horizonte, cuando menos, incierto, y las revisiones directamente son a la baja. El consumo privado ha perdido dinamismo, en parte por el resultado que da la suma del incremento de la inflación y el estancamiento de los salarios; y el turismo y el comercio exterior no pasan por su mejor momento, como alertaban esta misma semana desde el Consejo General de Economistas. El contexto internacional tampoco ayuda mucho. Ahí están las políticas proteccionistas de Trump, la ralentización del crecimiento en la zona euro, el Brexit y crisis como las de Turquía y Argentina, con el consiguiente riesgo de contagio a otras economías emergentes. Por si eso fuera poco, está por ver la evolución del precio del petróleo, y la posible subida de los tipos de interés, que está cada día más cerca. Y todo ello con elecciones municipales y autonómicas a ocho meses vista, las incertidumbres que rodean la política presupuestaria y el conflicto en Cataluña que aún marca la agenda. Con estos puntos de partida, ya comienza a hablarse de desaceleración, de enfriamiento, y hasta de vientos de cola que se convierten en vientos en contra. Y todo ello cuando, pese a las cifras macro, la recuperación no había llegado a todos por igual, y se había visto lastrada por el desempleo, la precariedad y las desigualdades. Lógicamente, la provincia no vive ajena a este escenario. Su inercia y dinamismo permiten a Alicante ser de las primeras en notar los síntomas de la recuperación, pero también ser de las primeras en caer al pozo cuando las cosas vienen mal dadas, según los expertos. Eso hace que el nuevo curso arranque en alerta por la desaceleración, y todo ello a pesar de los datos con los que comenzó 2018.

De entrada, las cifras conocidas esta misma semana evidencian que agosto ha vuelto a ser un mes nefasto para el empleo en la provincia, con 3.338 desempleados más, más de la mitad en la industria, y 13.218 afiliados menos a la Seguridad Social. Un dato este último que, después del alcanzado el pasado año, se convierte en el peor para un mes de agosto desde 2011. Está por ver qué ocurre con la EPA del tercer trimestre, que se publicará en octubre, aunque la del segundo sitúa la tasa de paro en el 15%, lejos aún de los niveles precrisis.

Tampoco los números del turismo son mucho mejores. La Costa Blanca, que representa el 80% del mercado extranjero de la Comunidad, cerró julio con una caída del 6,9% en la llegada de personas que vienen de fuera de España, lo que en cifras absolutas se traduce en unas 80.000 menos que un año antes, según los datos hechos públicos por el INE.

Lo peor es que el comercio exterior también ha comenzado a perder fuelle, y el descenso de las exportaciones que viene acusando el sector hortofrutícola alicantino en lo que va de año ha pasado factura al balance de los envíos provinciales en el primer semestre. Tanto es así que el periodo se cerró prácticamente en plano, con un insignificante avance del 0,48% por los más de 2.735,3 millones de euros exportados, según los datos del Instituto de Comercio Exterior (ICEX).

De hecho, el «lobby» Ineca, el jueves, en la presentación del informe de coyuntura socioeconómica de la provincia de Alicante correspondiente al segundo trimestre de este año, ponía el acento en que aquí se continúa avanzando, que entre abril y junio el progreso ha sido «notable» y que la principal fortaleza se encuentra en la mejora del tejido productivo. Ahora bien, alertaban de que la cifra de parados sigue siendo elevada, que se puede estar perdiendo capital humano y que el comercio exterior y el turismo, precisamente dos de los pilares básicos de esta provincia, han comenzado a resentirse.

Sólo el mercado inmobiliario parece mantener el tipo, hasta el punto de que, según los últimos datos recopilados por el Colegio de Registradores de la Propiedad y Mercantiles, durante el segundo trimestre del año se vendieron en la provincia 10.534 viviendas, lo que supone un 16,5% que un año antes, y permite que Alicante se consolide como la provincia con mayor actividad inmobiliaria en proporción a su volumen de habitantes, con 5,7 operaciones por cada 1.000 residentes.

Ante este escenario, el profesor de Macroeconomía de la Universidad de Alicante Alfredo Masó sostiene que no hay que dramatizar, pero que, desgraciadamente, las amenazas y la incertidumbre están ahí, sobre todo por el contexto internacional y las incógnitas que generan las políticas económicas del Gobierno de Pedro Sánchez. «La realidad económica no es tan positiva como hace seis meses. Hay un cambio de tendencia», sostiene. Las EPA del tercer y del cuarto trimestre del año, a su juicio, serán decisivas para conocer en qué sentido es ese cambio. «Si el crecimiento de la economía española se ralentiza, el primer afectado va a ser el mercado de trabajo y, a partir de ahí, hay efectos en cadena», apostilla.

Ahora bien, y más allá de lo que pongan en evidencia las EPA, Masó incide en que «hay vientos en contra y no vientos de cola, y se necesita un buen piloto, que debe ser el Gobierno, y que no puede hacer piruetas». En esta línea, remarca que «el Gobierno tiene que considerar que el tema económico es la prioridad, y ralentizar algunas medidas para dar señales de que la consolidación económica es su objetivo. La situación se ha tornado tan delicada que no hay margen para globos sonda».

Sea como sea, el profesor de Macroeconomía de la Universidad de Alicante (UA) subraya sobre todo la dependencia del exterior de esta provincia, y, por consiguiente, la importancia que tendrá lo que ocurra fuera. «Alicante es la cuarta provincia en términos económicos, pero eso no tiene una correspondencia política por lo que respecta a las inversiones. Depende mucho de la coyuntura internacional y las empresas son más sensibles a los tipos de cambio. Por eso, cuando las cosas empeoran, se nota más. Es de las primeras provincias en sentir los efectos de la expansión, y también de la recesión».

Mientras, el catedrático de Organización de Empresas de la Universidad Miguel Hernández (UMH) de Elche, José María Gómez Gras, apunta que lo que pueda ocurrir en los próximos meses dependerá del sector en cuestión y de cómo ha hecho las cosas cada empresa, aunque, en términos generales, se muestra más optimista a corto que a medio y largo plazo. Y todo porque, simple y llanamente, no se han hecho los deberes cuando tocaba. Cuestiones como la productividad o la innovación siguen siendo asignaturas pendientes a estas alturas, con todo lo que se ha dicho y escrito, y de ahí que sus pronósticos se vean tocados por el pesimismo a un tiempo vista.

Por partes. Gómez Gras alerta de que, sin ir más lejos, el calzado sigue arrastrando algunas cuestiones que pueden acabar lastrando al sector, sobre todo en cuanto a la búsqueda de otros mercados o el tamaño de la empresa. Otra cosa es el juguete, del que dice que «sigue haciéndolo bien», mientras que el agroalimentario «progresa adecuadamente». Mención aparte merece el turismo, sector éste que ha sufrido un frenazo este verano. «El turismo ha tenido una llamada de atención, porque los apartamentos turísticos y la competencia desleal están teniendo una incidencia muy grande, pero también porque durante la crisis se alcanzaron cifras récord y lo que se hizo en ese tiempo fue tratar de exprimir la situación al máximo, pero nada más», sentencia. Ahondando más en el tema, Gómez Gras alerta de que «la tasa de ocupación es importante, pero también la rentabilidad, y a veces es mejor tener un 90% de ocupación, en lugar de un 98%, y sacar más rentabilidad, y ahí es importante el Big Data».

En cuanto a la construcción, celebra el repunte que revelan los datos. Eso sí, pone en tela de juicio que empiece a haber otra burbuja, como se sostiene desde determinados sectores. Una cuestión ésta con la que precisamente coincide la catedrática de Economía Aplicada y miembro del Instituto de Economía Internacional de la UA Paloma Taltavull. Es más, Taltavull no sólo rechaza la existencia de una burbuja, sino que sostiene que, pese a la tendencia al alza en la construcción, lógica por otra parte porque durante la crisis se tocó suelo, el crecimiento está siendo muy lento y no se ha recuperado peso, y menos en la provincia de Alicante. Incluso alerta de que lo que hay es un «fallo de mercado», que requiere de análisis concienzudos para identificar causas y soluciones. Para ilustrar la situación, toma como referencia las estadísticas del Ministerio de Fomento, que evidencian que aún estamos lejos de los datos de 2006. En 2017 se registraron en Alicante algo más de 40.000 tran-sacciones, de las que 35.115 eran por vivienda de segunda mano y 5.007 se correspondían con obra nueva, frente a las cerca de 73.000 operaciones contabilizadas en 2006, de las que unas 37.000 eran de segunda mano. Nada que ver una situación con la otra, sobre todo por lo que respecta a las construcciones nuevas, y, como indica, las subidas de precio que se registran son puntuales y muy localizadas en determinadas ciudades. «El crecimiento es lento, la oferta no repunta excesivamente y cualquier incremento de la demanda acaba empujando los precios. Además, la demanda se está yendo al alquiler», relata la catedrática de la UA, quien añade que, «a pesar de que ya ha pasado lo peor y que hay promotores que tienen suelo, no tienen claro que se puedan recuperar los costes, porque a todo eso se suma que la mano de obra se ha ido a otros sectores y la que queda es cara, y, a la sazón, hay muchas familias que no pueden acceder a una vivienda». Todos esos factores llevan a Paloma Taltavull a afirmar que «la vivienda es un sector clave para el crecimiento económico, y su ralentización está lastrando ese crecimiento». Por tanto, la actividad inmobiliaria poco puede ayudar en la provincia en caso de que las cosas se pongan más feas.

Dicho esto, el decano del Colegio de Economistas, Francisco Menargues, avisa de la importancia de huir de cualquier pesimismo en estos momentos, y confía en que se vuelva a la senda de crecimiento de principios de año. «No es bueno ser pesimista en economía», proclama, y ello aunque admite que hay un cambio de tendencia. En cualquier caso, Menargues hace hincapié también en que las medidas que tome el Gobierno serán claves en el futuro más inmediato. Al fin y al cabo, sostiene, en economía es clave la confianza.

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