¿Llegaremos a un mundo sin tabaco? A priori parece una pregunta con pocos visos de convertirse en realidad algún día. Las previsiones de la Organización Mundial de la Salud (OMS) reflejan que en 2025 habrán unos 1.000 millones de fumadores en el mundo, lo que supone cerca del 13,4% de la población del planeta. Aunque parezca una cifra elevada, el tabaquismo ha descendido en las últimas décadas a base de las campañas realizadas por organizaciones y gobiernos que desaconsejan fumar por sus riesgos para la salud, por las rigurosas leyes antitabaco existentes, sobre todo en los países más avanzados, y por el cerco fiscal, publicitario y social al que ha estado sometido el cigarro.

Pero las grandes empresas tabaqueras, lejos de arredrarse ante este escenario, han dado un paso adelante. Y la apuesta por la investigación y la innovación ha sido decisiva para lanzar productos que aminoren los riesgos para la salud y ofrezcan alternativas a los fumadores que no pueden dejar la nicotina, para reducir al mínimo los efectos nocivos del tabaco. A la vanguardia de la tecnología y la innovación puestas al servicio de este fin se encuentra Philip Morris, que lleva una década invirtiendo en productos de riesgo reducido, algunos de los cuales ya están en el mercado y poco a poco se van haciendo un hueco entre los fumadores.

Visitar El Cubo es comprobar de primera mano cómo un edificio se pone 100% al servicio de la investigación, el desarrollo y la innovación (I+D+i). Cientos de laboratorios, despachos, ordenadores, maquinaria, científicos de las más diversas ramas y personal que teoriza, comprueba y experimenta para llegar al objetivo de la compañía: reducir los daños que produce el tabaco con productos innovadores.

El Cubo es una estructura acristalada asomada a la orilla del lago de Neuchatel, en el noroeste de Suiza. Allí se han invertido 100 millones de euros en la construcción y equipamiento del inmueble, trabajan más de 400 profesionales y científicos de unas 30 disciplinas de ramas muy diversas de la ciencia y la ingeniería. El edificio es como una ONU en miniatura -coexisten cerca de 40 nacionalidades- y la empresa no ha escatimado en medios económicos, materiales y humanos con el objetivo de transformar el concepto tradicional del tabaquismo: del humo al vapor, de la combustión al calentamiento.

Combustión

La premisa científica sobre la que se ha trabajado es que los riesgos del tabaco tradicional radican fundamentalmente en el proceso de combustión, es decir, cuando se quema el cigarrillo se liberan más de 7.000 sustancias químicas, de las cuales alrededor de 100 son nocivas a temperaturas de más de 800 grados. La clave es la eliminación de este proceso por el principio de calentar el tabaco en vez de quemarlo, lo que consigue reducir de forma considerable las sustancias químicas, ya que se calienta el producto a menos de 300 grados.

La teoría suele ser más sencilla que la práctica, sobre todo en ciencia, en la que hay que realizar múltiples pruebas y diagnósticos para llegar a comprobar lo que se refleja en un papel. Philip Morris ha ido más allá del cigarrillo electrónico para llegar a dispositivos en los que hay nicotina pero no hay combustión, lo que supone que el fumador sigue experimentando el sabor de un cigarrillo tradicional pero sin los elementos tóxicos que perjudican la salud. El trabajo desarrollado en El Cubo en estos años se ha traducido en productos como el IQOS, que expulsa un vapor que contiene de media entre un 90 y un 95% menos de niveles de sustancias tóxicas en comparación con el humo del cigarrillo.

El IQOS es un dispositivo que calienta el tabaco electrónicamente a una temperatura inferior a los 300 grados, lejos de los 800 grados de la combustión habitual del cigarro. No hay humo ni ceniza y se consume en 14 caladas. Es un producto potencialmente de riesgo reducido, terminología que utilizan los expertos de la compañía hasta que oficialmente sea reconocido por los organismos internacionales. Hay un riesgo, tiene nicotina pero lo importante es que no tiene combustión, principal fuente de las enfermedades provocadas por el consumo de tabaco.

Aunque pueda parecer contraproducente para una compañía que basa su negocio en la producción y venta de productos vinculados al tabaco, el primer mensaje que lanzan los responsables de Philip Morris es que lo mejor es "dejar de fumar". Pero muchos fumadores no pueden por mucho que lo intenten y ahí es donde la multinacional ha puesto toda la carne en el asador para ajustarse a las recomendaciones de las OMS y otros organismos internacionales, adaptarse a los nuevos tiempos y usos del tabaquismo y convertirse en la punta de lanza de la transformación cuyo objetivo es ir más allá de un mundo sin humo como es el final del cigarro tradicional, una meta ahora mismo con altas dosis de utopía pero que ya no es tan descabellada como lo era hace unos años ante los avances imparables de la ciencia y la investigación.

La biomedicina, la farmacología, la toxicología, la ingeniería de los materiales, la electrónica del consumo, la informática, la ciencia clínica y una amplia gama de disciplinas se aglutinan en El Cubo para alcanzar los objetivos de Philip Morris. Una apuesta ambiciosa en la que se llevan invertidos más de 4.500 millones de dólares en investigación científica, desarrollo de productos, campañas comerciales y capacidad productiva con el IQOS y otros productos libres de humo como el tabaco calentado por carbono y los cigarros electrónicos de vapor, comercializados bajo varias marcas. Pero este edificio también produce patentes, hasta ahora más de 2.350 han sido concedidas en productos potencialmente de riesgo reducido y hay más de 3.750 solicitudes pendientes.

Después de estos años de trabajo se ha terminado el proceso y los estudios llevados a cabo en los laboratorios de la compañía y ahora se está con los estudios clínicos para obtener el aval internacional sobre las ventajas de usar este tipo de productos. Los científicos y portavoces de Philip Morris son cautos y prudentes porque, aunque se va en la dirección de una reducción notable de los riesgos para la salud, están a la espera de lograr la validación de los organismos competentes. De hecho en la actualidad se está realizando un estudio clínico de un año de duración con un millar de participantes a fin precisamente de avalar los resultados experimentados.

Pero los avances en El Cubo llevan aparejados también una profunda transformación de las fábricas que Philip Morris tiene en el mundo y en la capacidad productiva de la empresa para sacar al mercado las unidades de tabaco para calentar, denominadas Heets, y que conservan la principal marca de cigarrillos comercializada por la compañía: Marlboro.

Las cifras marean. Las fábricas italianas de Bolonia y Crespellano han recibido una inyección de 1.000 millones de euros para aumentar la capacidad de producción. En la central ubicada en Grecia se han invertido 300 millones de euros para producir este tipo de unidades con el fin de que la planta ofrezca una capacidad de 20.000 millones de unidades anuales. También se han invertido 490 millones en Otopeni (Rumanía) para su transformación, mientras que en Dresden (Alemania) se ha iniciado la construcción en 2017 de una nueva planta de producción de tabaco para calentar para que esté operativa en 2019 con 284 millones de inversión iniciales. La nueva instalación dará trabajo a 500 personas.

Esta ingente inversión llevada a cabo por Philip Morris supondrá que en 2020 buena parte de la capacidad productiva de la multinacional estará dedicada a este tipo de productos con el fin de que en 2025 al menos el 30% de los fumadores en todo el mundo ya no expulsen humo sino vapor.

La comercialización del IQOS ya está produciendo los primeros frutos porque se encuentra presente en 38 mercados y hasta cinco millones de fumadores en todo el mundo se han pasado a este producto. La mayor cuota de mercado la tiene Japón, con un 16,3%, primer país donde se lanzó esta nueva modalidad de tabaco por parte de la multinacional.