La celebración de una junta de accionistas de una entidad financiera es el momento del año en que los pequeños inversores tienen la oportunidad de poder plantear cualquier tipo de cuestión al consejo de administración del banco en el que tienen depositados sus ahorros. Es el momento, de forma muy simbólica, en el que le piden cuentas. Y la junta del Sabadell de ayer -la primera en Alicante, tras el traslado de la sede social- no iba a ser diferente. Sí lo fue, en cambio, en cuanto a la asistencia, ya que la presencia de más de 800 personas la convertiría en una de las más numerosas.

Once preguntas fueron las que los accionistas plantearon al presidente del Sabadell, Josep Oliu. En varias de ellas revelaban las quejas de antiguos clientes de la extinta Caja Mediterráneo que compraron cuotas participativas (acciones sin derechos políticos). El mandatario de la entidad catalana recordó que las cuotas no entraron en la adjudicación de la caja, al contrario de lo que pasó con las participaciones preferentes, y que sí fueron compensadas. También respondió con claridad al accionista que aludió a que la compra de la CAM por parte del Sabadell (al precio de un euro) «fue un regalo», aunque este cliente admitiera que «pudo tener malos gestores». Oliu negó la consideración del inversor y le contestó que la adquisición de la caja «no era un regalo, no lo era, seguro», debido a las «pérdidas» que sufría la extinta Caja Mediterráneo. Y añadió que, pese a todo, en aquellas condiciones «no apareció nadie en el mercado para quedarse con la entidad alicantina». Acto seguido aludió a que tampoco «el Banco Popular ha sido un regalo para el Santander». Fueron varias las intervenciones -algunas de accionistas que habían venido desde Cataluña- que cuestionaron el hecho del traslado del domicilio social, «no por el hecho de que fuera a Alicante, donde nos han tratado muy bien. Hemos ido a Tabarca y es muy bonita», dijo uno de los intervinientes, sino porque consideraban que la decisión podía haberse sometido a la junta. A ello le contestó Oliu que si se hubiera esperado a que se celebrara la junta para tomar la decisión, el accionista «no se habría tenido que preocupar más de las acciones».

El presidente del Sabadell justificó no sólo la resolución del consejo de administración, sino la «previsión» que tuvo la entidad ante la situación de incertidumbre política y económica que vivía en esos momentos Cataluña. Ya en su discurso recordó que la junta de 2015, a través de la modificación de los Estatutos Sociales -«consecuencia de la nueva posibilidad otorgada por la Ley de Sociedades de Capital- dotó al consejo de la capacidad necesaria para adoptar con celeridad la decisión de cambio de domicilio». Después, en su respuesta a uno de los intervinientes, defendió la toma de decisiones «adecuadas» cuando se producen cuestiones políticas ajenas, como por ejemplo el traslado de la sede social a Alicante, tras el referéndum ilegal del 1 de octubre.

Curtido en juntas de accionistas y con gran temple, Josep Oliu respondió a uno de los inversores, cuya intervención -la primera- fue la que creó más tensión. Victor Baeta recibió abucheos de otros asistentes cuando dijo que desde la entidad se «apoyaba a Albert Rivera», al que consideró «una mala apuesta»; y también pidió al presidente y al consejo que «abogasen por la libertad de los presos políticos». Oliu dijo con rotundidad que «el banco nunca ha tenido ni tendrá ninguna posición política».

Al principio de su discurso, el presidente hizo un «guiño» a los accionistas de Sabadell, a los que dijo «sois un pilar fuerte y habéis apoyado en momentos difíciles del banco».